La coyuntura histórica de Ceuta sólo puede invitar a la depresión. La aplastante hegemonía de la derecha que padecemos desde el inicio de este siglo, nos ha condenado a un modo de vida congénitamente perverso. Somos una exaltación de la desigualdad. Una loa a la precariedad. Vivimos con la respiración contenida. Sobrevivimos sin penas vislumbrar el horizonte. Mascullamos resignación. Digerimos frustración. Así es nuestra vida en común…. un incierto camino a ninguna parte que recorremos entre una amarga desesperación y una pútrida nostalgia por todo aquello que jamás sucedió.
No hemos llegado a esta situación por el infortunio o como consecuencia de fenómenos naturales inexorables. Este es el resultado de una determinada política (de derechas) aplicada sobre un complejo contexto social como el nuestro. La historia reciente de Ceuta es la expresión de una paradoja sin parangón. En el lugar en el que son más necesarias las políticas de izquierdas es, precisamente, en el que se están aplicando las recetas más duras de la derecha más retrógrada. Ceuta necesita solidaridad, conciencia reivindicativa, cohesión social y espíritu de lucha. El PP sólo ofrece egoísmo (feroz), división (fomento del racismo), sumisión (a los enemigos), resignación (ante la decadencia) y abatimiento (ante la derrota). Y sin embargo, sigue ganado las elecciones con mayoría absoluta.
Una parte del éxito del PP se debe a su indudable acierto a la hora de diseñar y gestionar su estrategia electoral. Todo su electorado (compuesto fundamentalmente por el sector más acomodado de la población y por la “Ceuta profunda”, que identifica a este partido con el baluarte de la españolidad y el “freno” a la invasión musulmana) vota de manera disciplinada.
Más allá de críticas y descontentos puntuales, cuando se abren los colegios electorales forman en fila de a uno, con su papeleta entre los dientes, y se hacen fuertes. Teniendo en cuenta que el porcentaje de participación se sitúa en torno al cincuenta por ciento, con garantizar el voto de su “núcleo duro” (entre doce y quince mil personas) tienen suficiente para mantener su dominio. Ceuta tiene un censo electoral de cincuenta y ocho mil ciudadanos con derecho a sufragio. El PP gobierna con mayoría absoluta obteniendo poco más de trece mil votos (menos del veinticinco por ciento del censo).
Estos datos ponen de relieve el absoluto desastre de la izquierda en Ceuta. Quienes decimos defender las “ideas progresistas” en nuestra Ciudad somos los responsables de la mayoría absoluta del PP. Porque nunca hemos querido asumir la realidad. Porque hemos sido (y somos) cainitas hasta el paroxismo. Siempre faltó generosidad y sobraron “pájaros en la cabeza”. Recalcitrantes profetas de las “líneas rojas”, nunca supimos ver (o entender) donde nos movíamos. Desde una miopía enfermiza nos hemos entregado con denuedo a una lucha despiadada entre personas y partidos, cuya consecuencia es un debilitamiento crónico de la izquierda y un fortalecimiento artificial de la derecha.
Cada convocatoria electoral (es decir cada oportunidad de derrotar a la derecha) se salda de idéntico modo. Concurre un amplio abanico de partidos que dice (cada uno de ellos) “representar la verdadera” izquierda, pletóricos de moral (aunque en realidad es “ilusos”) y pregonando que “ahora sí”, ahora se ha dado cuenta el electorado quienes son los buenos… pero el final es el mismo: mayoría absoluta para el PP, y “pedrea” para todos los demás. Y otros cuatro años cacareando. Frustrados y refunfuñando clamando al cielo sin “entender” por qué votan al PP estando la Ciudad como está. Una curiosa mezcla de ingenuidad e irresponsabilidad.
Lo más lamentable es que disponiendo ya de una dilatada experiencia que nos demuestra, sin resquicio a la menor duda, los efectos letales de la división de la izquierda, todo apunta a que en las próximas elecciones volveremos a cometer el mismo error. Competirá una derecha fuerte y monolítica (Ciudadanos es una segunda marca para no “desperdiciar” el voto de los más molestos, sobre todo por los casos de corrupción), contra una izquierda rota, fragmentada en infinidad de candidaturas fanáticamente hostiles entre sí.
En el año dos mil diecinueve tendremos una buena oportunidad de desalojar al PP del poder. Está seriamente desgastado. Sin embargo, concurrirán a las elecciones: Caballas, Podemos, PSOE, MDC, PDSC e IU. Cada uno de ellos con suficientes motivos para pensar que es el mejor y que los demás tiene defectos o lacras tan grandes que les impiden cualquier atisbo de acercamiento. Entre todos conseguiremos convencer a los electores de que no nos voten, porque la parte más significativa de los mensajes será la descalificación mutua de los rivales en el ámbito de la izquierda, mientras que la refutación del PP sólo queda como una manera obligada de cubrir el expediente. De tal suerte que, incluso en el hipotético (pero poco probable) caso de que el PP (unido con Ciudadanos) perdiera la mayoría absoluta, el grado “odio” del resto de los grupos entre sí impediría cualquier acuerdo.
Aún queda tiempo. Es el momento de reflexionar con sinceridad, valentía y lealtad a los principios que decimos defender. En dos mil diecinueve debería haber en Ceuta una candidatura única de la izquierda, capaz de vencer al PP. La manera de articularla es tan simple como democrática.
Consensuar un programa entre todos los partidos; y confeccionar una lista de veinticinco personas mediante primaria abiertas a toda la ciudadanía. De lo contrario, no engañemos a nadie (ni siquiera a nosotros mismos), estamos todos trabajando a favor del PP.