Categorías: Opinión

La historia de una guardia

La verdad es que me da igual que la protagonista de esta historia sea una guardia civil. Que por cierto lo es, y encima de Ceuta. La chica en cuestión, destinada en un pueblo de Alicante, siguió adelante con sus denuncias por presuntas corruptelas de sus jefazos hasta que ha conseguido que al final la justicia actúe. En el camino ha dejado coacciones, presiones, amenazas y hasta sanciones. Vamos, un poco de todo. Ahora la justicia, que es lenta (demasiado) y a veces hasta acierta, ha dado inicio a un proceso que ya veremos como termina. Pero, tal y como les decía al principio, en el fondo me da igual que la protagonista de esta lucha sea una guardia civil, porque de esta historia me quedo con un hecho constatable: que todavía existe gente valiente capaz de denunciar injusticias, irregularidades o eso que no es tan transparente como nos lo venden. Y eso escasea, porque nos vamos metiendo en un mundo cada vez más podrido en el que, al final, cuando ya conocemos el charco nos gusta mojarnos en él y salpicar a los demás como si fuéramos cerdos.
Alguna que otra vez me ha dado por pensar en si en la condición humana viene eso de ser un poco sinvergüenza. Imagínense que ustedes fueran los alcaldes de un pueblo, responsables del manejo de miles de millones, cerebros de una buena administración del dinero de todos los ciudadanos. ¿Serían capaces de no meterse en el charco? Lo fácil es decir eso de ‘claro que sí, por quién me toma usted’. Pues vale. Ahora vamos a aplicar el juego a los ámbitos más domésticos. ¿Es capaz, en su trabajo, de barrer para la casa? Ya saben: llevarse un paquete de folios de entre los miles que hay en su empresa, redondear aunque sea en un par de euros la factura del taxi, intentar sacar las libretas y los lapiceros del trabajo para que el material escolar del niño no sea tan caro... o hacer las fotocopias oportunas. Ahí ya nos pillan en calzones, o en bragas, según el personal. Somos capaces de dar el pequeño palo de nuestras vidas birlando un boli del trabajo... ¿y seríamos capaces de ser el hombre o la mujer corrupta del momento?
Mientras haya personas que huyan de los palos domésticos y de los más públicos habrá gente como esta guardia civil, capaz de enfrentarse a todo un esquema de mandos y trabajo denunciando lo que, sencillamente, no está bien. Habrá, no ya cierta esperanza, sino cierta tranquilidad por saber que los cerdos no han invadido nuestro mundo y que los charcos, a pesar de atraernos, todavía no hacen las delicias de todos los mortales.

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