Ya no sé ni la de años que lleva pegándose al poder. Es el típico funcionario que siempre se ha pegado a la sede del Partido Popular para que ‘no le olviden’ y siempre ha conseguido estar situado en esos puestos a dedo en los que se está cercano al poder. Lo malo es que el tío es gafe. Así como le leen. A todo aquel que se le acerca termina buscándole problemas y su valedor en cuestión termina siendo destituido, aunque se disfrace la marcha de dimisión. Le ha pasado desde los tiempos del GIL, cuando se codeaba con la mata-hari del Gobierno y después lloraba lo acosado que se encontraba. Ejercía bien el doble juego: pelota por un lado y criticón por otro. A la endiosada y maleducada Aida Piedra se le terminó el ‘chollo del mando’ -que no el de la cartera- y al final terminó en los Madriles, aunque más de uno dijo haberla visto en Bruselas, dando pie a mil y una historias para no dormir. El gafe buscó hacerse de valer en un PP que se había beneficiado de su información en tiempos de GIL y no GIL, así que terminó al lado de todo un consejero, llevándole personalmente los asuntos mientras recibía la compensación mensual de la empresa privada a la que le rendía y le sigue rindiendo pleitesía. Falsedad no le falta. Como todo lo que toca destruye, su jefazo terminó chupando el exilio popular, destronado aunque bien colocado -porque hay gente que vale por lo que calla- y él tuvo que buscarse otro agujero. Y lo hizo, pegándose a otro político que adoraba en público pero del que se jactaba en privado. Confundía eso de estar a su lado con eso de ser un buen manipulador. Y así le duró el juego un tiempo, hasta que atrajo el gafe a su campo y provocó otro revuelo mediático-político.
Poco ha tardado en encontrar otro hueco, en otra área en donde se cree el consejero del ramo cuando en teoría, currículum en mano, es el último mono en el convento. Eso sí, un mono con capacidad de hacer y deshacer. Y hacer está haciendo muchas cosas al lado de su jefa, que desconoce que es gafe y también se piensa que los demás somos gilipollas. Mejor dicho, ambos se creen que todos los demás somos gilipollas. ¿Y entre ellos, qué se piensan que son ellos? Se unen en un camino de guerras y enfrentamientos como el que está viviéndose en la sede del Partido Popular en donde son bienvenidos los decretos que consiguen dejar fijos de determinados trabajadores pero no creo que lo sean tanto los movimientos del gafe por espiar, contando con el beneplácito de cierto poder que siempre se ha escapado de una condena judicial, el pasado de más de uno. ¿A que esa caza de brujas no gusta tanto? A quienes la sufrirán seguro que no. Al gafe, le encanta.