Cuando alguien quiere ser solidario lo es. No le hace falta colocarse una chapa, ni acercarse a un partido político, ni colgarse etiqueta alguna para ayudar a los demás.
Ese sentimiento altruista se lleva dentro y no hace falta más que tener ganas para desarrollarlo y ayudar al que lo necesita. Lorena Jiménez es una maestra ceutí que conoció un caso de necesidad y, sin pensárselo dos veces, se armó de valor y decidió que era la hora y el momento de hacer algo por ayudar al que no tiene. Y así organizó una ‘Merienda Solidaria’ que ha difundido a través de las redes sociales, contando con el apoyo de su hermana y unas amigas. A Lorena no le hacía falta nada más, teniendo la ilusión y un sentido solidario auténtico, ha conseguido movilizar a los demás para que colaboren y disponga de fondos para atender las necesidades de aquellas personas que, estando muy cerca de nosotros, lo están pasando muy mal. Personas necesitadas que, para algunos, son invisibles. Personas cuya preocupación es comer y cubrir sus necesidades básicas. Personas con carencias increíbles que están a nuestro lado, que forman parte de ese ámbito social que está ahí, alejado de esa farándula y ese despilfarro en el que las instituciones invierten cantidades indecentes. ¿Pan y circo en una sociedad que arrastra necesidades básicas? No debiera permitirse, pero sucede.
Personas como Lorena Jiménez son necesarias en esta sociedad. Ojalá hubiera más como ella, más hombres y mujeres que se impliquen, que inviertan su escaso tiempo libre en atender a los demás, en escuchar al que lo necesita, en promover iniciativas lejos de la escandalera mediática y la solidaridad de ‘postín’ y ‘etiqueta’.
Ser solidario con un cubata en la mano, con dos o tres sueldos a final de mes, con unas necesidades económicas más que cubiertas o serlo solo cuando hay subvención de por medio... es lo fácil, pero, a su vez, es lo más artificial e hipócrita que pueda haber.
Hay jóvenes solidarios. Hay personas que se movilizan porque sí. Hay quienes se paran a hablar, abrazan y ayudan al hombre y mujer que duerme en la calle, que malvive de propinas, que soporta la crueldad de una sociedad que, rápidamente, coloca una tela de araña para no fijarse en quien le estorba, en quien, con su pobreza, le rompe los esquemas, en quien, sencillamente, molesta. Que haya personas dispuestas a calmar la necesidad del otro sin esperar nada a cambio debe, hoy, reportarnos una satisfacción y hacernos sentir vivos. Gracias, Lorena.