Llega el regreso a las aulas. Nuestros hijos ocupan clases cuyas ratios son cada vez más elevadas. Se integran en colegios a los que les han robado espacios comunes para poder dar cabida a los nuevos escolares. Los profesores se las ven y se las desean para hacer frente a un nuevo curso que presenta más problemas que los anteriores. Los padres somos conocedores de su esfuerzo y no nos queda más que intentar colaborar para que todo funcione. Una colaboración que encierra un sentimiento de rabia por la dejación absoluta que las autoridades han tenido con lo que más debieran defender: la educación.
Secuestran los colegios arrebatándoles aulas, se cargan espacio colectivos para meter a más niños en unos centros que no dan más de sí. Esta es la realidad a la que nos enfrentamos, por mucho que nos la pinten de otra manera. Se construyen aulas de Infantil al lado de los baños (¡bendita cañería!, dirían algunos), desaparecen las bibliotecas, los pequeños rincones donde se hacía teatro o servía de biblioteca, el patio cada vez se hace más pequeño, las jornadas escolares conviven con el desarrollo de obras, los gimnasios desaparecen (si llueve, no hay ejercicio... total, ¿para qué?, pensarán otros).
Avergonzados por la situación ahora no queda otra que prometer colegios. ¡Coño! (como diría Vivas), si no prometen eso... ¿con qué cara se nos presentan? Ahora sí, ahora tocó hacer algo por la educación. Cuando la hemos dejado moribunda, buscamos hacerle el boca a boca a la desesperada. Antes nos preocupaba más convertir Ceuta en una penitenciaría construyendo la nueva cárcel en Fuerte Mendizábal, ésa que apadrinaron PP y PSOE. A los dos se les debería caer la cara de vergüenza porque su escala de prioridades ha demostrado muy poco querencia por el futuro de este pueblo. Urgía la cárcel, urgía la Manzana del Revellín con su blanco inmaculado que acoge desde mejillonás hasta las ferias gastronómicas que se inventan el Jaramillo pasando por las resacas del fin de semana. Esto es lo que nos han dejado.
Nuestros críos, sus gritos, sus emociones, el sueño de sus profesores por convertirlos en hombres y mujeres de provecho arropan una vuelta al cole complicada. La reflexión de quienes mandan no llega. Ellos nunca se equivocan aunque quiebren nuestro futuro.