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La Paz de San Antonio, una lección de humildad

Pareciera como si el tiempo hubiese parado y volviera a embriagarnos una vez más esa bruma agobiante y pegajosa del salitre de junio en las inmediaciones de la ermita de San Antonio. Eran las cinco de la tarde del 24 de mayo de 2011, día de María Auxiliadora, Madre de Don Bosco y de sus hijos salesianos, día de mayo mariano por excelencia para venerar y honrar a la Madre de Dios vivo y resucitado.
En aquel momento volvieron a mi mente recuerdos del ayer, nostalgia cofradiera en la que un  pobre orador se plantaba frente a los hermanos de San Antonio para pregonar al Santo de Ceuta, el pseudopatrón, sino, ¿decidme?, ¿quién de los encuestados en la Gran vía no dirían ante la pregunta de cual es el Patrón de Ceuta que se trata de San Antonio?, seguro que su hermano en Cristo y franciscano por demás, Daniel, no se enfadaría ni por un asomo, su humildad le dejaría seguir en primer plano ante los ojos del pueblo.
Paz y alegría, este es el mensaje de San Francisco de Asís, padre de ambos frailes hermanos, a él le gustaba cantar como los juglares de su tiempo, así le pido yo a Dios me permita disfrazar de juglar de la Baja Andalucía para cantar poemas sencillos que nos hagan entender la Verdad.
“La lucha por la VERDAD es una larga PACIENCIA”.
Paciencia, sí paciencia para saber aguantar y soportar los golpes duros de la incomprensión y los salivazos de la incultura que acaban por demoler a grandes hombres con cabezas de oro y pies de barro que olvidan que el andamiaje que apuntala su frágil cimentación se llama VERDAD.
Si, Verdad, camino y vida y luz y sal y alegría…
Pero nosotros nos olvidamos a veces de esa verdad y nos aferramos al lado oscuro de la fuerza…
La ermita estaba abarrotada, la feligresía ocupaba cada rincón y el atrio de la misma, San Antonio miraba al Niño- Dios y veía como se alegraba su cara, ya que sabía que una imagen de su bendita Madre iba a ser bendecida esa tarde a los pies de su figura, pero cual fue el asombro del santo, cuando en un descuido vio como en sus manos ya no estaba el Pastorcito, se escapo de entre sus dedos y fue a buscar a su Madre y al no encontrarla en el templo, se paseó por las calles, se perdió por los pinares, se enredó con los matojos y recogió con sus manos unas flores de magnolio para ofrecerlas a la Madre que buscaba entre sollozos.
¡Ay, Madre dónde te encuentras!, no me desampares solo, ¿no ves que ya estoy perdío, si no me miro en tus ojos?; por fin el Niño regresa, tiene hinchaditos los ojos, de tanto llorar la ausencia, de la Madre del retoño. Y hay que ver que chiquitito, solo tres letras la llaman, hay que ver con que poquito bautizaron su mirada, Ella es la Reina del mundo, la Paz que Francisco aclama y se encuentra recluida en un rincón de su casa. No te enfades mi Señora, no te enojes Soberana, que el día trece en el Hacho, jugarás con las cascadas, caracolas y corales, de esta tierra marinera, que llegando el mes de mayo te ha aclamado como Reina.
¿Porqué la Madre de Dios no presidía el presbiterio ante la inminente bendición de su divina imagen, ante la veneración de sus fieles hijos y con ese santo hijo suyo que la miraba desde lo alto de su camarín?. La verdad es que no le encuentro una explicación lógica, aunque la lucha por la verdad es una larga paciencia como he dicho antes.
Ni siquiera tiene sentido por tratarse de una imagen de devoción particular con proyectos de rezos de rosarios de la aurora en el mes de mayo para deleite de las almas que aún madrugan para venerar y pedir intercesión  a la Madre de Dios en estos momentos en los que no está de moda, ni bien visto, ni es políticamente correcto rezar en privado y mucho menos en público vaya a ser que alguien se enfade o le moleste el ruido.
Este aspecto externo, policromo y variopinto de la Sociedad Caballa es la que a menudo ha captado con estrecha y superficial visión la abundante literatura sobre el tema, la óptica necesariamente equívoca del pagano de turno que sólo puede percibir - de tan complejo – el aparato externo del culto, ya que no ha sido tocado por el Espíritu Santo, e incluso la empatillada actitud de personas que bienintencionada, crítica o falazmente solo se detienen a enjuiciar una cara de la moneda, sin plantearse que más allá del juicio e inclinación personal existen factores de peso, coyunturas históricas, tradiciones religiosas pertinazmente arraigadas en la sociedad, cultura y carácter ceutíes y motivaciones psicológicas y artísticas que han fraguado una forma peculiar de sentir la vida de María Santísima. Eso es la RELIGIOSIDAD POPULAR (Meslin, Univ. de Québec) una busqueda de relaciones con lo divino que sea más sencilla, más directa y más rentable. Más sencilla en un intento de superar una forma de praxis religiosa demasiado intelectualista, demasiado conceptualista, cerebral, abstracta, “dogmática”. Más directa en el rechazo a unas mediaciones clericales entre el hombre y la divinidad en cuanto son más obstáculo y muro opresivo que comunicación y servicio.
No se puede permitir que se destierre el rito de la bendición de una imagen a una casa de hermandad, teniendo una cofradía de acogida que le ofrece el presbiterio del altar de su Sagrada Imagen Titular para presentarla en su puesta de largo ante los fieles, no se puede permitir una fórmula de bendición ceremonial que no llegó ni a las recordadas faenas de aliño que llevaba a cabo el Faraón de Camas cuando no le gustaba el morlaco que tenía en suerte. No se puede permitir que la imagen no estuviese escoltada por dos simples cirios encendidos que simbolizaran la luz de cristo Resucitado que ilumina la negrura de este mundo que nos ha tocado vivir. No se puede permitir que ni los que se encontraban a escasos centímetros de la imagen pudieran escuchar las palabras de la fórmula de bendición solemne.
Así se ve y se está viendo la Iglesia del siglo XXI, cada vez hay menos fieles, cada vez están más vacíos los templos; ya se sabe que como dice el Pastor: “Con estos bueyes me ha tocado arar” , deberían aplicarse el cuento, sino fuera por las hermandades que dan culto a una imagen, todo quedaría relegado a pequeños grupos parroquiales metidos en años sin relevo generacional, a grupos y prelaturas que invaden las parroquias y se hacen dueños y señores de las mismas, y que también se acaban aburriendo del pastor de turno y se buscan uno que les baile su misma música con o sin consentimiento de éste.
Ya lo dijo San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, Ay, hijos míos por un pecado que tal vez durará un solo momento, la Soberbia, un castigo que durará toda la eternidad. Lo más terrible de ese pecado es que cuanto más domina al hombre, menos culpable se ve este del mismo: en efecto, jamás el orgulloso querrá convencerse de que lo es, y jamás reconocerá de que no anda bien, todo cuanto hace y todo cuanto habla está bien hecho y bien dicho. En efecto, aunque tuviésemos todas las virtudes, si nos faltase la humildad, nada tendríamos. Podemos abandonar toda nuestra fortuna a los pobres, llorar los pecados durante toda nuestra vida, someternos a todas las penitencias que nuestro cuerpo puede soportar, pasar los años de nuestra existencia en el desierto, pero sino tenemos humildad habremos de condenarnos.
Y recordando de nuevo mi pregón a San Antonio en el epílogo decía algo así como…
…que como decía el taumaturgo: “El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer, pero no vivir de acuerdo con lo que se cree”.
Queridos hermanos seguid a ese Dios vivo que anda por las calles de Ceuta en brazos de su Bendita Madre, aceptad el camino de confianza y sencillez que abre, aprended de El la realización y el cumplimiento.
No desesperéis nunca, porque siempre hay un Dios que espera. No sirváis a quienes no son dignos de ser servidos, mirad que cada uno es esclavo de quien triunfó en el. Dejad que sea Cristo quien triunfe en vosotros, porque la dignidad de la persona deriva de aquello a que sirve, de aquel a quien ama y para quien vive. Y al final de vuestra andadura comprended que el Hacho no es el Hacho, sino un vergel de vida, que el olor a verdes pinares, es su pueblo, empujado por estar un poco mas cerca de sus santo querido y admirado y de cómo deposita su Niño en los brazos de la Mujer que lo engendró.
Y de un súbito golpe de timón cual revirá airosa, en su paseo por el campo y sientiendo el oleaje rompiendo en los acantilados que lo circundan, entended que finalmente amaneceremos en el puerto seguro de su regazo de Madre Acogedora, La Reina de la PAZ que tanto añoramos. Y pensad para vuestros adentros que este capricho de Dios no lo describe un poeta ni lo refleja un pintor…
…Aferraos siempre que naufraguéis en vuestras vidas a su Bendita Imagen, sea la que sea, la de vuestra devoción…Es un mástil del que ninguna fuerza os podrá arrancar. Y cuando nos pesen las amarguras recordad que está siempre ahí, esperando siempre en su capilla. Y el que no tenga su imagen todavía que se la vaya buscando llámese África, Paz u Oliva…
Y ya lo sabes mi hermano…
No te avergüence llorar
Delante de la Señora
Que los hombres cuando lloran
Algún motivo tendrán
Y con el llanto mejoran.

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