“La montaña no es más arriesgada que la vida cotidiana, pues al final tú decides”

‘Great Himalaya Trail’, que muestra la aventura que llevó a Javier Campos a ser el primer hombre en cruzar en solitario en invierno el Himalaya, es hoy el eje de las jornadas de montañismo. El protagonista estará aquí Responde ipso facto cuando se le interroga sobre cómo escribe sus historias en la libreta que siempre le acompaña, pues a determinadas temperaturas la tinta del bolígrafo seguro que se congela. “Llevo lápiz”, cuenta entre risas. Es solo una de las miles de anécdotas que la dilatada experiencia aventurera de Javier Campos Duaso almacena. Hoy será la estrella invitada en las IV Jornadas de Difusión de los Deportes de Montaña donde mostrará el documental rodado durante su último reto: cruzar en solitario y en invierno el Himalaya. Una experiencia que a partir de la próxima semana también podrá conocerse a través del libro ‘El país azafrán’. ¿Por qué ese título? Las túnicas anaranjadas de los monjes budistas tienen la respuesta.
–El primer hombre en cruzar en invierno y en solitario la Alta Ruta del Himalaya. Un  honor, ¿no?
–En el mundo de la aventura a todos nos gusta intentar ser el primero en algo dentro de que los deportes de montaña no son demasiado competitivos. Es una cuestión muy personal de superación de límites, de intentar ponerte a prueba, pero no se puede comparar con la satisfacción que a lo mejor tienen otros deportes con más prensa y en los que hay un público pendiente de ti. Es un tema mucho más personal. Todos empezamos por montañas pequeñas, vamos apostando por cimas más altas hasta que llegado el momento tratas de embarcarte en algún otro desafío más original.
–Habla de superación, ¿qué le aporta rebasar sus propias marcas? ¿Hacer el más difícil todavía?
–El viaje en sí, sea de aventuras o de otro tipo, es un elemento de crecimiento. Siempre digo que el viaje debería ser una asignatura universitaria. Conoces otras culturas, te pones a prueba a nivel físico y también mental... Son cosas que te hacen, creo, incluso mejor persona si tienes la intención de que te aporten cosas. Voy buscando experiencias que me hagan descubrir donde están mis límites y cómo poder superarlos, es algo que después puedes trasladar a la vida cotidiana y superar los problemas del día a día que ahora no son pocos.
–Ha ascendido montañas de todo el mundo. Si le pido que me elija solo una, ¿cuál sería?
–Esta última aventura en el Himalaya, por la importancia que ha tenido y por la extensión del viaje creo que es la más interesante, pues he conocido la zona en invierno que es cuando no hay turistas porque no se hacen expediciones. Ha sido como un viaje en el tiempo. Conocer cómo es la cultura al pie del techo del mundo hace siglos, cuando no estaba modificada por la llegada de los occidentales. En ese sentido ha sido muy interesante y, a nivel deportivo, son casi 2.000 kilómetros a pie en solitario. Eso es un reto con mayúsculas.
–¿Hasta qué punto no se le puede considerar un ‘loco’? Más de uno le habrá llamado así en alguna ocasión, pues conocemos bien casos de personas que pierden la vida o resultan gravemente heridos. ¿Cómo medir los límites?
–Son actividades que obviamente tienen riesgos y es verdad que la gente nos considera un poco locos y, al asumir esos riesgos, lo podría parecer. Pero también es verdad que con los años que tengo y la cantidad de expediciones que he hecho ya, si sigo vivo es porque un poco cuerdo estoy, ¿no? Es muy importante valorar de una forma equilibrada hasta dónde puedes arriesgar. No creo que los deportes de montaña sean más arriesgados que la vida cotidiana, pues al final eres tú quien decide hasta dónde quieres llegar y, cuando estás escalando, casi siempre tienes la opción de, en un punto determinado, renunciar, dar media vuelta y volver a casa. Aprender a valorar esos límites y hasta dónde no sobrepasarlos te convierte, más que en un loco, en una persona muy cuerda.
–¿Cómo le nació el ‘gusanillo’ por la montaña?
–La verdad es que no lo sé. Creo que casi todos los niños y jóvenes tienen, entre sus actividades preferidas, el ir de acampada a la montaña, estar con los amigos en la naturaleza. Si empiezas por ahí y sigues saliendo, si vas ampliando los límites geográficos y la altura a la que vas subiendo al final puedes embarcarte en expediciones de este tiempo. Me parece que casi cualquier niño entre 8 y 12 años si lo llevas de excursión le gusta, si le invitas a dormir en una tienda de campaña le gusta. Imagino que empecé de esa forma y luego me dejé enganchar por la montaña y, cuando te llama, es difícil decirle que no.
–Además de aventurero es operador de cámara, ¿su amiga inseparable?
–Sí, hace ya muchos años que voy con la cámara encima y ha llegado un momento en que no entiendo una expedición si no me sirve para poder contar luego una buena historia. Es una vocación y, en ese sentido, en la travesía del Himalaya quizás lo que más me atrapó cuando decidí emprenderla fue el poder contar una historia diferente a lo que estamos acostumbrados a ver de allí. Algo distinto a lo hecho por ‘El filo de lo imposible’ que, si no digo que esté pasado de moda, sí que ya lo hemos visto varias veces. Me pareció que esta travesía, mucho más antropológica y cultural, tenía una gran historia detrás. Siempre que me embarco en una expedición trato que tenga algo que contar.
–¿Me cuenta una historia concreta del Himalaya? Seguro que conoció muchísima gente...
–En tres meses caminando solo por el Himalaya, ¡se puede imaginar! Me topé con todo tipo de personajes pero por curiosa elijo la que me ocurrió en una aldea. Tenía que subir a un paso de 5.000 metros que tenía mucha nieve y los aldeanos me decían que no lo intentara, que era muy peligroso. Yo estaba muy enfadado porque todos me decían eso y, claro, yo entendía que era porque había mucha nieve... pero no. Al final un tibetano me dijo “no es por la nieve, sino porque te va a comer el yeti”. ¡Hablaban totalmente en serio! ¡Todavía creen en el yeti! Fue como de repente verme embarcado en un libro de cuando era pequeñito.
–Tendría que utilizar el lenguaje gestual en muchos casos, ¿no?
–En Nepal hay dos partes muy diferenciadas. En las que se practica ‘trekking’ de forma habitual en los valles del Everest, el Anapurna... donde todo el mundo habla inglés. Y luego las zonas sin turismo de montaña. Ahí, como he viajado mucho a Nepal y hablo un poco de nepalí, tengo un poco de ventaja si bien es cierto que allí no había manera de entenderse. Pero cuando lo que buscas es un sitio donde dormir o un plato de nevera siempre consigues que te entiendan.
–Al mencionarme el Anapurna recuerdo a Iñaki Ochoa de Olza y la película ‘Pura vida’ estrenada recientemente. ¿Cuánto de especial tiene la relación que nace en la montaña entre los compañeros?
–Es una comunidad con lazos muy fuertes. Algo que va más allá del vínculo de sangre, pues te estás jugando la vida con ellos. Y aunque hay normas que están muy claras, pues cada uno ha de vigilar por su propia vida, cuando hay un compañero en problemas te la juegas por él porque ninguna otra cosa tiene sentido. La historia de Iñaki fue muy dolorosa, no solo para sus amigos, sino también para quienes no lo conocíamos pero sabíamos bien el tipo de persona que era. La película ha tenido mucho éxito porque se ve esa hermandad unida a un personaje muy carismático.
–¿Qué tiene ya en mente?
–Una aventura en Siberia en pleno invierno para hacer una travesía quizás más fría que la del Himalaya. A ver si somos capaces de aguantarla. Llegaríamos hasta -30 y -40 grados bajo cero.
–¿Cuándo se jubila un montañero?
–Este deporte te permite una longevidad casi ilimitada, la prueba está en Carlos Soria, que con 73 años sigue escalando ochomiles. No hay límites más allá de lo que te marque tu cuerpo. Además la montaña es tan amplia que quizás ya no puedas ir al Himalaya pero puedes andar en Los Pirineos. Uno deja de ser montañero el día que se muere.