- ¿Y por qué no vuelve a Ceuta?
- Porque no tengo dinero. Me robaron el bolso y toda la documentación en Algeciras.
Viste pantalón negro y camisa de flores. Protege su cabeza bajo un sombrero blanco y calza chanclas. Mirando a sus pies rápidamente nos damos cuenta de que la hinchazón de sus tobillos no es normal. También está enferma, de los huesos. Menos mal que cuando le robaron el bolso tenía, en la parte trasera de la furgoneta, un stock de medicamentos bastante importante. Al volante de una gran furgoneta blanca, “que no es de mi propiedad, sino de una asociación suiza que nos la ha prestado para hacer este traslado de material”, su intención solo era llegar a Zagora, una pequeña aldea del sur de Marruecos. Allí debía entregar las decenas de gafas, sillas de ruedas, muletas, bolsas de ropa y un largo etcétera de cosas que se apilan en la parte trasera hasta tocar el techo. Pero los agentes de la policía marroquí ayer destinados en la aduana del Tarajal decidieron que no. Que por ahí no podía pasar todo eso. Que necesitaba un papel. “¡Pero en el consulado de Marruecos en Algeciras ya me dieron los documentos y me aseguraron que con ellos no tendría ningún problema para cruzar!”, se queja sacando uno a uno de su carpeta todos los papeles.
“He llegado sobre las 11.00 de la mañana, llevo desde entonces intentando ponerme en contacto con la asociación marroquí con la que trabajamos pero no lo consigo. No sé qué hacer. Estoy perdida, muy perdida”, reconoce. Su rostro, impotente, es el fiel reflejo de la desesperación. Lleva más de seis horas colgada de los teléfonos. De un lado el francés, mediante el cual trata de buscar una solución con la ayuda de sus compañeras de la ONG. Todavía no ha contado su odisea a ninguno de sus dos hijos. Prefiere no alarmarles. Del otro el marroquí, mediante el cual intenta inútilmente que la asociación marroquí que debe recibir el material la auxilie. Hace rato que tiene claro que allí las autoridades marroquíes no van a mover ficha.
Cuenta, entre incrédula e indignada, lo que ha visto en sus horas de espera en el Tarajal. Agentes del país vecino con actitudes nada acordes con lo esperado. “Hace un rato pasó una familia, en una furgoneta cargada de cosas, con varios niños pequeños, y el policía le decía ‘esto mío’, ‘esto mío’, y por mucho que el padre se negara al final...”, lamenta. Quizás por no haberse plegado a lo que, por todos es sabido, se ve en la zona marroquí del Tarajal como algo normal ella está ahora como está. “Otros, directamente, le daban algo al policía sin necesidad de que éste les pidiera nada”, continúa explicando.
Ella no piensa consentir que nada de lo que transporta llegue a otro sitio que no sea el jardín de infancia que la asociación Fobdec, con base en la localidad de Beni Zoli, a 20 kilómetros de Zagora, tiene previsto poder impulsar para niños discapacitados. Y es que Kalima llevaba desde el 31 de mayo en Algeciras, esperando los documentos que Marruecos le exige. En teoría ya los tenía, o eso le dijeron... Y ahora, ¿qué? Kalima no sabe cómo dar las gracias. A una periodista de Casablanca por contar su historia a través de la web. A ‘El Faro’ por haberse interesado en su situación y haberse personado en el corazón de la frontera del Tarajal. Y a Cruz Roja Ceuta, que durante los próximos días le va a prestar su ayuda económica y logística hasta que entre el lunes y el martes consiga resolver su situación, le envíen dinero, y decidan qué hacer. A priori, su idea es partir con la furgoneta vacía a Marruecos para, una vez allí, resolver de una vez por todas el papeleo, regresar a Ceuta, volver a cargar la mercancía y viajar nuevamente hasta el sur del país vecino para, por fin, poder entregárselo a sus destinatarios. Si lo conseguirá o no es toda una incógnita. El periplo de Kalima de Estrasburgo a Marruecos está lleno de sorpresas. Una odisea con mayúsculas de la que espera, en unos días, poder salir victoriosa.
Unos días de impás en Ceuta para recomponerse y ver qué hacer
Cuando, sobre las 19.00 horas de ayer, ‘El Faro’ puso en contacto a Kalima con los responsables de Cruz Roja Ceuta para ver si, entre todos, se podía buscar una solución temporal al tema, Kalima reconocía no saber por dónde tirar. Una vez que reciba el dinero que le harán llegar sus amistades en Francia, hay varias alternativas. Una es volver a Estrasburgo y abandonar, de una vez por todas, la aventura. Eso sí, si hace eso sentirá que ha fracasado. La otra, que ayer ganaba fuerza, es descargar en Ceuta, arreglar el papeleo en Marruecos, y retornar en unos días para conseguir hacer llegar el material a su destino. Ante todo Kalima agradeció la generosidad de la institución ceutí, que se brindó desde el primer momento a echarle una mano. Un rayo de luz en medio de la oscuridad en la que se vio inmersa todo el día.