Pues le diré, amable lector, que en Algeciras, frente a la puerta principal del Parque, en la Avenida Blas Infante, se levanta una estatua del rey Alfonso XI –vencedor de los benimerines en la batalla del Salado (1340), conquistador de Alcalá la Real (1341) y conquistador de la propia Algeciras (1344)–, sobre un pedestal rectangular de algo más de un metro de alto. Tan sólo en la cara oeste del citado pedestal hay un bajorrelieve de un escudo. No hay nada más que haga referencia al personaje que, en actitud no exenta de cierta nobleza y gallardía, mira hacia poniente. Se adivina, sin mucho esfuerzo, que en las otras tres caras de la base habría también esculpidas leyendas referidas al personaje en cuestión y que una mano vil ha arrancado burdamente, pues los desperfectos ocasionados son bien visibles. Todas las veces que he pasado por el lugar me he fijado en el monumento y recuerdo que en una de las caras del pedestal rectangular se hacía alusión a la conquista de la ciudad de Algeciras, e incluso puede que a la batalla del Salado. ¿Qué ha pasado pues?
Es cuando menos muy sospechoso que al pie de la estatua del rey castellano, que incorporó la ciudad de Algeciras a la Corona de Castilla y asestó un golpe definitivo a las invasiones que, a través del Estrecho de Gibraltar, llegaban del norte de África, se le haya arrancado toda información sobre sus méritos respecto de la propia ciudad y de toda la baja Andalucía, Y no sólo eso, sino que, en opinión del catedrático de la Universidad de Sevilla Manuel González Jiménez, las profundas transformaciones experimentadas en la región durante el reinado de Alfonso XI se debieron a la acción directa del monarca, y, además, en su tiempo fue cuando Andalucía pasó de ser una sociedad de repobladores a otra más estable y consolidada en sus estructuras sociales y económicas. ¿Qué ha pasado pues?, repito.
Me temo que ello es debido a la ola de revisionismo histórico que nos invade y que se están interpretando una vez más, eso sí, erróneamente los hechos no como fenómeno histórico sino como suceso inmediato, “imputando responsabilidades históricas como si fueran políticas y sacadas del horno ayer mismo”. Y todo ello ¿por qué?
Pues ni más ni menos porque a los socialistas –recuerden que el Ayuntamiento de Algeciras está gobernado por socialistas–, que se han echado en brazos de la “morisma”, la inmigrante y la del exterior, les debe de saber a cuerno quemado, para la buena marcha de su Alianza de Civilizaciones, que aquí en este viejo país de nuestras entretelas, después de 781 años de lucha, nuestros antepasados lograron devolver al África a aquellos que, de otra forma, nos hubieran sumido en la barbarie, tal y como la mayoría de los países árabo-musulmanes se hallan. Así pues, nos hemos librado de estar sumidos en el oscurantismo religioso –¡religión, religión, religión!–, sometidos a la bárbara sharia, y, por tanto, nuestras mujeres estarían confinadas en una “minoría de edad” bajo un indigno e infame ‘burka’ o ‘niqab’.
Amén de que el miserable e infame clérigo barbudo misógino de turno nos estaría jodiendo la marrana intentando salvarnos –por cojones– para que disfrutáramos de un ignoto y desconocido Paraíso.
¡De valiente panorama nos hemos librado! ¿Nos hemos librado?
No me extrañaría, pues, que el bravo rey castellano, llamado el ‘Justiciero’, esté indignado allá arriba en su pedestal, e incluso sienta deseos de bajarse de él y liarse a mamporros con todos esos ignaros que han mutilado y silenciado vergonzosamente los hechos históricos de los que él fue actor privilegiado, porque esa banda de energúmenos ignorantes y analfabetos no desean, en modo alguno, que los bárbaros a los que se han entregado miserablemente se sientan ofendidos por la Reconquista, que ahora, al parecer, no fue tal Reconquista. ¡Para mear y no echar gota, joder! ¡Es que estos tíos enojan hasta el mismísimo santo Job!
Se trata ciertamente, en efecto, de disolver la Historia –los hechos históricos– en aras de la tolerancia y de la convivencia entre los autóctonos y los diferentes individuos –casi todos ingresados ilegalmente en España vía inmigración– pertenecientes a las distintas comunidades árabo-islámicas que se han establecido en nuestro país. Hablar hoy, pues, de Reconquista –término con connotaciones peyorativas para socialistas, comunistas y demás especímenes– podría arrojar a quien lo usare a las tinieblas exteriores de la sociedad actual y de lo políticamente correcto.
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