La inseguridad y los focos de tensión vetan la reapertura del paso de Benzú

El rechazo sin fisuras mostrado por la Delegación del Gobierno a la reapertura del paso de Benzú, a pesar del visto bueno que la propia Ciudad dio a esta idea gestada  en el seno de Caballas, no parece que vaya a tener vuelta de hoja. El acuerdo alcanzado el pasado diciembre en el Pleno para instar a los gobiernos de España y Marruecos a

estudiar esa reapertura quedará en un compromiso político sin sentido ya que sobre la mesa de la plaza de los Reyes siguen cobrando fuerza los informes oficiales elaborados con motivo de dicho cierre y en los que se recogen las causas que llevaron a cerrar la que, hasta el año 2002, era la segunda puerta alternativa para el tráfico de mercancías.
¿Solucionaría esa reapertura los continuos conflictos que a diario se suceden en el Tarajal?, ¿ayudaría a terminar con la sangría de sucesos que se están recrudeciendo en los últimos meses? La idea de la Ciudad, tras hacerle el guiño oportuno a Caballas, pasaba por entender que sí. Pero los informes que motivaron el punto y final a la operatividad de esa vía lo niegan tajantemente.
Cuando la Delegación decidió cerrar en 2002 el paso de Benzú lo hizo tras acumular informes que aún hoy seguirían siendo válidos y a los que ha tenido acceso El Faro. Unos informes en los que se indica cómo la “masificación de porteadores” transportando “bienes voluminosos” en un espacio físico “reducidísimo” estaba generando “un nivel de riesgo para la seguridad de los porteadores de todo punto inaceptable”. Existía además una “aceptación nula por parte de las personas que utilizaban el paso de las restricciones de bienes impuestas por las autoridades españolas”.
Esa masificación suponía además un “foco de tensiones continuas con los efectivos de la Guardia Civil que, en múltiples ocasiones, debían soportar apedreamientos e insultos por parte de la gente que pugnaba por rentabilizar la oportunidad que ese paso fronterizo les ofrecía para hacer negocios”, aclaran los informes oficiales, que también recogen la necesidad de utilizar adecuadamente los escasos recursos de Guardia Civil de que se disponen, entendiendo que su destino a dicho paso era una forma de atender un “innecesario foco de tensiones, tráfico ilícito de diversos productos y problemas de seguridad que no cesaban de crecer”.
Antes de adoptar la medida más drástica tomada: el cierre, se intentó poner cierto orden en el paso, evitando de esta manera su ‘muerte’. Algo que terminó siendo “infructuoso” puesto que el “deseo de la Delegación de permitir que pasaran únicamente las personas que habitaban en la aldea de Beliones supuso, en primer lugar, un desmedido incremento (en parte real y en parte ficticio) de la población de la aldea y, en segundo lugar, un sinfín de fraudes en la identificación de esas personas que o bien intentaban pasar sin el permiso generando desórdenes o bien comerciaban con los mismos creando una situación de grave inseguridad jurídica y agravios comparativos que, a su vez, incrementaban la situación de desorden”, aclaran dichos informes oficiales.
Delegación entendió que ese cierre era necesario ya que suponía una “vuelta a la legalidad”, advirtiendo de que a pesar de ello se es flexible a la hora de facilitar el pase de alumnos marroquíes, trabajadores transfronterizos, enfermos o embarazadas, empleados españoles o vecinos de Benzú que requieran cruzar para visitar el cementerio musulmán que se encuentra en tierra de nadie tras la valla.
Estos criterios siguen prevaleciendo hoy día, a pesar de haber salido adelante ese acuerdo entre formaciones para instar a los gobiernos de uno y otro lado a replantearse de nuevo esta alternativa. Tras los últimos episodios críticos registrados en el Tarajal, Caballas ha vuelto a poner de manifiesto la urgencia de dicha reapertura; medida a la que la plaza de los Reyes hace oídos sordos justificando su decisión en las consecuencias de una historia reciente.