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La inhóspita ‘sala de espera’ de Ceuta

Sin miedo durante unas horas a las redadas de las Fuerzas de Seguridad marroquíes,unos 150 migrantes subsaharianos tuvieron el pasado fin de semana, justo un año después de la tragedia del Tarajal la oportunidad de reunirse junto a la carretera que une Ceuta con Tánger, bajo el sol y la lluvia,

tímidamente intermitentes, para abastecerse de la ropa, el calzado, las mantas, los alimentos y las medicinas que les acercaron la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes (AEM), con estructura a ambos lados del Estrecho y reconocida como de utilidad pública por el Ayuntamiento de Málaga; la oenegé marroquí ‘Manos solidarias’, con sede en Martil; y la onubense ‘Mundo único’.
Las tres acaban de echar a andar el primer proyecto autorizado por las autoridades del Reino alauita de ayuda humanitaria a los migrantes subsaharianos que sobreviven en las inmediaciones de Ceuta a la espera de intentar acceder a la ciudad autónoma.
El milagro lo obró el largo trabajo de persuasión, que hace apenas una semana pareció a punto de zozobrar definitivamente, de la presidenta de AEM, Karima Ouald, y el resto de voluntarios y benefactores implicados. “Nos ha costado mucho convencer a las autoridades de la necesidad de esta iniciativa porque en algunos sitios nos decían que lo debíamos era ayudar a los migrantes que ya están en proceso de regularización en Marruecos y en otros era difícil hacer entender que se podía ayudar a las personas a las que otros tienen el deber de desalojar”, explicaron sobre el terreno a este periódico bajo la vigilancia, a apenas 500 metros, de una unidad de la Gendarmería.
Finalmente, las tres organizaciones no gubernamentales pudieron instalar una carpa de atención sanitaria con profesionales voluntarios (Hicham Aoufi, Rajae Marsou, Mahassine Kajaj...) y distribuir las bolsas de comida, las mantas y las prendas de abrigo reunidas por AEM con sus propios fondos y recopiladas por ‘Mundo Único’ en Huelva “moviendo la solidaridad ciudadana en la calle, a través de las Redes Sociales, etcétera”, según relató Antonio Díaz, con experiencia en las aldeas más empobrecidas del Atlas y que ya prepara otra expedición solidaria al entorno de Beliones.
El personal movilizado por las oenegés, entre ellos algún subsahariano como Ali, de Sudán, tuvo la oportunidad de realizar una primera filiación de los migrantes reunidos, procedentes de distintos países como Guinea Conakry, Senegal, Camerún, Ghana o Chad.
“Todos somos de países del oeste de África”, asegura Mohamed Cissé, que como Musa Yaffa cifra “entre 400 y 500” el número de migrantes subsaharianos que vive actualmente en los bosques que limitan con Ceuta, una cifra que dista muchísimo de los “hasta 2.000” en los que recientemente ha cuantificado su volumen el delegado del Gobierno citando fuentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Son, casi en su totalidad, hombres jóvenes de entre 20 y 40 años (las asociaciones aseguran que también hay algunas mujeres y niños, aunque ninguno se ha dejado ver en el acto de reparto de provisiones solidarias) que han pagado una media de alrededor de mil euros por la larga primera etapa de su periplo migratorio en busca del sueñeuropeo.
Ninguno duda, a dos kilómetros de la valla, de que la meta está ahí al lado. Ni se arrepienten de haber emprendido el viaje ni cuestionan la existencia del paraíso. “España es el mejor país del mundo”, asegura Musa Youba, “por eso todo el mundo quiere ir allí”, argumenta poniendo como ejemplo no a los pobres del sur sino a “los americanos, los franceses, los ingleses...”.
En su mapa mental la cuestión no acepta matices, aunque el periodista recuerde la prolongada crisis económica, el desempleo desorbitado, que Ceuta, aunque la alcancen, no está en Schengen... “Ceuta es África y Europa... Entras, esperas tres o cuatro o cinco meses y ¡a Europa!”, rebate Mohamed Cissé con una sonrisa permanente. En el grupo de subsaharianos los médicos y enfermeros voluntarios encuentran, sobre todo, problemas de piel y dolores abdominales, afecciones “normales si tenemos en cuenta sus durísimas condiciones de vida”.
“Los subsaharianos que están en esta zona apenas van a Castillejos para pedir comida a los vecinos porque los controles policiales son muy intensos, con lo que se amontonan alrededor de la carretera para pedir limosna y sobre todo en esta época del año están muy necesitados de ropa de abrigo y mantas”, señala la presidenta de la Asociación Marroquí para la Integración de los Inmigrantes, “muy agradecida” al Ministerio de Inmigración del Reino alauita por el permiso concedido para el desarrollo del proyecto, que incluye la creación de un Centro de Apoyo Integral a Inmigrantes que cuenta con una Unidad de Intervención Socio-sanitaria compuesta de médicos, enfermeros, trabajadores sociales y un abogado.
Se trata de una pléyade de recursos desconocidos pero alejados de las preocupaciones cotidianas que reconocen los migrantes. Para ellos de sol a sol únicamente hay una cosa en mente: cómo acceder a Ceuta.
Con entre semanas y meses a sus espaldas en las faldas de Jbel Musa (alguno asegura llevar esperando tres años aquí y otros haber estado en el agua en la tragedia del Tarajal, sobre cuyas circunstancias no hay más comentarios), a los subsaharianos les da la risa cuando se les pregunta por la posibilidad de viajar al este para, desde el Gurugú, probar con el perímetro de Melilla.
“¿Usted sabe lo que nos costaría llegar a Nador, donde además hay miles de personas?”, inquiere Musa Keita, que es el único de los congregados que sabe algo de castellano. Oriundo de Guinea Conakry, aprendió a chapurrear el idioma en Guinea Ecuatorial. Camina con dificultad, dice, desde que una porra en una redada, el gran riesgo físico, a pisar de todo, de vivir en el monte, le dejó una rodilla inhabilitada para correr.
“El mundo entero tiene que conocer la dura realidad de estas personas subsaharianas al lado de la frontera, sus testimonios que ponen los pelos de punta”, destaca Karima Ouald, que en ocasiones ha tenido que oír a compatriotas reprocharle que “no quiere a su país” por auxiliar a los migrantes asentados en los bosques donde esperan la oportunidad de saltar la última valla de su periplo.

Rabat elimina los campamentos
Los campamentos podrían tener los días contados.  El Gobierno de Marruecos anunció ayer que está dispuesto a  desmantelar los asentamientos ilegales de inmigrantes que esperan el momento para pasar a Ceuta y Melilla. En una rueda de prensa al término de la operación extraordinaria de regularización de estos extranjeros emprendida en 2014, que ha permitido sacar de la ilegalidad a 18.000 personas de un total de 28.000 solicitantes, el ministro delegado de Interior (el número dos del ministerio), Charki Drais, explicó que los emigrantes allí establecidos “causan daños y destruyen los bosques”. Aseguró que se hará “muy próximamente”, pero no quiso dar más precisiones.
Mientras en la conferencia de prensa se emitía un vídeo con imágenes de los campamentos y otras de los asaltos de inmigrantes subsaharianos a las vallas fronterizas, Drais se quejó de que “los asaltos son ya diarios”. Las Fuerzas de Seguridad marroquíes desmantelaron durante el pasado año un total de 105 redes “de trata de personas”, ya fueran marroquíes o extranjeros, además de frustrar 87 asaltos a las vallas de Ceuta y Melilla, en los que además –precisó Drais– cien agentes marroquíes resultaron heridos.
El vídeo mostró abundantes imágenes sobre las detenciones y la asistencia que distintos organismos marroquíes  prestan a los emigrantes tras su detención. “Este documental es una respuesta a los que no dejan de criticar a nuestras fuerzas del orden y al Gobierno de Marruecos diciendo que les damos [a los inmigrantes] un trato inhumano; aquí está la prueba: hacemos todo lo que podemos”, subrayó el ministro. “Todo esto cuesta una enorme cantidad de dinero, y nosotros lo hacemos con nuestros medios, sin ningún apoyo”, agregó. La ministra delegada de Asuntos Exteriores, Mbarka Buaida, matizó que la UE da a Marruecos 10 millones de euros “para acompañar el proceso financiero” de la regularización.

“El frío y la lluvia empeoran su situación de extrema pobreza”

La Asociación Marroquí para la Integración de Inmigrantes, con el respaldo del Ayuntamiento de Málaga y el visto bueno del Ministerio de Inmigración del país vecino, ha activado en pleno invierno su proyecto de ayuda humanitaria sobre el terreno después de que las intensas lluvias de las últimas semanas hayan “empeorado gravemente” la situación de los inmigrantes. “Aparte de su situación de extrema pobreza, ligada a la clandestinidad y al miedo atroz a las Fuerzas de Seguridad marroquíes, ahora sufren el frío y la lluvia”, destaca Karima Ouald sobre un colectivo que vive “en cuevas y chabolas” levantadas en zonas recónditas pero cercanas a la carretera entre el Tarajal y Tánger, donde piden limosnas que habitualmente solo les dan “los españoles”.

el faro Los subsaharianos aseguran necesitar ahora, sobre todo, ropa de abrigo.

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