La mente es algo extraordinario en la maravilla que es el conjunto del cuerpo humano; incluso cuando se descansa después de un día cargado de problemas o de esfuerzos físicos - y no pocas veces la suma de los dos - la mente sigue recorriendo todo cuanto se ha hecho y lo que se ha dejado de hacer y a veces ese examen ayuda al descanso y en otras ocasiones lo impide. No es fácil engañar a la mente ni despreocuparse de ella, aunque en no pocas ocasiones se obre en contra de lo que la mente nos está indicando e incluso se invoca el principio de la libertad como escudo personal. Sea cual fuere el resultado de ese "combate", el ser humano tiene siempre la posibilidad de volver a considerar lo hecho y rectificar lo que sea necesario. No resulta fácil en el ambiente que hoy día se vive; pero es totalmente necesario.
Hace algún tiempo el Papa Juan Pablo II ofreció a todo el mundo un pensamiento muy bello, al tiempo que importante para toda persona. Dijo así: " Elevar la mente hacia lo que es sublime ". Ahora nos toca a toda persona hacer realidad esa indicación para tratar de lograr que en la sociedad mundial y en esa más próxima que es la de nuestro entorno, el de cada persona en concreto, la vida discurra por el camino de lo sublime, o sea de grandeza y sencillez admirables. No es algo imposible sino una realidad que es necesario construir, paso a paso, con la entrega personal a esa labor de hacer que la sociedad no sea algo sucio y lleno de trampas sino limpio y lleno de sencilla sinceridad. Hay que desterrar el engaño y el desprecio a las personas, considerándolas con la misma delicadeza que se desea para uno mismo.
Es muy cierto que existen serios y agudos problemas en la Humanidad y hasta parece, en algunas ocasiones, que las acciones entre Estados se convierten en algo así como juegos de niños aunque tengan un trasfondo muy serio y hasta puede que, en algún que otro caso, rocen la tragedia. Es ese el ambiente en el que vivimos, poco o nada cercano a la felicidad, pero precisamente por eso cobra una importancia especialísima el que el ser humano no olvide que debe elevar su mente hacia lo sublime, a la belleza excelsa de la verdad y del amor, lleno de generosidad. hacia la Humanidad. Ésta lo necesita muy seriamente y hay que dejar de lado toda idea pobre de contenido así como de palabras que a veces parecen arengas en favor de la desunión entre los componentes de la sociedad.
Al igual que el Papa Juan Pablo II nos ha invitado a "Elevar la mente hacia lo que es sublime", San Josemaría Escrivá de Balaguer, del que hoy día 26 de Junio es su festividad, señalaba que había que santificar el trabajo ordinario, que toda persona tenía la gran oportunidad de santificarse en su trabajo corriente, en el de cada día, cuidando a su familia y haciendo bien su trabajo ordinario, tanto el de los más altos niveles como los de los más modestos. Esto es, en otras palabras, "Elevar la mente hacia lo que es sublime", procurar con seriedad que la mente se oriente hacia la santidad en todo cuanto cada persona intervenga de alguna forma. Es dura, por supuesto, la batalla pero es la batalla personal de la vida, de la de cada ser humano que ama la Verdad y que quiere llevar el Amor a todas partes.
Hay mucha gente buena en el mundo, con ideas dispares entre unos y otros y es necesario que haya una línea de acción común, la de que la mente de cada cual se oriente hasta alcanzar lo sublime. No es fácil; no es cosa de un rato, de esos en los que no se tiene nada que hacer, sino de la vida toda - con las caídas que tengan que ocurrir - entregada al bienestar moral y material de la Humanidad. Es la verdadera misión del ser humano; elevar siempre la mente hacia la Verdad y luchar por ella.