Opinión

La larga travesía del PSOE (III). La Tormenta...

Me han dicho que has vuelto por fin a tu casa ¿Qué oíste en tu viaje por tierras lejanas? El ruido de un trueno preludio del miedo. La última ola al final de los tiempos. Tambores sonando en la línea de fuego. Y tantos susurros que no escucha nadie. Oí carcajadas y llantos de hambre. La triste canción del poeta en la calle. La voz de un payaso cubierto de sangre. Y llegará, llegará, llegará, llegará la tormenta que anuncia el cielo…” Cantaba Amaral…
Y llegó la tormenta como cantara Amaral, la tormenta que asomaba en la lejanía, como esperando el mejor momento para caer sobre nuestras desnudas cabezas, con toda la fuerza de la incomprensión que los hombres dejaran sobre nuestro corazones… Era la crónica de una muerte anunciada, era el punto alfa que un día creciera sobre nuestra primigenias circunstancias, y fueran creciendo como una bola de nieve hasta llegar al terrible desenlace del otro punto omega, donde a un partido le llegara el momento brutal, cual zarpazo, de la ruptura en dos mitades irreconciliables.
Aquel partido que un día fundara a finales del siglo XIX, Pablo Iglesias: republicano, socialista y obrerista, ha quedado quebrado por la incomprensión y las ambiciones de sus dirigentes. Los tiempos cambian y parece claro que el partido socialista no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y a sus nuevas circunstancias; sobre todo a partir de las nuevas formulaciones ideológicas del “15-M”, donde empezó a postularse otro nuevo socialismo de unas nuevas generaciones bien diferentes a los anquilosados dirigentes del socialismo oficial.
Sin embargo, si bien el socialismo viene menguando desde largo con procesos de identidad con su propia filosofía, que requerirían un diván donde se psicoanalizara desde la perspectiva sociológica su proceso existencial; bien podemos intentar traducir las circunstancias coyunturales y presentes que han dado lugar a esta guerra de bandos, donde nada bueno pareciera que, de manera inexorablemente, se avecina, a saber:
En primer lugar hay antiguos líderes de la antigua guardia, pongamos como mejor exponente de esta “caterva” de exdirigentes: a Felipe González, que como buen “charlatán de feria”, no acaba nunca de incordiar con sus torpes y abruptas reflexiones fuera de lugar, que en nada ayudan, sino todo lo contrario, precipitan la caída en picado del PSOE sin que nadie sepa cómo resolver estas nuevas situaciones, que sobrepasan la capacidad de aquellos compañeros que les ha tocado navegar en estas aguas turbulentas.
Si bien, estos exlíderes inflaman el ambiente con sus continuas bravatas, que, como dijera Jorge Manrique*: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”; no cejan en enturbiar la responsabilidad del hasta ahora secretario general o del que llegare, con conformar unos pactos con otros partidos que posibilitaran una investidura diferente a la del partido conservador. Y, tanto es así que prefieren que se abstenga el partido socialista en la posible investidura del jefe del Gobierno en “funciones”, y pasen a la oposición, a que le planten cara y dejemos en un mal sueño estos cinco años de corrupciones, de mafias de mordidas de contratos apañados, de desahucios, de marcha a la emigración de miles de jóvenes a otro países donde puedan conseguir un trabajo digno que aquí en su país no le ofrecen, de cinco millones de parados, etc.
Y, junto con estos exlíderes, actúan y son denominados -por su poder omnímodo en sus respectivas autonomías- ; “barones y baronesas”, que parecieran hijos ideológicos de estos intrigantes políticos ya amortizados y aburridos en sus adineradas poltronas. Y, son estos barones y baronesas, frutos del alejamiento progresivo de los problemas de la calle y de las necesidades de los ciudadanos, que bien pertrechados en sus despachos oficiales, no atisban ni atinan con la lucha de clases de sus votantes le requieren para disminuir la pobreza, redistribuir la riqueza como debiera ser un “Estado Social y Democrático de Derecho**”, como bien dice la Constitución en su Título preliminar y en su articulado, y no que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres…
Pareciera que los “golpes” y acechanzas urdidas en tramas contra el Estado o contra alguna organización política fueran cosas del pasado; sin embargo, lo hechos son incontestables, y nos demuestra a día de hoy lo contrario. El intento de desbancar a Pedro Sánchez, de la secretaría general del PSOE, que fuera en su día elevado al cargo por votación mayoritaria de los militantes, es una villanía y una mezquindad fruto de mentes mediocres y faltos de la más mínima decencia para ejercer algún cargo político. No puede haber mayor cobardía que intentar soslayar la voz de la voluntad de las bases, para por medios bastardos que posibilitara algún resquicio de los estatutos normativos de los reglamentos del PSOE, descabalgar a quién ha sido elegido democráticamente por los votos de las bases en convocatoria anunciada y efectuada para este menester.
Qué vergüenza sentimos aquellos que nos sentimos socialistas desde que nuestros mayores nos hablaran de la vieja utopía de que el hombre lo había hecho Dios libre y solidario con los proletarios de la tierra. Qué vergüenza de estos filibusteros como la insaciable Susana y el tenebroso Felipe, que sólo aman el socialismo como medio de favorecerse en sus cargos para medrar en la carrera política y obtener mayor abundamiento y elevados recursos económicos. A buen seguro aquella frase bíblica: “Por su hechos los conoceréis”, sitúa en el tiempo a cada uno en su sitio, pues a aquella jamás se le reconoció ningún trabajo fuera de los institucionales que el partido le regaló como una dádiva; y, a éste, además de su amplia nómina como exjefe de Gobierno, vino a ofrecerse por los consejos de administración de cualquier empresa eléctrica y gasera, que se le ofreciera en un interminable revival de puertas giratorias que giran y giran sin cesar nuca de derramar su abundancia en miles de euros…
No parece que este país acostumbrado a que se nombre a dedo cualquier puesto de la Administración y del Gobierno, se rebele contra estos desmanes antidemocráticos, propios de repúblicas bananeras y de dictaduras fascistas que, en un país de la Unión Europea como es el nuestro, continúan dándose sin que pestañee la honorabilidad de ningún político. Qué visión debemos de estar dando para la marca España, fuera de nuestras fronteras, con un partido de derechas mendigando que el partido de ideología contraria le lleve directamente a la gobernabilidad de la nación. Y, el partido que debería aprestarse a conseguir los pactos necesarios para esa misma gobernabilidad del estado, se desangre entre sus representantes, porque algunos de sus más señalados políticos, no sólo no se esfuerzan y luchen por alcanzar el Gobierno, y, con ello, hacer decaer todas las terribles actuaciones del partido popular contra las clases más populares en estos últimos cinco años; sino que su más elevado propósito consiste en entregarles el poder al jefe del Gobierno en “funciones” , en un acto de servilismo y cobardía que raya en la más miserable traición que pueda darse contra la clase trabajadora que jamás se hubiese dado en este país.
“Y llegará, llegará, llegará, llegará la tormenta que anuncia el cielo…” Continúa cantando Amaral… Y, entre los versos de la tormenta que anuncia la canción, me pregunto, y nos podemos preguntar: ¿Qué quedará del partido socialista que un dos de mayo de 1879, creara un tipógrafo autodidacta y sensible a la libertad y a la justicia social como Pablo Iglesias? ¿Qué quedará cuando pase la tormenta que ahora cae a ráfagas letales de incomprensión y de ambiciones de políticos faltos de escrúpulos sobre el partido socialista?
Si bien sólo el tiempo puede saberlo, no cabe duda que se necesitaran años, tal vez décadas para que esta fractura fratricida que ha acaecido sobre el socialismo español, pueda recomponerse y tejerse lo que hoy se rompe y se desteje con una irresponsabilidad más allá de toda cordura y sentido común, que debe de tener todo político que se preste a entregarse a un servicio público por su ciudad, por su comunidad o por su país.
Y podemos traer a estos párrafos la voz latina: Consummatum est, donde todo, al parecer, se ha consumado, y como bien dice el refrán: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”, pues nadie asume la responsabilidad de esta desolación recaída sobre el partido, sus militantes y sus insidiosos y cínicos dirigentes, que prefieren deshacer un partido de tan larga tradición, por una cuestión de permitir o no permitir la investidura del presidente del partido popular donde se han producido las mayores corrupciones desde que en 1978 se dictó la “Carta Magna “ y se allegó de la dictadura la nueva “democracia” -entre comillas- española…
Antes de finalizar el artículo citaré a Ignacio Escolar, Presidente del periódico digital: El Diario, que en un artículo acerca del “golpe de mano” contra el jefe del socialismo español, nos apunta de una manera sencilla y a la vez clarividente lo siguiente: “No hay precedentes. No se olvidará muy fácilmente. Aún no ha terminado la guerra total desatada en el PSOE y el partido y su credibilidad están ya heridos, muy gravemente. Hará falta perspectiva, algo de tiempo y una sonda de gran tamaño para medir la profundidad del agujero que ha dejado en el PSOE, en su militancia, en sus votantes y en toda la izquierda española el cañonazo de los críticos del partido contra el secretario general agonizante.
Nada justifica que el primer secretario general de la historia del PSOE elegido directamente por los militantes caiga con un golpe de mano de 17 dimisiones. Es desproporcionado. Es indefendible. Es propio de otro siglo. Es no entender las causas del deterioro de este partido”.
Poco nos falta por decir de esta guerra abierta a punta de navaja y sin escrúpulos, y sin conservar las mínimas formas de respeto por Pedro Sánchez -que como anteriormente hemos mencionado, fue elegido secretario general por votación libre de los militantes del partido- de la “baronía” del socialismo de nuestro país. Nunca la ambición política de los barones de estas siempre trágicas tierras de España y de algunos políticos trileros que en vez de actuar de “hombres buenos” para poner cordura y sosiego, se prestan diligentes a echar más leña al fuego para que todo arda y ser recordados como fantasmas pretéritos que se allegan para dejar sus imperecederas huellas…
“Y llegará, llegará, llegará, llegará la tormenta que anuncia el cielo…” Continua cantando Amaral, mientras, esa misma tormenta que anuncia el cielo cae sobre aquellos que aún nos sentimos socialistas… (*)La celebridad de Jorge Manrique se debe fundamentalmente a las Coplas a la muerte de su padre, su obra maestra, compuesta a raíz del fallecimiento de don Rodrigo (1476) y publicada en 1494 en Sevilla con el título Coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, el Maestre don Rodrigo. Esta elegía pertenece a la tradición medieval de la ascética cristiana: contra la mundanidad de la vida, postula una aceptación serena de la muerte, que es tránsito a la vida eterna. Sin embargo, apunta ya una idea original que preludia la concepción renacentista del siglo siguiente: aparte de la vida terrenal y la vida eterna, Manrique alude a la vida de la fama, a la perduración en este mundo en virtud de una vida ejemplar que permanece en la memoria de los vivos.
Tras un primer bloque en el que medita sobre la brevedad de la vida, el paso del tiempo y la muerte, la atención del autor se centró en las figuras desaparecidas de su pasado inmediato, como Juan II, Enrique IV o Álvaro de Luna, para concluir con un repaso de las virtudes morales del maestre y su diálogo final con la Muerte. De este modo, la lírica castellana pasó del concepto abstracto de la muerte a su presencia histórica y a su dimensión particular, en un movimiento de flujo temporal que es uno de los grandes hallazgos del poeta. Las Coplas se apartaron de los tópicos macabros tan abundantes en la literatura moral de la época y consiguieron alcanzar una extraordinaria hondura emotiva.
(**)España se constituye en un Estado social y democrático de derecho. Nuestra Constitución acoge todos estos principios. Consagra como derecho fundamental la igualdad ante la ley y rechaza cualquier discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social (art. 14 CE), para después hacer lo propio con la participación política, al convertirla en derecho fundamental.
El Estado social, finalmente, que en su formulación primigenia entendía que el Estado contemporáneo, lejos de limitarse a fijar las reglas conforme a las cuales deben desenvolverse los individuos en sus relaciones sociales y económicas, adopta una posición activa, más intervencionista, pues considera como un nuevo fin que le compete el garantizar "la procura existencial" (Forsthoff), el mínimo vital para poder desenvolverse en la sociedad. Como ha descrito con rigor y maestría el profesor García-Pelayo, la idea de Estado social de Derecho se debe al tratadista alemán de Teoría del Estado, Hermann Heller, quien, entre los años veinte y treinta del siglo pasado, lo propugna, como alternativa socialdemócrata entre la anarquía económica y la dictadura fascista; se trata de no renunciar al Estado de Derecho sino de dar a éste un contenido económico y social, de realizar en el marco del Estado de Derecho un nuevo orden laboral y de distribución de bienes. Lo que inicialmente forma parte del ideario de los partidos socialdemócratas pasa progresivamente a extenderse a los partidos democratacristianos, conservadores o liberales - de manera más o menos intensa, es cierto, según los momentos, lugares e ideologías políticas de los gobernantes-. Esa generalización le lleva al Profesor García-Pelayo a sostener que el Estado social significa históricamente el intento de adaptación liberal -burgués a las condiciones de la civilización industrial y postindustrial (M. García-Pelayo, Las transformaciones del Estado contemporáneo, p. 16-18 de la 2ª ed.).
El Estado social no es solo un poder regulador sino también gestor y distribuidor. La consecuencia inmediata es la extensión de las políticas públicas desde los tradicionales campos de la educación, la sanidad o la seguridad social, a la intervención en el mundo laboral y económico así como en el urbanismo y la vivienda, el medio ambiente, la cultura y los medios de comunicación social, o la especial protección de los ciudadanos que más la necesitan.
Nuestra Constitución toma el concepto de Estado social de la Ley Fundamental de Bonn -que es la primera Constitución que lo consagra-, lo reconoce en el precepto que comentamos y lo describe con mayor detalle en el art. 9.2:"Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social".
Después se desarrolla en todo el texto constitucional, pero especialmente en los Títulos I ("De los derechos y deberes fundamentales") y VIII ("Economía y Hacienda"). Entre los más significativos cabe apuntar la función social de la propiedad (art. 33.2 CE) y la subordinación de la riqueza del país al interés general (art. 128.1 CE); la promoción del progreso social y económico y una distribución de la renta regional y personal más equitativa (art. 40 CE); la promoción de la participación en las empresas y del cooperativismo (art. 129 CE); la protección social, económica y jurídica de la familia (art. 39 CE), de los niños (art. 39.4 CE), de los emigrantes (art. 42 CE) o de los disminuidos (art. 49 CE); la protección y tutela de la salud (art. 43 CE), de la cultura y de la investigación científica y técnica (art. 44 CE), el medio ambiente (art. 45 CE), el patrimonio histórico y artístico (art. 46 CE) o el urbanismo (art. 47 CE). Pocas materias o sectores sociales desprotegidos quedan fuera de la acción de los poderes públicos propugnada por nuestra Constitución.

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