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La pierna ortopédica

El ambiente era bullicioso y alegre. La mayoría de los invitados estaban sentados en el suelo en la mayor habitación de la casa formando un óvalo en cuyo interior los más animados bailaban al compás de la música. El ambiente era agradable, la gente amable y acogedora y la comida, los dulces y el té, abundantes. Incluso él mismo se animó y también se situó en el interior del óvalo para bailar, tratando de imitar los movimientos de los más expertos en el baile de la música árabe. Así es como suelen celebrar las bodas las familias humildes del interior de Marruecos, el Marruecos profundo y menos conocido.
Él había sido invitado por un familiar de la novia y era la primera vez que asistía a una boda de ese tipo. Y le estaba gustando. Tras un buen rato de baile, de nuevo volvió a su lugar en el óvalo, para sentarse otra vez en el suelo, descansar y degustar los platos que circulaban de mano en mano entre los invitados. Estaba absorto en la música y el baile cuando, de repente, algo captó poderosamente su atención.
Una niña de entre cuatro y seis años se abrió paso entre uno de los límites del óvalo y se introdujo en su interior, entremezclándose con la gente que bailaba. Se arrastraba  trabajosamente de rodillas por el suelo pues no podía andar. Le faltaba una pierna.
Él no dejó de observarla mientras la niña trataba de bailar desde su posición en el suelo. Imitaba algunos de los movimientos con sus caderas, con los brazos y con la cabeza, pero siempre en el suelo. No se podía levantar de allí.
Por unos momentos la expresión de él, hasta ese momento alegre, cambió. Le daba una pena enorme ver a una niña en ese estado e imaginaba lo triste que debía ser su existencia en una familia pobre de una pequeña aldea del interior de Marruecos.
Pero a pesar de todo, la niña parecía feliz. No paraba de reír ni de bailar a su manera y eso lo tranquilizó un poco. De nuevo, él comenzó también a reír y a tocar las palmas al compás de la música.
La celebración de la boda terminó y el volvió a su casa, olvidándose de la niña que sólo tenía una pierna. Sin embargo pocos días después, una tarde estaba sentado en el banco de una céntrica plaza de Ceuta observando a unos niños que jugaban. Disfrutaba viendo correr, saltar y reír a aquellas pequeñas criaturas de similar edad a la niña que días atrás había visto en la celebración de la boda. Entonces, de nuevo le vino a la mente lo triste que debía ser la vida de aquella niña en una pobre y perdida aldea del interior de Marruecos. Cuán diferente de la vida de aquellos niños tan felices que tenían todo lo que necesitaban y jugaban y se divertían ante él.
En ese momento pensó lo diferente que sería la vida de aquella niña si en lugar de vivir en aquel ambiente tan pobre, viviera en otro más rico y adelantado, donde se le pudiera proporcionar una pierna ortopédica. ¡Cómo cambiaría la vida de aquella niña con una pierna ortopédica con la que poder andar!. ¿Y por qué no podía ser?. ¿Por qué no podía tener aquella niña una pierna ortopédica que le hiciera disfrutar de una vida más digna sin tener que arrastrarse de rodillas por el suelo?. ¿Por qué no?. Ella vivía en un ambiente muy pobre pero se le podía buscar la pierna y llevársela hasta allí para colocársela.
Desde ese momento dedicó todo su tiempo libre a buscar y hacer todas las gestiones necesarias para conseguir la pierna ortopédica que necesitaba la niña. Pero enseguida se encontró con el primer obstáculo. Fue a varias ortopedias de Ceuta y con tristeza comprobó lo cara que era una pierna de ese tipo. Una cantidad que, con los gastos a los que él tenía que hacer frente en su vida cotidiana, no estaba en ese momento al alcance de sus posibilidades.
Sin embargo, Dios le había dado un don al que ahora podía sacar provecho: se dedicaría a hacer retratos a la gente que se lo encargara y los vendería sin pedir una cantidad concreta, sino sólo la voluntad que le quisieran dar.
Comenzó a hacer retratos y más retratos, pero las cantidades que recibía eran muy pequeñas y tardaría mucho tiempo, años, en reunir el dinero necesario. Mientras tanto, la vida de la niña seguiría siendo triste y miserable, arrastrándose de rodillas por el suelo por ser pobre y no poder tener la pierna que necesitaba.
Entonces se le ocurrió una idea. Quizás en internet podría encontrar la pierna a un precio inferior al de las tiendas de ortopedia. En internet se encuentra de todo, ¿por qué no podría encontrar allí la pierna?.
Pasaba horas y horas delante de la pantalla de su ordenador buscando y buscando, pero nada, no encontraba lo que buscaba. Hasta que un día se produjo el milagro. Encontró el anuncio de un hombre que vivía en Alemania y que vendía una pierna ortopédica ¡de un mutilado de la Segunda Guerra Mundial!. El precio era asequible (trescientos euros). Habría que hacerle algún arreglo pero podía ser la solución mientras reunía el dinero suficiente para comprarle otra pierna más adecuada.
Ni corto ni perezoso realizó y pagó el pedido y una semana después recibió en su casa una gran caja cuyo contenido era, ni más ni menos, que ¡una pierna ortopédica de la Segunda Guerra Mundial!.
Cuando la vio se descorazonó. La pierna era demasiado grande y pesada y por un momento pensó que posiblemente había tirado trescientos euros a la basura. Pero él no se desanimaba fácilmente, seguro que había alguna solución. Al siguiente fin de semana, junto con otro amigo, cogieron el coche y junto con la pierna, emprendieron el largo camino hacia la aldea donde vivía la niña.
La llegada de un coche era un acontecimiento en la pequeña aldea. La mayoría de sus pocos habitantes salieron de sus casas y se acercaron, curiosos, al encuentro de aquellos dos extranjeros que portaban una gran caja. Encontraron la casa de la niña y con la ayuda de una chica que hablaba español y que hizo de intérprete, le explicaron a la familia el motivo de su visita. Lógicamente, al principio los miraron con cierto recelo pero cuando comprendieron la bondad de sus intenciones, los acogieron con cariño y hospitalidad.
Y llegó el momento decisivo. Sacaron la pierna de la caja y sentaron a la niña en una silla. La pobre criatura los miraba con temor, pues no acertaba a comprender qué significaba todo aquello.
Con cuidado, superpusieron la pierna ortopédica sobre el trozo que sólo tenia a modo de pierna derecha e hicieron las mediciones más exactas que pudieron para calcular por dónde se debía cortar la pierna para que quedara acorde con el tamaño de la única pierna natural de la niña.
Una vez hechas estas mediciones, buscaron al único carpintero que había en la aldea. Encontraron una pequeña, arcaica y rudimentaria carpintería, pero con un hábil y artesano carpintero que con sumo interés interpretó las mediciones y explicaciones que le dieron y cortó la pierna ortopédica con las antiguas y rudimentarias herramientas de que disponía, las cuales en sus manos adquirían la precisión de útiles quirúrgicos de última generación.
Convenientemente cortada, volvieron a la casa de la niña. Idearon un sistema de correas que ya llevaban preparadas con las cuales consiguieron asirla de la mejor forma que pudieron al resto de pierna que tenía la criatura, la cual se puso en pie vacilante y comenzó a dar sus primeros pasos sobre dos piernas, sin necesidad de arrastrarse de rodillas como había estado haciendo hasta momentos antes.
De todas formas, esa pierna no era adecuada para ella. Era algo provisional hasta que consiguiera otra más moderna y a su medida. Por eso, él siguió pintando retratos, buscando colaboración y realizando mil y una gestiones más hasta que consiguió reunir el dinero suficiente para comprarle la pierna adecuada.
Su satisfacción fue enorme cuando vio que la niña ya podía caminar adecuadamente y que nunca más tendría que arrastrarse de rodillas para desplazarse.
NOTA: Esta historia es totalmente cierta. Salvo algunos detalles de mi imaginación, el resto lo he contado tal como sucedió. El protagonista y benefactor de la historia es mi amigo Juan Antonio, “Turu” de quien ya he hablado en anteriores artículos. Gracias a su incansable deseo de ayudar a la gente, Assia (que así se llama la niña) puede hoy caminar y llevar una vida más digna.
Además de Juan Antonio también hubo otras personas que ayudaron, y especialmente la ONG Digmun, que colaboró aportando la cantidad de dinero que faltaba para comprar la pierna ortopédica.
Ustedes mismos pueden ver imágenes reales de esta historia. Basta con que se conecten a internet y escriban   "http://www.youtube.com/watch?v=qEZP-yNTAAQ" http://www.youtube.com/watch?v=qEZP-yNTAAQ y también  "http://www.youtube.com/watch?v=QyuNDQGULiE" http://www.youtube.com/watch?v=QyuNDQGULiE . También puede verlo si teclean en youtube “turuleon” (sin comillas). De esta última forma también verán un reportaje de Onda Cádiz sobre los Cristos de arena que  Juan Antonio hace en las playas con el objeto de recaudar dinero para gente necesitada. Merece la pena verlo.

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