Opinión

La libanización de Ceuta

Una estancia en el Líbano y un paseo por Beirut es suficiente para percibir los contrastes entre seres humanos y vislumbrar las crisis venideras; nada mejor que estar en un polvorín socioeconómico para tomar conciencia de lo que se avecina. La densidad de población en el Líbano es abrumadora y su tráfico ensordecedor y abominable, la entrada o salida de la capital proporciona colapsos de tráfico de varias horas de las que no hay posibilidad de escapatoria. El territorio ganado al mar es también inquietante, como señala uno de los antiguos faros de la capital, ahora engullido por los modernos edificios que se enseñorean por doquier en la capital libanesa. Basta una lectura detenida de los interesantes y documentados atlas histórico y geoestratégico publicados por la universidad Saint Joseph de Beirut para entender que con más de 100 habitantes por kilómetro cuadrado y una producción de residuos industriales enorme, el Líbano es un territorio con problemas importantes de depredación territorial, polución y carestía energética. La sobrepesca alarmante promueve la captura de ejemplares de talla ridícula que indica la barbarie pesquera a la que está sometido el Mediterráneo. En el plano socioeconómico la “suiza árabe” de la época francesa ocupa el puesto 14 en cuanto a los ingresos anuales en dólares, pero no refleja las enormes diferencias existentes entre zonas del Líbano y, sobretodo, la separación de la élite económica del área capitalina con respecto al resto del país. En cuanto a la cuestión religiosa hay que aclarar que en el Líbano hay más de 17 comunidades religiosas distintas reconocidas en su territorio, y que la tolerancia religiosa no es uno de los fuertes de estas confesiones orientales; el propio Kahalil Gibrán (pintor, poeta y filósofo reconocido especialmente por su obra poética) fue excomulgado por la iglesia maronita por publicar su sensible e inocuo poema en prosa llamado “El Profeta”.

Debido a las convulsas relaciones políticas de intereses de la región en la que se encuentra enclavado el país, el Líbano es, en sí mismo, un polvorín siempre dispuesto a que le prendan la mecha. Sin embargo, ¿qué ocurre con Ceuta al hacer la comparación en relación al Líbano? Admitiendo que las diferencias son palmarias en cuanto a muchas cuestiones, como la extensión territorial, historia, mentalidad, etc., sí que hay otras que nos acercan inexorablemente en los aspectos conflictivos. Para empezar, Ceuta es un territorio sobreexplotado y con pocos recursos materiales con los que podamos comerciar; nuestro estilo de vida es insostenible en cuanto a la dilapidación de recursos y nuestra factura energética depende de la ayuda directa de la administración general del estado.

A diferencia del Líbano, en Ceuta hay escasa actividad emprendedora y se fomenta la dependencia a través del cordón umbilical económico con Madrid. En el Líbano, hay problemas evidentes de acceso a recursos económicos en manos de una élite, terriblemente superficial y consumista, que se atrinchera en guetos con sus propios sistemas de seguridad y en el que se pueden ver incluso alambradas. Mientras, se produce la fractura social hacia el lado de unas masas desheredadas cada vez más fanatizadas y presa fácil de los vientos religiosos que les proporcionen recursos económicos y munición para vengarse de tantos años de agravio. Los cortes de luz son diarios y provocados por un exceso de humanidad que los consume y que hace lo que haga falta para enchufarse con todo tipo de cableado, que no se llega a creer hasta que no se observa en directo.

Los ecos de la guerra civil siguen presentes al igual que la insidiosa presencia silenciosa de Siria y las pandas de milicianos que sectarizados en clanes de esta o aquella tendencia religiosa se reparten por el territorio urbano de Beirut al caer la noche. De la misma manera que las guerras de Israel son en parte por el acceso al agua (el 90% del agua de Cisjordania alimenta los cultivos israelitas), en el territorio libanés pueden estallar conflictos por tener acceso a la electricidad que ya forma parte del estilo de vida de la mayor parte de la población del planeta. Ceuta, nuestra ciudad, forma parte de un estado rico que disfruta de unos ingresos elevados y ocupa el quinto puesto de lo que los economistas más rancios denominan riqueza y bienestar. No obstante, su estratégico enclave geográfico no hace sino recordarnos el delicado equilibrio que pesa sobre nosotros. Si Siria es el principal agente de inestabilidad libanesa, Marruecos lo es de las ciudades europeas enclavas en el norte de África. De hecho nuestra guerra de África comenzó, al menos como excusa oficial, por la falta de autoridad marroquí para controlar el pillaje y el acoso a las ciudades y en especial a Ceuta. Y la cuestión fronteriza, ya complicada por fuerzas migratorias provenientes del África profunda que responden a la elevada demografía, unido a la pobreza material, puede volverse a recrudecer en cuanto nuestro vecino entre en un periodo de mayor inestabilidad; la demografía exagerada, unida al fanatismo religioso, puede ser una combinación letal que desencadene una fase de conflictos que no pueda controlar el propio gobierno marroquí. Como ocurre en el Líbano dónde hay facciones guerrilleras como Hezbolá que responden alegremente a las agresiones israelitas y que no siguen las directrices marcadas por el gobierno de Beirut.

En Marruecos hay un 40% de analfabetos y un 30% de personas en el umbral de la pobreza. Y hay un claro repunte del wahabismo entre la población marroquí que se está empezando a reorientar hacia la visión más atrasada y retrógrada del islam practicado en países del golfo pérsico. Por todo ello, debemos tener en cuenta que Ceuta es una ciudad artificialmente mantenida desde Madrid pero cuya situación puede variar de la noche a la mañana por razones de índole económica que son las que verdaderamente están marcando el futuro de las sociedades europeas. Por lo tanto, el control demográfico de Ceuta y una apuesta por la cultura, la desreligionización política,  por el cuidado del territorio y el talento del emprendimiento podría comenzar a revertir una inercia peligrosa para la persistencia de la ciudad dentro del ámbito español y europeo. Parafraseando a Jose Luis San Pedro, y tomando como referencia su libro “La senda del drago”, podríamos decir que estamos embarcados dentro de la nave civilizatoria hispánica-europeísta pero situados como polizones gorrones en la popa del barco recibiendo solo lo que nos dan y sin colaborar al progreso económico ni siquiera para luchar por encontrar un sistema de ingresos económicos que no se los lleve la insaciable maquinaria municipal. Lo peor del asunto es que al cuadro de mandos de la citada embarcación no le importa mucho lo que ocurra con la ciudad en el futuro y por ello está dejando tanto desorden sin atender y tira unas monedas hasta que llegue el momento de cortar el cordón umbilical para dejar a los polizones al pairo de los fronterizos. Posiblemente, el primer test crítico para la ciudad será el paso del poder desde el orbe cristiano al musulmán y como se lo tomarán algunos y cuales serán los comportamientos de otros después de haber tenido el nefasto aprendizaje de la política pseudodemocrática y oportunista practicada en el ayuntamiento de Ceuta. A que nuevas tensiones nos estaremos enfrentando en un país que no ha sabido dejar la religión al margen de la política. Véase sino la fiesta de la virgen del Pilar y la hispanidad.

Pero en el fondo de la cuestión, y al margen de los problemas y anomalías solo imputables a nuestra trastornada psique, estamos hablando de un episodio más del cambio global en el que estamos inmersos y del que solo podemos salir si somos conscientes del necesario decrecimiento demográfico de nuestra especie y enfocamos la importancia de vivir en contacto con la naturaleza y rebajamos nuestra indomable huella ecológica.

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