Mientras una gran parte del planeta está celebrando la llegada de año del gallo, lo cierto es que todas parecemos ancladas en la podredumbre generalizada que produce vivir en ese perpetuo escenario donde la carroña campa, como siempre, a sus anchas.
En una sociedad transformada en probeta de ensayo, todo está programado para que nada falle en el eternamente repetido ejercicio de doma al que estamos sometidas. Así, nos encontramos todas absolutamente anestesiadas, dirigidas, condicionadas y amordazadas con el único objetivo de que jamás se escuche una voz discordante que contradiga las consignas de la dueña de la plantación. Faltaría más.
Cuando las esclavas del algodonal, en contadas ocasiones, se envalentonan y osan situarse contracorriente, se sueltan los anticuerpos de la Libertad.
Como si de perros de presa se tratase, generan el veneno que inocula el virus social necesario para paralizar cualquier acción reivindicativa, o simplemente una mera defensa de los derechos civiles. Todo tiene que estar bajo control, siempre.
En realidad, nada cambia en el ejercicio del Poder, sólo varían los métodos –cada vez más sofisticados, por cierto- y siempre en consonancia con la educación de las esclavas.
Evidentemente, el arma de alienación masiva más utilizada sigue siendo el miedo, un miedo que provoca desconfianza y, por tanto, enfrentamientos viscerales.
Y es que si las consignas políticamente correctas no son suficientes para obligarnos a adoptar la cómoda actitud de meter la cabeza debajo del ala, entonces es cuando se utiliza ese miedo tan eficaz para empujarnos a meternos debajo de la cama.
Unos cuantos chalecos repletos de explosivos, unas fascistas directrices bien dirigidas y todas acabamos desconfiando de todas, y hasta terminamos por odiarnos a muerte sin saber muy bien por qué. Inteligente estratagema, hay que reconocerlo, porque siempre funciona al milímetro.
Y el siguiente escalón es buscar el verdadero chivo expiatorio, y en ello estamos ya.
Si en una primera fase nos han inculcado la cretina idea de que todas las que rezan a Alá son sospechosas de ser asesinas en serie, el próximo paso será el de siempre. El plan de criminalizar a las creyentes musulmanas se está desmontando por sí solo, afortunadamente. Curiosamente el animal de Trump está ayudando a este fenómeno con su demostración de patética islamofobia, teniendo en cuenta que el todavía presidente de los Estados Unidos no deja de ser un burdo señuelo que ayuda a enmascarar el verdadero poder. Por cierto, no se nos vaya a olvidar con tanta fanfarria de taradas que el mayor número de víctimas de las cerdas asesinas que dicen creer en el Islam –cuando en realidad sólo adoran la muerte y la destrucción- son las propias musulmanas. Apunte necesario por eso de refrescar nuestra frágil memoria.
El caso es que, una vez pasada esta ola descerebrada que impide el refugio a quien huye de la guerra, ya está preparado el recambio para mandar a la hoguera a las culpables de todos los males. Los partidos de extrema derecha están alcanzado altas cotas de poder en toda Europa (España es una feliz excepción, quizás por los 40 años de dictadura); eso ya es una evidencia. Estos fascistas de nuevo cuño ya tienen claro a quién deben apuntar como el causante de todos los males, y lo dejan patente.
Así pues, cuando la opinión pública termine por repudiar la “caza del moro” (y en ello estamos, insisto, afortunadamente) las nazis contemporáneas, avaladas por los votos populistas de la desesperación, alzarán la esvástica de turno para sacar a relucir el antisemitismo siempre latente y, obviamente, iniciarán al mismo tiempo la persecución de la masonería y sus supuestas conspiraciones internacionales. Ambas situaciones siempre van de la mano, no lo olvidemos.
¿Y qué ocurrirá entonces? Pues muy probablemente que la crisis habrá alcanzado un nivel tan brutal que, en ese momento, todas las ciudadanas se emplearán a fondo contra los supuestos culpables de todos los males: judíos, masones y librepensadores. Insisto, un clásico.
¿Exageraciones? Un ligero repaso a los libros de historia demostrará que no.
Con unas sofisticadas campañas de intoxicación bien enfocadas y dirigidas que provoquen el odio a las “verdaderas enemigas del pueblo”, el imaginario popular ya estará maduro para aceptar cualquier situación totalitaria, por muy inverosímil que hoy en día nos pueda parecer. Desgraciadamente, las fosas comunes y los hornos crematorios se llenaron en su día de inverosimilitudes como estas.
En ese momento habremos entrado de lleno en “la era de los buitres”. Esa en la que los mercaderes de muerte se frotarán las manos, atiborrándose de dinero ensangrentado en sus cuentas de paraísos fiscales alimentando [más] guerras mundiales o similares.
Quizás algunas opinen que este H2SO4 está cargado de tremendismo y de exageraciones descabelladas, más propias de baratas teorías de la conspiración que de frío análisis… Ojalá fuese así, pero desgraciadamente las hemerotecas se empeñan en evidenciar lo contrario.
Es, pues, hora de elegir: o marchamos todas en manada escoltadas por los buitres hacia un nuevo holocausto o rechazamos el pensamiento único y demostramos que nos merecemos la denominación de homo sapiens. Aunque, sinceramente, tengo serias dudas respecto de esto último.
Como siempre usted sabrá lo que más le conviene. Pero, eso sí, el tiempo no corre precisamente a su favor. Avisada queda.
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