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La Legión Española a ritmo de Arturo Saco del Valle

Al publicarse en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra (31 de enero de 1920) el Real Decreto Fundacional del Tercio, el Ministro del Ramo General José Villalba Riquelme, al parecer, lo demoró a la espera de reorganizar el Ejército de África. Pero como las disposiciones al caso se prorrogaban, transcurría el tiempo, el Tercio de Extranjeros continuaba sin formarse y el Teniente Coronel José Millán Astray su fundador, alma, y organizador, no recibía resolución a su proyecto. En esta perspectiva, en mayo de 1920 se produjo un cambio en el Poder Ejecutivo. S.M. Alfonso XIII aceptó la dimisión del hasta entonces Presidente del Consejo de Ministros Manuel Allendesalazar y lo sustituyó por Eduardo Dato Iradier, quien hizo titular de la cartera de Guerra a Luis de Marichalar y Monreal. El nuevo ministro recibió en audiencia al Teniente Coronel Millán Astray, y habiéndose convencido de las ventajas que para el Ejército de África suponía la creación de la nueva Fuerza de Choque, decidió impulsar el Real Decreto de 28 de enero de aquel año. Algo más tarde, por Real Orden de 2 de septiembre de 1920, se nombró al Teniente Coronel Millán Astray, Primer Jefe del Tercio de Extranjeros. El día 11 de septiembre de 1920, teniente coronel ubicó su Plana Mayor en el que fue Cuartel del Rey (Paseo de Colón), en Ceuta. Y, el día 20 de septiembre se alistó en la misma Plaza el primer legionario que se llamaba Marcelo Villarreal Gaitán quién murió gloriosamente siendo suboficial en 1925. En memoria de haber sido el primer legionario alistado, Millán Astray dispuso que todos los años el día 20 de septiembre se conmemorase la Fundación de La Legión, aunque en realidad, ésta se hubiese llevado a efecto el 28 de enero de 1920.
Vinculado a los actos conmemorativos de la fundación de la Legión (aniversario), se equipara el que corresponde a la gestación de la pieza musical “Legionarios y Regulares”, marcha que había sido encomendada al compositor Arturo Saco del Valle por SM. el rey Don Alfonso XIII en el primer lustro de los años 1920. Al conocer los deseos del monarca, Saco del Valle, ya había realizado alguna incursión compositiva en el terreno de la música militar. Obras como “Recepción, Bailén o El zapador” datan de los años en que había desempeñado el cargo de Músico Mayor de la Banda del 2º Regimiento de Zapadores-Minadores (Ingenieros). Una vez recibido el encargo regio se puso manos a la obra, teniendo claro desde el primer momento que posiblemente, la intención del Rey fuese la de procurar una armonización a fin de que las dos agrupaciones pudiesen desfilar al unísono; es sabido que los legionarios acostumbran a hacerlo a un ritmo de 160 pasos por minuto en tanto que los regulares lo hacen solamente a 90, unos por encima y otros por debajo del ritmo normal de desfile, que es de 124 pasos. Esta intención integradora se desprende de la correspondencia que Saco del Valle mantuvo a lo largo de 1925 con el Músico Mayor del Tercio de Ceuta, donde radicaban los legionarios, y con los autores de dichas marchas en solicitud del correspondiente permiso para utilizar fragmentos de sus obras. La tarea de Saco del Valle tuvo su inicio con una misiva que en febrero de 1925 envió al maestro Pedro Córdoba, por entonces Músico Mayor del Tercio en Ceuta, en la que, tras darle cuenta del encargo recibido de SM., le pedía información acerca de la música que interpretaban ambas banderas. Pocos días después, el 21 del mismo mes, el citado Córdoba contestaba al maestro en una carta en la que le anunciaba el envío de una serie de «partes de piano» de “Canción del legionario”, “El Himno de los legionarios” y “El de la muerte”. También hacía alusión a “La Madelón de la victoria”. El archivo Saco del Valle conserva estas transcripciones musicales firmadas y fechadas en Ceuta el 15 de febrero de 1925 por el maestro Modesto Romero, autor de una de las marchas: “Canción del legionario”. Escrita a finales de 1920, la pieza era ya entonces, según reza la partitura enviada a Saco del Valle, el «himno oficial del Tercio». A la música acompañaban las dos estrofas de la letra realizada por Emilio Guillén Pedemonti. También llegaron a manos de Saco del Valle desde Ceuta, en transcripción musical y acompañadas de las letras completas, las piezas “Tercios heroicos o Himno de los legionarios”, con música de Francisco Calés Pina y letra de Antonio Soler Pourtán; y “El novio de la muerte”, con música de Juan Costa y letra de Fidel Prado, ambas escritas en 1921. Saco del Valle, en carta de 25 de febrero, solicitaba al maestro Córdoba alguna música de los Regulares, pues tenía noticias de la existencia de una marcha árabe para gaitas que éstos interpretaban habitualmente. El siguiente 11 de marzo, el citado Córdoba informaba a Saco del Valle de su entrevista con Manuel Abad Muñoz, maestro de las nubas de Regulares, y le adjuntaba de su parte dos marchas árabes que el referido maestro «tocó muchas veces cuando estuvo en esa», según precisa Córdoba, así como unos Cantos árabes «ejecutados por la Nuba de las Fuerzas Indígenas de Regulares de Ceuta nº 3» y arreglados por el mismo Manuel Abad. La pulcritud con que Saco del Valle llevaba siempre a cabo su trabajo motivó un nuevo contacto epistolar el 13 de mayo del mismo año. Esta vez fue directamente con el maestro Abad a fin de interesarse por la autoría de las composiciones puesto que, en la transcripción de los Cantos árabes que le había enviado Abad figuraba simplemente como arreglista y las marchas venían sin firma. La respuesta de Abad, fechada en Ceuta el siguiente 24 de mayo aclaraba que «el autor de este humilde trabajo soy yo... Todos esos cantos son de los mismos moros pues yo les oigo y adapto la música que está bien rectificándola según voy estudiándola»>. Una vez reunido este material, Saco del Valle procedió a solicitar a los autores el correspondiente permiso para hacer uso de diversos fragmentos de sus obras. Así, en carta de 18 de mayo de 1925, Francisco Calés Pina le autorizaba a utilizar «todos los compases que necesite de mi Himno de los legionarios mucho más tratándose de la índole de composición que le ha encargado a Vd. S.M.». En parecidos términos se pronunciaba Modesto Romero en misiva de igual fecha con respecto a su Canción del legionario, de la que le permitía «tomar todos los compases que necesite, aunque fuese toda la canción»; y unos días después lo hacía desde Barcelona Juan Costa, autor de “El novio de la muerte”, considerando todos ellos un honor prestar parte de su obra al maestro.

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