Dos de los seminaristas de la Diócesis en Cádiz y Ceuta narran sus experiencias y vocaciones
“En torno a la fiesta de San José, Patrón de las vocaciones sacerdotales, los seminaristas salen y van a distintos lugares de la Diócesis, a parroquias, colegios o institutos, para dar a conocer qué es la vocación sacerdotal y que los jóvenes tomen conciencia de la llamada que Cristo hace a tantos de ellos”. De tal manera se expresaba el padre Andrés Muñoz, formador de seminaristas y antiguo vicario parroquial de la Iglesia de África, mientras junto a él, atentos y con ilusión en la mirada, escuchaban Diego Cano y José María Contreras, alumnos de 3º y 1º de Teología respectivamente. “Es una vida llena de alegría, de felicidad, que da plenitud y que para esta sociedad es un poco desconocida”. “Queremos concienciar a los fieles cristianos para que recen”, indicaba también el padre Andrés.
Natural de Cádiz, ciudad en la que nació hace 26 años, Cano señala, explicando cómo fue y sintió la llamada de Dios, que “tengo la suerte desde que pequeño he estando en un ambiente cristiano, cerca de la Iglesia. Con el tiempo he madurado la fe y a los catorce años sentí que el Señor me llamaba. Luego fui a ver a Juan Pablo II a Cuatro Vientos y esto me marcó mucho”. “Cuando el Señor me llamó”, sigue, “mi primera reacción fue un poco de miedo, de duda sobre si seré capaz de afrontar. Me fui a Madrid a estudiar Arquitectura pero conforme pasaba el tiempo e iba profundizando en la oración y en la práctica sacramental, cada vez veía más claro que el Señor me pedía otra cosa y yo estaba perdiendo el tiempo haciendo aquello. Al dar el paso, comprendí que el Señor te recompensa, que te da mucho”, cuenta con orgullo.
A su lado, siete años menos, Contreras, algecireño de madre caballa, cunea que “la práctica religiosa de mi familia se limitaba a vivir la Semana Santa pero yo me crié con mi abuela e iba más a misa, aunque, no obstante yo ‘pasaba’ un poco de la iglesia”. Sin embargo, la abuela de Contreras enfermó, luego se confirmó “y, poco a poco, fui descubriendo mi verdadera vocación y hoy quiero ir identificándome con Cristo cada día más, llegar a ser sacerdote”, indica el joven. Respecto a cómo es un día a día en el Seminario –actualmente son catorce los que estudian en la Diócesis de Cádiz y Ceuta–, el alumno, que cursa su primer año, relata: “Nos levantamos a las siete de la mañana, media hora después tenemos la Eucaristía y un rato de acción de gracia. A las ocho y media es el desayuno y a las nueve comienzan las clases,hasta las dos. La comida termina a las 14:45, tenemos un rato libre para tomar café, pasear o descansar, de 16:00 a 20:00 es el estudio, con una interrupción para merendar, luego tenemos la oración, la cena y a descansar”. A descansar, consideran, con el orgullo que supone haber sido llamado por Dios.
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