Nada funciona en los juzgados. Al menos como debiera. El gran proyecto judicial presentado a bombo y platillo con el que el Ministerio quería sacar adelante su eterna promesa de mejora en la justicia se ha convertido en una especie de broma. La NOJ parece sacada de cualquier tribunal de Castillejos para acoplarla, con calzador, en la justicia ceutí. Y como era de esperar no funciona.
Los juicios se eternizan sin motivo, los que tenían que comenzar a las diez de la mañana terminan haciéndolo dos horas más tarde... y con suerte. Hay vistas que se han suspendido, dejando en los pasillos con cara de circunstancia a testigos que han venido de la península, que han tenido que alterar su agenda para poder prestar declaración en casos relevantes que, al final, se han suspendido por culpa del experimento que cada vez tiene menos adeptos. Y mejor no hablar del sistema de comunicaciones, de los señalamientos, de los equívocos...
La Nueva Oficina Judicial, todo hay que decirlo, se implantó con críticas. Esas denuncias iniciales podían tener poco fundamento por cuanto el proyecto no se había implantado y ya parecía que había quienes querían morder antes siquiera de conocer. Pero ahora, conocidos los extremos del fiasco judical, resulta una tropelía defender lo que carece de defensa.
Podríamos pensar que los fallos de la NOJ sólo afectan a jueces, abogados, procuradores, fiscales (ya la ven venir)... para, siendo egoístas, concluir eso de allá ellos con sus historias. No seríamos egoístas, seríamos unos imbéciles porque precisamente ese mal funcionamiento del sistema judicial, producido por proyectos estrellados como éste, termina causando un efecto pernicioso en la sociedad, que no es otro que el de la indefensión. Porque así es como puede sentirse el ciudadano cuando espera una justicia ágil, un sistema que funcione, que le dé respuestas rápidas, que termine poniendo un poco de claridad en esta vida de despropósitos que nos está tocando vivir.
Muy al contrario. Estamos perdiendo la efectividad de áreas con buenos profesionales que funcionaban a la perfección. Si queremos conformarnos con una justicia made in Castillejos, entonces vamos a dejarnos llevar por estas apuestas políticas que nacieron con demasiadas promesas para terminar estrellándose en el pozo de la realidad. Si todavía quedaba un hueco en el que poder asomar la cabeza para respirar, poco a poco lo vamos a perder. Sin justicia efectiva, qué nos queda.