“Ayer echamos a 16 de aquí, y desde esta mañana estábamos indicando a los que veíamos que se marcharan”.
Así se expresaba ayer noche el responsable de la planta de residuos del Hacho, horas después de que la Guardia Civil rescatara, de entre las basuras de un contenedor, el cadáver de un inmigrante subsahariano. En su rostro la preocupación, al igual que en los rostros del resto de trabajadores de la planta de tratamiento de basuras. Temían que llegara este momento, lo habían incluso advertido, y ayer, un fatal accidente hizo que los temores se convirtieran en realidad.
Pasadas las tres de la tarde y después de una mañana en la que tanto los propios trabajadores de la planta como la Guardia Civil habían expulsado a varios inmigrantes que pretendían meterse en los camiones, se producía el accidente. Uno de los camiones que se dirigía hacia el puerto con un contenedor cargado de residuos y abierto por su parte superior volcaba justo a la salida de la planta. Según los primeros informes de la Policía Judicial del Instituto Armado, se habría producido una desestabilización del habitáculo que, repleto de basuras, cayó al suelo volcando toda la carga que portaba. Una patrulla de la Guardia Civil que se encontraba en el recinto de la planta inspeccionando los contenedores que allí se encontraban, observaron directamente el accidente del camión, a consecuencia de un desplazamiento lateral de la carga, interviniendo de inmediato.
De su interior salió un argelino, Otsmani Islami, de 33 años, y residente en el CETI. Fue él quien avisó a los agentes de la Guardia Civil que se encontraban patrullando la zona de que en el interior viajaba un subsahariano y que se encontraba mal. Aplastado por la carga, había quedado atrapado. La Guardia Civil tuvo que hacer uso de un guía canino y dos grúas de gran tonelaje para, con la intervención de unos 13 agentes, intentar localizar el cuerpo del joven. Se trataba de Paul Charles Nlend, un camerunés de 33 años que llevaba pocos meses en el CETI.
A las 17.30 horas se conseguía localizar el cuerpo, ya sin vida. Muy cerca del accidente la Benemérita localizaba las únicas pertenencias con las que Paul pretendía su viaje: una manta, un teléfono móvil, una fotografía y varias prendas, que ya obran en poder de la Policía Judicial, que ha abierto una investigación para esclarecer los hechos. Pasadas las siete de la tarde, se ordenaba, ante la presencia de la juez, el levantamiento del cadáver que fue trasladado por la Funeraria Curado al cementerio para la práctica, hoy, de la autopsia que determinará las causas exactas de su muerte.
El rescate del fallecido fue laborioso ya que había que localizar su cuerpo entre kilos y kilos de basura volcada por el contenedor. Los mismos agentes que localizaron el cadáver de Paul Charles fueron los que rescataron al conductor del camión, que se había quedado atrapado dentro del vehículo, sin poder salir al exterior por su propio pie. Los agentes tuvieron que romper los cristales traseros del vehículo para, por ahí, sacar al conductor que resultó con heridas leves.
Lo sucedido ayer pone el punto y final a una crónica migratoria marcada por las advertencias, por las denuncias y por la presión que, de manera constante, ejerce la población migratoria para buscar la salida.
Los propios trabajadores y responsables de la planta de transferencia intentan, a diario, y por sus propias vías, ahuyentar a los subsaharianos. También, de un tiempo a esta parte, se había hecho palpable la presencia de unidades de la Benemérita y Policía Nacional cuyo único cometido pasa por realizar batidas y, con su presencia, hacer que los inmigrantes desistan de su actitud. Poco más. La presión es de tal calibre que no se ha conseguido eliminar esta práctica.
24 horas antes de este dramático episodio ‘El Faro’ publicaba un reportaje informando de que cada vez más los inmigrantes estaban intentando, a la desesperada, introducirse en los contenedores abiertos, como el del accidente de ayer. “Sabemos que corremos peligro pero queremos la libertad”, indicaban algunos de los que pudo entrevistar este medio.
Ayer mismo, desde las ocho de la mañana, los inmigrantes se acercaban a la planta de residuos para intentar colarse. “Les decimos que se vayan, pero no son como los inmigrantes de antes. Éstos se plantan, te echan cara, y se quedan hasta que intentan colarse”, apuntaban en la planta.
En ese grupo que intentaba encontrar el renuncio oportuno para colarse en uno de los camiones estaba Paul Charles. Y ayer no era la primera vez que lo intentaba. Según compañeros del CETI ya lo había hecho varias veces. Su ruta, casi diaria,nacía en el CETI y desembocaba en la planta de transferencia. Otros compatriotas intentan la ruta del puerto. Allí la Benemérita está rechazando una media de tres a cuatro subsaharianos cada día. Éstos buscan ocultarse en los bajos de los camiones, mientras sus compañeros buscan meterse en los contenedores de basura porque, saben, cuando éstos llegan al puerto nadie los registra.
La muerte de Paul Charles es la tercera conocida que se produce en la planta de residuos. Hace ocho años un padre y su hijo, ambos magrebíes, fallecieron aplastados dentro de un contenedor lleno de basuras. Ambos se habían escondidos tras ser desalojados de una vieja casa militar que ya no existe, en pleno camino del cementerio.
En la planta de transferencia saben de esta situación. Y precisamente por eso, por ese temor existente y por la necesidad de responder a la cada vez mayor presión migratoria, habían comenzado a construir un muro de seguridad para impermeabilizar toda la zona. A esto le habían añadido cámaras de seguridad y la labor constante de los trabajadores que cada vez que detectan a un inmigrante merodeando por la zona lo rechazan. Es el pan nuestro de cada día, pero un arma que no puede vencer una realidad, la que desde hace meses se registra en el Monte Hacho.
En sólo el mes de diciembre 33 subsaharianos han abandonado el campamento. Ahora se desconoce su paradero, pero se sospecha que han conseguido llegar a la península por esta vía, escondidos en los camiones.
“Sé de un compañero que lo ha conseguido”, comentaba Stephane, uno de los francófonos que 24 horas antes de la muerte de Paul Charles hablaba con ‘El Faro’. “No me da miedo la muerte porque quiero mi libertad”, añadía Samba. Y como ellos son varios los subsaharianos que continúan en la búsqueda de una salida sin tener en cuenta sus fatales consecuencias.
El cadáver de Paul Charles fue rescatado ayer por las unidades de la Benemérita. ¿Pero cuántos otros se habrán perdido en el camino y nunca se han encontrado?
3 Diferencias con otros paises
La inmigración irregular da lugar a múltiples formas de buscar la salida de los indocumentados. Es ésta, la ocultación dentro de los contenedores, la que más riesgos trae. Aún así es la que más están explotando los subsaharianos porque ven en ella resultados. Ahí está la clave.
Lo consiguen:
1 - Ya son varios los inmigrantes que han conseguido llegar a la península por esta vía. Y eso crea un efecto llamada. Los subsaharianos cuando consiguen con éxito alcanzar el otro lado llaman a sus compatriotas del campamento y les cuentan cómo han marchado. Es por ello que eso genera un efecto llamada y lleva a más subsaharianos a intentarlo. Algunos de los que han hablado con este medio cuentan que conocen a compatriotas que han cruzado y lo han hecho ocultos entre basuras. Por eso no les importa el riesgo. El líder del grupo de cameruneses que provocó los recientes motines, apodado ‘el general’, consiguió llegar oculto en estos camiones tras varios intentos.
el riesgo
2 - Los subsaharianos no siguen esta ruta engañados. Confiesan a este medio que saben del riesgo que corren, que saben que otros inmigrantes han muerto pero eso no les supone traba alguna para intentar escapar del lugar. A diario llegan hasta la planta, acosan a quienes allí trabajan e intentan despistarlos para colarse en alguno de los contenedores. Ya dentro se tapan entre las basuras y ya es harto complicado que alguien les descubra. Cuando llegan a la península salen. Ayer, en Algeciras, se rescató a un magrebí que había llegado al puerto enganchado con unas cuerdas a los bajos de un camión. Se salvó gracias a la rápida intervención de los trabajadores del Puerto de Algeciras.
las mafias
3 - Donde hay desesperación hay mafias. Y en el entorno del Hacho también. A la presencia de inmigrantes en busca de una escapada se ha sumado, en los últimos meses, la presencia de vehículos sospechosos que frecuentan el lugar. Este medio ha sido testigo de cómo se acercan a los subsaharianos, en algunas ocasiones los cargan, en otras son estos propios coches los que los trasladan a otro lugar. Esto apunta la posibilidad de que este tipo de intentos estén organizados por grupos que buscan transformar la desesperación en un negocio.
Imágenes de una tragedia
El cadáver fue trasladado al cementerio por los trabajadores de la funeraria Curado. El levantamiento del cuerpo tuvo lugar tras la presencia de la juez de guardia y el médico. Después se procedió a su traslado a la sala forense en donde hoy se le practicará la autopsia. Todo apunta a que las causas de la muerte fueron la asfixia, tras quedar aplastado por las basuras que le habían servido de camuflaje. El otro inmigrante que le acompañaba es argelino y también residente en el CETI. Al igual que Paul Charles, Otmani había intentado en varias ocasiones escapar oculto en alguno de los camiones que, cargados de basura, se dirigen al puerto. Los inmigrantes eligen aquellos contenedores que van abiertos, en donde les es más fácil colarse y taparse con las propias basuras. Acostumbran a viajar con doble ropaje y una bolsa con escasas pertenencias para el trayecto.
Contenedores de peso. Estos son los contenedores que repletos de residuos se trasladan desde la planta del Hacho hasta el puerto. Algunos inmigrantes se esconden aquí pero otros intentan colarse en la curva del antiguo hospital civil.
Vigilancia. La Guardia Civil y la Policía Nacional realiza patrullas por el monte y también por la zona, pero son actuaciones insuficientes para frenar los intentos de escapada a la desesperada que también tienen lugar en el puerto. Allí cada día se rechazan hasta cuatro inmigrantes de media, en el Hacho lo que se hace es instarles a desistir en su actitud. Además la empresa construye un muro para impermeabilizar la zona pero que no resulta obstáculo que frene la desesperación en la que se encuentran quienes llegan hasta la ciudad autónoma completamente engañados.