La inmigración es un tabú

Recuerda, amable lector, cuando hace unos quince años se nos vino encima esta invasión inmigratoria que estamos sufriendo, y antropólogos, sociólogos, socialistas, comunistas, sindicalistas y demás fauna nos decían que no nos preocupáramos pues en España el porcentaje de extranjeros era, en aquel entonces, muy bajo, alrededor del 1%, y que en los demás países europeos los porcentajes alcanzaban cifras hasta del 12%, y que venían a pagarnos las pensiones y que la heterogeneidad era lo deseable pues suponía una riqueza para los pobrecitos palurdos españoles y etcétera, etcétera? Como se ha podido comprobar, todo era una jodida mentira, una jodida falacia. Todos aquellos sinvergüenzas engañaron miserablemente al pueblo español, mientras ellos, con sus familias, se han puesto a salvo de toda esa inmigración. Nos contaron patrañas sobre el famoso ‘multiculturalismo’, que si era la panacea para que los inmigrantes se integraran, que si la sociedad multicultural era lo más “in”, que si la tolerancia, que si…, en fin, mentiras, todo ha sido una jodida mentira urdida por políticos, sindicalistas, ONGs, elementos de la iglesia y demás bribones.
Estamos sentados sobre una bomba de relojería y el gobierno socialista lo sabe. Por eso, la inmigración se ha convertido en un ‘tabú’. Es un tema del que no se puede ni se debe hablar. Y menos aún presentarla como un problema. Y, sobre todo, ni siquiera imaginar que el Gobierno debe actuar sobre ella. De ningún modo. Estos politicastros de derecha e izquierda fantasean con el famoso “crisol de culturas”, crisol que se rompe en mil pedazos apenas se pone un pie en esos barrios que la inmigración ha tomado por asalto. Barrios cuyos pobladores autóctonos han puesto pies en polvorosa. El que se lo ha podido permitir, claro. Los que no han podido se han quedado en el barrio a sufrir y a aguantar las tropelías y las putadas de los recién llegados.
El número de inmigrantes que se encuentran en España, legales e ilegales, es el gran misterio, el gran arcano, del gobierno socialista. Y, además, no quiere saberlo. ¿Cuánto nos cuestan esos inmigrantes que no cotizan a la Seguridad Social? Zapatero congela las pensiones, rebaja el sueldo a los funcionarios y suprime ciertas ayudas a algunos colectivos, pero hay, sin embargo, una masa de inmigrantes que vive de la caridad pública y de los subsidios y subvenciones –de la sopa boba– que el gobierno socialista ha puesto a su disposición. La realidad es que nuestras pensiones y nuestra calidad de vida peligran precisamente porque esa inmigración que no da un palo al agua recibe del erario público más de lo que aporta. Para ser más precisos, en realidad no aporta nada.
Tenemos un enorme problema con la inmigración: siguen llegando inmigrantes ilegales, se les permite que se reagrupen, se les concede la nacionalidad después de diez años aquí en España, sin saber lo que han cotizado o han aportado a este país, las escuelas públicas se están saturando de hijos de inmigrantes de diversa procedencia, por lo que esa escuela pública se está desvertebrando, debido precisamente a esa heterogeneidad de nacionalidades, lo que redunda en una mala calidad de la enseñanza que se imparte en ellas. Por eso, los mismos que propiciaron los papeles para todos y la legalización en masa han puesto buen cuidado en que sus hijos no pisen esas escuelas llenas hasta la bandera de inmigrantes.
Pero surge una pregunta inquietante: ¿por qué si España está inmersa en una crisis económica sin parangón siguen entrando inmigrantes ilegales, y, es más, pocos son los que vuelven a sus países de origen? En primer lugar, habría que decir que vienen atraídos, no tanto por el mercado de trabajo, como por las subvenciones, subsidios, servicios sociales y, en no pocos casos, exenciones de impuestos para que puedan abrir negocios, comercios, etc. Así, mientras pasan los diez años para solicitar la nacionalidad española, realizan trabajos sumergidos, pequeños robos y hurtos, prostitución, proxenetismo y demás trabajos que les den para ir tirando. Y si consiguen que alguna incauta o incauto español se case con ellos o ellas pues miel sobre hojuelas: nacionalización a la carta, y, después, si te he visto no me acuerdo. Y en segundo lugar, a los africanos no hay quien los eche de España ni con agua caliente. Vienen de países basura en todos los aspectos y aquí viven como reyes aún sin dar un palo al agua. Trapicheando y vendiendo falsificaciones.
La integración de inmigrantes es otro aspecto ineludible del problema de la inmigración. Si la integración en un país diferente es siempre difícil, para ciertos colectivos, como los que proceden de países árabo-islámicos, es prácticamente imposible. Estos últimos, con su visión del mundo islámica, han de incardinarse en una sociedad, la occidental, inclinada al relativismo, a la tolerancia, poco dada al fanatismo, una sociedad pragmática que no rehúye el diálogo sobre lo humano y lo divino. Por el contrario, los musulmanes que llegan a estas sociedades tienen estas virtudes en muy menor grado, según afirma el periodista norteamericano Ch. Cadwell, autor del libro “La revolución europea”.
Respecto de la integración de inmigrantes se suelen adoptar dos posturas: por el lado de la izquierda, un ‘buenismo’ tontorrón, tolerante y multiculturalista –el ingenuo republicano Carod Rovira aboga por un rocambolesco islam catalán–, y por el lado de la derecha liberal y democristiana, el ilusorio concepto de la “integración”. Y en esas estamos. Es decir, estamos en donde estábamos hace quince años. Sin solución.
Llegados a este punto, cabría añadir que todo lo que no sea repatriar a esa masa de inmigrantes que no aporta nada al erario público, así como a esos ilegales que continuamente van llegando, no es una solución ni para el tejido social, ni para el estado de bienestar, ni para disminuir el déficit del Estado.