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La leyenda del Pineo

Ya hemos entrado de lleno en el mes de julio. Dentro de unos días, exactamente el dieciséis se celebra la Virgen del Carmen, Reina de los mares y patrona de la gente de mar. Siempre que llegan estas fechas, mi mente corre de inmediato a la Bahía Sur de Ceuta. Frente a la playa de Miramar, hay una piedra llamada "El Pineo" y a los pies de esta, permanece sumergida una imagen de la Virgen. Tuve el honor de asistir al día que la sumergieron por primera vez y años más tarde bajar y rezarle un Ave María. También mis recuerdos corren raudo como el rayo hacia la figura de mi abuelo, que solía contarme muy a menudo la leyenda del "Pineo".
La piedra se hace notar a unos trescientos metros de la costa. Posee la forma de un toro recostado para unos, de un león para otros, pero que en realidad no es ninguno de estos animales.
La historia viene de muy lejos. Según contaban los viejos del lugar, cierto día de bonanza, que la Bahía Sur se encontraba en estado de “calma chicha” -como suelen  decir los marineros de mi tierra-, jugaban en la playa -hoy de Miramar- un grupo de bellas muchachas lugareñas. Todas en edad juvenil, llenaban el lugar de risas y gritos, cuando alguna, perseguida en el juego, era alcanzada por otra de sus compañeras. Todas eran bellas, pero entre tanta belleza, había una que sobresalía de las demás, Yasmina. Sus formas más delicadas. Sus rubios cabellos caían como cascada de oro sobre sus hombros. Sus ojos grandes y azules, realzaban una belleza en la que sobresalía por su sensualidad, sus labios. Una eterna sonrisa dejaba ver la hilera de dientes de un blanquísimo marfil. Vestía con una túnica blanca, sujetada a la cintura con una cadenilla, que la ajustaba al cuerpo, ayudando a resaltar aún más, su silueta de diosa griega.  
Aquel día de bajamar que los rayos del sol resecaban las algas y estas desprendían y llenaba el ambiente de un aroma inconfundible a marina, un gran suceso  aguardaba a aquellas lindas jovencitas. Cuando más distraídas estaban, corriendo y jugando sobre la cálida y gris arena de aquella ribera, una gigantesca ola apareció de improviso, barriendo la playa y arrastrando al mar todo lo que hallaba a su paso. Las chicas se vieron de improviso en el agua, a pocos metros de la orilla y una a una, fueron nadando hasta llegar a tierra firme. Pasado el momento de incertidumbre y miedo, apareció de nuevo la calma. Unas a otras se preguntaban lo sucedido sin saber que responder, hasta que se dieron cuenta que faltaba Yasmina.
La pobre Yasmina igual que sus compañeras, se vio arrastrada por el agua y cuando se vino a dar cuenta, comprobó aterrada, que se hallaba atrapada entre las fauces de un terrible monstruo marino y era conducida a las profundidades del mar.
En su desesperación y ahogo, notó de pronto como el terrible monstruo frenaba bruscamente su carrera. Que alguna fuerza brutal, abría las fauces de aquella criatura infernal, liberándola de la desagradable presión, que la tenía sujeta.
De improviso se sintió bien, respiraba con normalidad como si fuese un pez, y era conducida con extrema suavidad a la superficie. Llegando a ella, giró sus bellísimos ojos hacia su salvador viendo asombrada que se trataba de un bello, joven y hermoso tritón.
-Gracias; logró pronunciar aún muy asustada. ¿A quién debo agradecer me haya salvado la vida?.
-Soy Pineo el tritón y ejerzo mi dominio en toda esta zona del mar. Desde Punta Almina a Cabo Negro soy el rey.
Yasmina no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Se veía en los fuertes brazos de un hombre, aparentemente normal de cintura para arriba y pez el resto de su cuerpo, y en vez de gritar llena de terror, se sintió segura. Tan segura como jamás lo estuvo. La mirada de aquel hombre-pez, tan llena de ternura y la protección de aquellos brazos que parecían de acero, la hacía sentirse bien, tanto que hubiera deseado eternizar aquel momento.
Él la condujo suavemente hasta la orilla y una vez en ella, ambos jóvenes se despidieron y cuando Yasmina inició su caminar por la playa, al momento se volvió  y dirigiéndose a Pineo le dijo:
-¿Volveré a verte alguna vez?.
-Siempre estaré aguardando tu llegada y si quieres conocer mi reino, yo gustoso te lo enseñaré.
Los jóvenes quedaron en verse todas las mañanas en la orilla de la playa. Yasmina partió a reunirse con sus amigas que la buscaban afanosamente y se alegraron al verla.
Al día siguiente ella acudió sola, y él, que la aguardaba posado sobre una piedra, salía a recibirla y asiéndola suavemente entre sus brazos, la adentraba en las aguas. Hoy las Manchas, mañana la laja del Caballo, el Sarchal, la Ribera, la Peña, Desnarigado, etcétera. Así un día sí y otro también, Pineo y Yasmina visitaban los lugares donde reinaba aquel tritón.
De esta manera y cada día más, con una fuerza arrolladora, se enamoraron el uno del otro, de tal manera, que cada día los paseos se alargaban, se hacían más duraderos y en cambio a ellos les parecía más cortos.
Yasmina con el don de respirar igual que un pez, estando en los brazos de su amado, contemplaba asombrada como Dios con su infinito poder, había dotado al fondo del mar de tan singular belleza. El la obsequiaba con collares de perlas hermosísimas y corales negro y rojo, pero su gran felicidad consistía en ir en los brazos de él y contemplar aquellos fondos tan bellos. O entregarse a un amor desenfrenado allá en las profundidades. Amor sin tapujos. Amor que solo dos corazones limpios y sinceros pueden lograr.
La felicidad reinaba en toda la Bahía Sur de Ceuta. Los peligrosos temporales que todos los inviernos azotaban la zona, habían desaparecido. Reinaba la paz. Los pescadores se hacían a la mar todos los días y sus redadas eran fructíferas.
Así eran de felices los dos enamorados, que habían impregnado también de felicidad todo aquel lugar, hasta que un día, Yasmina no acudió a la cita. No lo hizo más. Una cruel enfermedad se apoderó de la bellísima joven y en pocos días, Dios la reclamó para su reino.
Cuando Pineo supo el fin de su amada, se le rompió el corazón y llorando de amargura, se posó en la misma piedra donde siempre la esperaba. Allí quedó petrificado. Frente a la playa que fue escenario de inolvidables momentos de pasión y felicidad con su bella amante. Aun permanece en el mismo lugar, esperando desde aquel desdichado día y tras miles de años, que la Divina Providencia, le devuelva a su amada y así de nuevo recorrer su reino llevando entre sus fuertes brazos la delicada y bella figura de Yasmina.
Los ceutíes, cuando ven la piedra, suelen decir que tiene la figura de un toro sentado. Otros que parece un león tumbado. Pero solo los habitantes del mar saben que es Pineo, el tritón, su rey. Que espera paciente el regreso de su amada la bellísima Yasmina, que tal vez algún día...

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