La Ciudad auguró hace dos semanas que las obras de La Marina estaban a punto de tomar “velocidad de crucero” con el objetivo de que el paseo, ya remodelado, luciera nueva imagen como muy tarde a finales de marzo. Salvados los contratiempos que obligaron a estirar unos meses el calendario más allá de enero, la fecha en la que debían
haberse retirado las vallas, Proyecon ha pisado el acelerador para que los trabajos avancen hacia el que debe ser su tramo final. Y lo ha hecho con dos grupos de trabajo paralelos: el que va ganando metros con la nueva solería y la balaustrada en dirección a la Plaza de la Constitución y el que ha comenzado a dar forma al esqueleto de la pasarela que unirá la propia Marina Española con el Parque Marítimo.
Llamada a convertirse en el emblema de la obra, la estructura que sobrevolará la Avenida Compañía del Mar ha iniciado ya el encaje de su propio puzzle. La base que sustentará la pasarela estaba ya instalada a finales de diciembre, pero es ahora cuando los operarios están inmersos en ensamblar, junto a las puertas del Casino, las piezas fabricadas al otro lado del Estrecho. Por delante quedan al menos dos meses en los que el paso elevado, que quedará sujeto por tirantes, deberá avanzar poco a poco hasta posarse al otro lado de la calle, en la Marina.
El camino hasta que las grúas y operarios han podido comenzar a hacer su trabajo no ha sido fácil. La construcción de la pasarela –la que quizás sea la aportación más vistosa de un proyecto que sufrió varias modificaciones respecto al diseño original, con encontronazos políticos incluidos– se topó antes del verano con un obstáculo no previsto: un relleno más grueso de lo esperado en la zona sobre la que debía erigirse la base y que obligó a la empresa gallega a perforar a unos 15 o 16 metros de profundidad, en lugar de a los 10 que había planificado. Al contratiempo se sumó el del forjado en la superficie superior del parking: las ya famosas filtraciones –que obligaron a acometer la obra tras la sentencia judicial a favor de los propietarios de los garajes– y los defectos de origen de la construcción, de hace unas dos décadas, que dejaron al descubierto zonas en las que el hormigón no alcanzaba siquiera los cinco centímetros de espesor. Esos “vicios ocultos” forzaron entonces a Proyecon a detener la máquina, a acumular retrasos y a la Ciudad a aprobar un proyecto complementario presupuestado en torno a los 300.000 euros.
Con la pasarela en marcha, las filtraciones resueltas y la solería avanzado hasta los tramos finales, la obra de La Marina, uno de los grandes retos de la Consejería de Fomento en el último año, camina hacia su final tras el pistoletazo a los trabajos en mayo de 2014, aunque el acta de inicio se firmara casi un mes antes. Urbanismo cree que, pese a los obstáculos, las obran van “en plazo” y comienzan a ser palpables ya los resultados para el ciudadano. Los primeros tramos, de hecho, se han abierto al tránsito peatonal de forma escalonada y lo continuarán haciendo en las próximas semanas.
Con una inversión inicial de 2,7 millones de euros, muy por debajo del presupuesto inicial y a los que posteriormente se sumaría el proyecto complementario, los trabajos desarrollados durante los últimos meses se centraron, en una primera fase, en demoler estructuras y en levantar el pavimento bajo el que se filtraba el agua a los garajes. La segunda fase, clave porque incluía la impermeabilización del firme, dio paso a una tercera, aún en marcha, que engloba la colocación de la balaustrada y del mobiliario urbano y el despliegue de la pasarela bajo la que discurrirá el tráfico.
Fomento ha optado durante todo este tiempo por hacer bueno el consejo que ya deslizara el equipo redactor del proyecto el paado verano: no forzar la máquina “porque en las obras los plazos no son matemáticos” y el fin primordial no era otro que lograr la impermeabilización tras una sucesión de ensayos y pruebas de estanqueidad que confirmasen que, efectivamente, se había pasado la página de la humedad y las filtraciones. “De nada serviría que el paseo quedase muy bonito y los problemas persistieran. Volver a levantarlo todo sería entonces un fracaso”, auguraron entonces los técnicos de Urbanismo y el tiempo parece haberles dado la razón.
Los primeros tramos, reabiertos
Cerrada al tránsito durante meses, La Marina ya reformada volvió a ser transitable en sus primeros tramos la pasada semana. No en su totalidad, porque las vallas aún limitan el paso en la zona más próxima a la balaustrada, pero al menos el camino que transcurre hacia la altura de los Baños Árabes ha sido ya redescubierto por los peatones. Hay nueva solería y decoración estrenada bajo las fuentes, con mosaicos blancos y negros que reproducen los colores de la bandera de la ciudad.
El pavimento, de piedra natural, marca un trazado de líneas diagonales que, según el equipo redactor del proyecto, ofrece al peatón una sensación visual de mayor amplitud que antes. “Es un juego óptico que, sin embargo, permitirá a quien pasee sobre él percibir las dimensiones reales de La Marina”, aseguran. Bajo los pies de esos paseantes, baldosas alternas de dos tipos de calizas y una tercera granítica con combinaciones cromáticas (blanco salpicado de tonalidades verdosas, beiges y cremas). Para evitar sorpresas como las del Paseo del Revellín, están revestidas con una capa antideslizante que evitará caídas.
El otro elemento más visible es la balaustrada, que rompe con un diseño de décadas. Ha variado el color, pero también el material utilizado, que sustituye el tradicional hormigón por un granito más estilizado y de diseño actual. Por delante queda aún la instalación del mobiliario urbano, que también responderá a una estética contemporánea y, sobre todo, funcional. De hecho, se ha puesto especial énfasis en que sea fácilmente transportable en caso de necesidad. Habrá, por ejemplo, maceteros amplios y se procurará que la iluminación, que se consideraba algo pobre, gane fuerza en una de las grandes arterias de la ciudad.
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