Mientras el CETI va recuperándose de las últimas entradas sufridas e intentando volver a las cifras más o menos controladas (ahora están en torno a los 640 acogidos tras la marcha de varios grupos de vulnerables) Marruecos ha apostado por mostrar al Gobierno de la Nación cómo es capaz de blindar los pasos fronterizos con Ceuta y Melilla, después de que ambas ciudades sufrieran, la semana pasada, entradas a la carrera de grupos elevados de subsaharianos.
Con unidades policiales en los montes y en las playas, la Policía marroquí ha aumentado notablemente los puestos de control, al objeto de intentar garantizar que el número de entradas sean mínimas. En Ceuta la última se produjo el pasado jueves, a excepción del pase, ayer, de una subsahariana posiblemente escondida en un doble fondo. En Melilla sucedió algo parecido con la llegada de una veintena de subsaharianos.
Marruecos está mostrando una política de fuerza policial después de haber quedado en evidencia la permeabilidad de las fronteras y los efectos de masificación que producen en los centros de estancia temporal de ambas ciudades.