En la década de los años cincuenta, al término ya de la posguerra, la juventud de Ceuta que no conoció directamente los horrores de la Guerra Civil, intentaba encontrar un lugar bajo el sol en una España abandonada a su suerte por las democracias occidentales. Una juventud que había nacido apenas acabada la contienda y se prolongaba en los años cincuenta.
Una juventud que conocía la carestía de la vida, las necesidades y el «Auxilio Social», pero que principiaba a alcanzar otras luces que ya se proyectaban al otro lado de la orilla, donde iluminar la penumbra de los años más bárbaros de nuestra historia…
Y así fue que en aquella nueva España naciente y esperanzada a otros horizontes, fueron surgiendo grupos de jóvenes que, alrededor de la música y el baile, fueron creando «Peñas*» para divertirse y pasar el rato, ajenos al pretérito, y únicamente gozosos con el aliciente de sentir el vivir en su misma esencia de sentirse vida…
Y, como no podía ser menos en nuestra ciudad, también fueron naciendo estas nuevas peñas, a medio camino entre la diversión y la amistad de sus peñistas… Algunas fueron flor de un día, sin embargo, otras alcanzaron cierta notoriedad y fueron emblemáticas de la época, entre ellas podemos citar: A la del Recinto Sur y del Rata, El Ceuti, Zalamatraca, la de Hadú, la de la Almadraba, la de Villa Jovita, la de Maestranza, la de la Junta del Puerto, etc., que fueron naciendo al calor de cada barrio, de tal manera que una barriada que se apreciara importante debía de contar, al menos, con alguna Peña que la representara. He de decir -perdonen por no apuntarlo antes-, que voy tomando notas de mi amigo Antonio**, exiliado en su casa por una larga enfermedad, y que gustoso va relatándome todo lo acontecido acerca de las Peñas… Y me cuenta que los domingos muchas de ellas quedaban encartadas para celebrar conjuntamente un baile, y así poder conocerse e intercambiarse diferentes opiniones en alegre conversación; porque como dijera una canción de la década posterior de los sesenta, del grupo musical Los Bravos: Los chicos con las chicas tienen que estar....
Y los ojos se le iluminan a Antonio, cuando me apunta: “No te puedes imaginar la ilusión con que se vivía la semana esperando el baile del domingo, y porque además era la única forma de poder conversar un ratito con la muchacha que te gustaba, y que era integrante o simpatizante de otra Peña amiga”. Nosotros -continua-, sacábamos el tocadiscos y unos altavoces -que nos trajo de su bazar Alberto el Indio- a la terraza de mi puerta, y a la vista de todos los vecinos de la Puntilla, comenzábamos a bailar al ritmo de la música de los cantantes americanos del momento como Paul Anka, Elvis Presley; los cantantes italianos de música ligera como Adriano Calentano, Renato Corosone y Doménico Modugno, y la música sudamericana del chileno Lucho Gatica, del caribeño Antonio Machín, y del trio Los Panchos y los Cinco Latinos.
Y, claro, no podía faltar los nacionales José Guardiola, Jorge Sepúlveda, José Luis y su guitarra con su Mariquilla bonita, y los imprescindibles pasodobles que amenizaban el orgullo nacional en cualquier fiesta y verbena que se anunciara, donde el paso ligero y el vaivén a cada lado de cada pareja llenaba de alegría el momento, hasta la consumación de la larga lista de pasodobles que pareciera no tener fin ni término...
Desde luego no puedo dejar de emocionarme y, sentir una nostalgia infinita, de esta forma sencilla y tremendamente ingenua que tuvieron a bien inventarse aquella juventud de los años cincuenta para dar un aldabonazo a la sociedad del momento, y gritar a los cuatro vientos que ellos estaban allí, y deseaban plenamente el goce de la vida… Aunque los curas -como siempre- en su adoctrinamiento clerical «Urbi et Orbi», intentaban aguar la fiesta -con su inquietante represión sexual de animadversión- a que los muchachos de aquellos años pudieran acariciar sus cuerpos y entrelazar sus manos.
Cuestión que pasados los años, ha quedado demostrado en nuestra sociedad actual, que la sexualidad es un goce al alcance del que la desee, sin que en ella se vislumbre atisbo de pecado o sombra de falta de pureza; porque el cuerpo es el instrumento que mejor suena cuando se tocan sus cuerdas con la armonía del deseo y la pasión amorosa... Y estando en este menester de los recuerdos -él relatando, yo apuntando-, a mi ruego de que cite algunos nombres de los jóvenes que integraban la Peña “El Bichito”, Antonio calla un momento su discurso, cierra los ojos, como si rebuscase extasiado en la lejanía de su memoria y, al instante, con una sonrisa que pudiera conquistar al más apesadumbrado, me va apuntando, yo diría más bien recitando: Kuqui de Isidra; Ramón Morales”Pitacua”; Rafael González Vivas, Afri y Pili (Fiandor); mi hermana Paqui, Loli y Maru Masa; Charo Castillo (hermana de Miguel Castillo); Juan José “ El Máquina” y Encarni Chávez (novia del “Maquina”); Alberto “El Indio” del bazar de Nueva India, muy querido en el barrio, y sobre todo por los niños, que esperaban -como agua de mayo- que apareciese en su Chevrolet verde y blanco, para ir todos a montarse en su afamada berlina, y dar unas vueltas alrededor de los antiguos pabellones amarillos; José Navas(de Maestranza): José Reina Vílchez, “El Bombi” y su novia; Vitoriano Jiménez; Antonio y Cristóbal Ramírez Parrado (hijos de Cirilo); Pepe “Boa”(José Ruiz Vitoria); y Fernando Bermúdez, al que aún le pude ver en el ojal de la solapa de su chaqueta el emblema de la Peña (un bichito de luz); y de manera pausada, como si contara las cuentas de un rosario, Antonio, fue desgranándome todos los nombres de los muchachos/as que fueron conformando su Peña y que yo fui dejando de apuntar al hilo de mejor atender su palabras…
Antonio Bermúdez Sánchez, y algunos de aquellos muchachos que entonces nacían a la vida, ya no se hallan entre nosotros, emprendieron su viaje eterno a la última Peña definitiva que les aguarda en la morada de Dios... Cumplieron el ciclo que la vida les ofreció. El mundo en aquellos años cincuenta no ofrecía -pasada la postguerra- muchas alternativas: todo, o casi todo estaba prohibido por la curia católica, y pocas diversiones se encontraban al alcance. Muchachos y muchachas tenían su rol, y todo se avenía necesariamente a las estrictas reglas sociales de la situación política y religiosa del momento de la España de Franco.
Sin embargo, no se le pueden poner puertas al campo, y aquella generación consumida en el deseo de enamorar a una pretendida joven -con el permiso de San Antonio que velaba en su ermita del Hacho- supo navegar en aguas turbulentas faltas de libertad y abundante en adoctrinamiento.
Y, al cabo, unos en la emigración, y otros en los trabajos que el puerto y la ciudad podían ofrecer, construyeron sus familias con aquellas muchachas que, un día bien pudieron bailar, sobre las losetas y el cemento de la terraza de la puerta de los Bermúdez de los pabellones amarillos de la Junta de Obras del Puerto, pongamos: el mejor y más emblemático “Chachachá” del son cubano...
*Antonio Bermúdez Sánchez: Nació en el 2º pabellón amarillos de la Junta Obras del Puerto de Ceuta, y fue socio fundador de la «Peña el Bichito» .A su muerte acaecido sólo hace unos años, escribimos una elegía, que tuvo a bien publicarnos El Faro, donde significamos la tristeza de sus últimos días, que, inválido, permaneció en la cama hasta que Dios se los llevó... Seguramente habrá creado otra Peña el Bichito, donde al ritmo de la música de aquellos años, esperará con la alegría y el buen humor que siempre le caracterizó, la llegada de sus amigos de peña...
Enternecedoras historias de nuestra Ceuta y de esa maravillosa gente que a base de esfuerzo y trabajo tenemos ahora la Ceuta actual,que pena que por culpa del Gobierno que tenemos ,Ceuta está condenada al desastre, lo dicho gracias a estos ceutíes la mayoría de adopción, hoy somos lo que somos