Opinión

La mercancía

Son escenas que acostumbran a repetirse en la frontera. La Guardia Civil recibe órdenes y se empieza a controlar a todas aquellas personas que salen a Marruecos con bolsas. Las medidas llegan al extremo de registrar bolsa por bolsa o de permitir que cualquiera que lleve una maleta, chilaba y pañuelo tenga que ser ya etiquetada como porteadora, impidiéndosele que cruce al otro lado con sus pertenencias. El tiempo del control dura lo que manda la clase política, existiendo periodos en los que nada se controla o pasando al actual, en el que se frena la salida de cualquiera que porta una bolsa de patatas y una botella de refresco. No, no estoy exagerando, es la verdad. Ha ocurrido, y no una vez en plan ‘anécdota del día’. Muchas más.
Incluso mostrándo el ticket de compra se ponen problemas. Los GRS son convertidos en controladores de la mercancía, se utiliza a una unidad especializada en control de masas para ejercer un registro de bolsas portadas por hombres y mujeres, mientras dejamos el perímetro confiado a la colaboración marroquí. Eso sin contar la forma en que se disponen los turnos y los horarios, que también sería digno de crítica haciendo la comparativa de cuánto agente por cruce hay y a qué Cuerpo pertenece cada uno.
La población se queja. Normal. En una ciudad en la que las normas se aplican según conveniencia nada puede entenderse. Hoy se controla hasta extremos inconcebibles la salida de mercancía a Marruecos, mañana puede que se gire la orden contraria según la impresión o presión al político de turno. No hay un criterio único ni una norma que sirva para que la gente no proteste, porque la misma es cambiante. Hoy la mayor presión se encuentra en el espacio fronterizo y ahí es donde se dirigen todas las órdenes a pesar de que hace unos meses, con el mismo problema de porteadores, dejaban salir a cientos de mujeres a la carrera con los bultos a sus espaldas, aunque esto, según decía el delegado en otra de sus gloriosas manifestaciones, no eran avalanchas.
Gente que desembarca en Ceuta y marcha a Marruecos con su maleta no puede cruzar, ciudadanos que vienen a comprar tampoco pueden sacar sus bolsas, trabajadores que regresan a Marruecos con cuatro adquisiciones del mercado son tildados de porteadores... las órdenes son ejecutadas a pie de frontera por una administración que gusta demasiado del verbalismo, no sea que luego le vengan a ella los problemas si de las quejas verbales se pasan a las denuncias formales. Ahí, entonces, la cosa ya no es que cambie, es que acojona.

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