Opinión

La guerra de España en Conchinchina

Ahora que tanto se habla en los medios sobre Corea del Norte, cuyo orondo presidente, Kim Joug-un (bautizado por Ronald Trump como el “hombre cohete”), tanto gusta de jugar a la guerra nuclear con sus generales ensayando “cohetes” balísticos con cabezas atómicas, disparados sobre el mar de Japón, amenazando a Corea del Sur, islas Hawai y EE.UU, quizá resulte de interés recordar que en el siglo XIX España, junto con Francia, libró una cruenta guerra en Conchinchina, territorio que hoy se denomina Vietnam, pero que 1802 formaba, junto con el reino de Tonkín, el imperio de Annán. Dista de España unos 10.400 kilómetros y todavía suele decirse para designar un lugar o suceso que está muy lejano: “Eso está allá en la Conchinchina”; que, para llegar allí, había entonces que seguir la ruta marítima del Cabo de Buena Esperanza, y los buques de guerra tardaban entonces en hacer la singladura entre seis y siete meses.

Dicho conflicto se fue gestando desde el año 1580, que comenzaron a llegar allí algunos misioneros españoles desde Filipinas, junto con religiosos portugueses y franceses, en alguna ocasión a petición del emperador annamita, dado que el “confucionismo” - religión que se profesa en la zona - está impregnado de una serie de valores sobre la conducta ética y moral que deben observar sus seguidores, que es bastante parecido a los valores que predica la religión cristiana. Pero llegó el momento en que los misioneros franceses y españoles adquirieron cierta influencia y excesivo protagonismo en la vida de aquel imperio, hasta el punto de que apoyaron a un opositor del emperador que también era aspirante a ceñir el cetro imperial.

Cuando allí sucedieron los hechos bélicos, España era ya una potencia venida a menos, sin un potente ejército ni apenas marina de guerra y bastante escasa de recursos económicos como consecuencia del desgaste que produjo la segunda guerra carlista que desde 1847 hasta 1860 libró, y después del tremendo esfuerzo que en los siglos anteriores había realizado debido a su presencia en casi todas las partes del mundo y, sobre todo en América, cuando nuestras posesiones coloniales comenzaron a emanciparse y a obtener su independencia tras numerosas y graves hostilidades.

La confrontación bélica en Conchinchina, se libró por España y Francia entre 1858 y 1863. Pero, en realidad, los españoles estuvieron allí presentes desde el año 1565, cuando una expedición al mando de Legazpy tomó la isla de Cebú; cuyo objetivo principal era la evangelización, que por eso en la misma iba también el fraile agustino Andrés Urdaneta. Pero lo que se dice en el actual Vietnam, los españoles llegaron allí en 1678, a fin de desarrollar e impulsar una red de comunidades religiosas para que pudieran llevar a cabo su labor evangelizadora. En 1773 fueron ejecutados el dominico español Jacinto Castañeda y otro francés. En la década de 1830 fueron asesinados los religiosos franceses Gagalin, Morette y Bacard. En 1838 sufrieron martirio los obispos españoles Ignacio Delgado y Domingo Henares.

El detonante del conflicto fue que el 20-07-1857 torturaron, asesinaron y descuartizaron, horriblemente mutilado en Nam Dinh, al obispo español en Tonkín José María Díaz Sanjurjo, quien, según el obispo Melchor García de San Pedro, le cortaron vivo las manos, después los pies, lo decapitaron y pasearon su cabeza por las calles como trofeo de guerra. Debido a estos sangrientos sucesos, Francia acordó intervenir con su Armada el 25-11-1857, pero como necesitaba apoyo por tierra, solicitó de España una fuerza de 1.500 a 2.000 hombres de la guarnición de Filipinas. Francia llevó la iniciativa y la dirección de las operaciones, habiendo “invitado” a España “por si deseaba cooperar” en una operación de castigo que restituyera la dignidad y obtuviera las debidas satisfacciones del emperador annamita”.

En 1821, el emperador de Annam era Tu Duc. Las misiones españolas se fueron expandiendo por todo el territorio, y unos 5.000 misioneros lograron convertir a la fe católica a unos 300.000 habitantes autóctonos. El éxito de dicha evangelización despertó el recelo de las autoridades imperiales que desataron una furibunda persecución y horribles asesinatos de españoles. Tu Duc ordenó la expulsión de los europeos, y en 1833 desencadenó una terrible ofensiva contra los religiosos católicos que originó gran número de asesinatos y torturas, teniendo nuestros misioneros que pasar a la clandestinidad. En 1847 los franceses bombardearon el puerto de Da Nang. En 1852 Francia emprendió una política de conquistas coloniales en la zona con vistas al establecimiento de una base que le sirviera de plataforma de lanzamiento hacia otras conquistas coloniales. España, en cambio, sólo pretendía restituir su dignidad gravemente lesionada por las feroces atrocidades cometidas contra nuestros religiosos.

El 20-07-1857 tuvo lugar el hecho principal que provocó la indignación de Europa y propició la intervención militar conjunta. España, firmante en 1834 del Tratado de la Cuádruple Alianza junto con Francia, Gran Bretaña y Portugal, en virtud del cual, si uno de dichos países era atacado, los demás aliados se obligaban también a intervenir. Aquel régimen imperial cometió verdaderas crueldades y martirios contra los religiosos católicos, les sometían a tormentos, los decapitaban y arrastraban por las calles sus cabezas. En 1858 tuvo lugar la horrenda muerte del Obispo español de Platea, José María Díaz Sanjurjo, que murió decapitado. También asesinaron y vejaron, decapitándolo y siendo su cuerpo mutilado expuesto en público en la plaza de Nankín, al Obispo español Melchor García San Pedro. El 1-12-1857 el ministro Francés, Walewski, y el marqués de Turgot por parte de España acordaron intervenir militarmente, poniéndose las tropas españolas bajo mando francés. Francia había decidido la intervención militar de castigo y el gobierno español se adhirió al proyecto. El gobierno ordenó al capitán general de Filipinas, general Norzegaray, movilizar una escuadra de 1.500 hombres al mando del Alférez de Navío Siro Fernández. Al frente de las tropas terrestres iba el Coronel Mariano Oscáriz.

Primero, se organizó una expedición formada por 1.300 franceses y 500 españoles, que el 2-09-1858 tomaron la fortaleza de Da Nang, cerca de Hué, la capital imperial, resistiendo allí hasta la llegada de refuerzos de ambos países, organizándose una segunda expedición compuesta por 3.000 franceses y 1.500 españoles, más 12 buques de guerra galos y la fragata española Elcano. En febrero de 1859, las fuerzas aliadas se concentraron en el puerto de Da Nang (Touranne) desde donde una fuerza combinada de siete barcos franceses y el español Elcano partió con dirección a Saigón, con un contingente de 1.500 hombres, la mitad españoles. Las tropas españolas procedían de Filipinas. Al mando de las tropas aliadas estaba el contralmirante francés Rigault de Genouilly. Mientras que al frente de las españolas iba el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote.

En el puerto de Da Nang quedó una guarnición aliada a la espera de acontecimientos. La flota fondeó frente al cabo Santiago, donde desembarcaron para iniciar el ataque a la ciudad de Saigón. Las enfermedades diezmaron a las fuerzas aliadas. Afortunadamente los soldados españoles, por estar destinados en Filipinas, estaban más habituados que los franceses a las enfermedades tropicales, como el paludismo, picaduras de serpientes, amebas o las temidas hormigas rojas que devoraban literalmente a los heridos.

El entorno de combate era muy difícil y la jungla impedía el avance rápido de las tropas. El camino hacia la capital requería conquistar palmo a palmo la jungla que rodeaba Saigón. Durante el 9 y 16 de febrero se destruyeron las posiciones defensivas que protegían la ciudad. En la toma de uno de los diferentes fuertes destacó Migel Primo de Rivera, que en 1923 encabezaría la Dictadura. El día 17 tuvo lugar el asalto de la ciudad y tras un breve e intenso combate Saigón quedó en manos de España y Francia. Dos compañías de soldados españoles, al mando del comandante Carlos Palanca Gutiérrez, lucharon en la vanguardia y fueron los primeros en iniciar el salto final a la ciudadela a bayoneta calada.

Una vez rotas las defensas de la ciudad pasaron el resto de las unidades. Tras la toma de Saigón, el general francés ordenó demoler la ciudadela y construir un nuevo puerto fortificado donde quedaría una guarnición de retaguardia. Transcurridos unos días, los franceses destaparon sus reales intenciones. El nuevo comandante francés, François Page, ordenó, sin previa consulta al Gobierno español, la retirada de las tropas españolas no acantonadas en Saigón. El comandante Carlos Palanca Gutiérrez permaneció en la zona mientras el coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote regresaba a Manila. El ejército francés había considerado a la fuerza española como tropa auxiliar. El mando español de Filipinas no se opuso ni hizo valer su participación; si bien, la intención inicial de España era simplemente castigar la muerte del dominico que había sido martirizado y decapitado. La falta de coordinación entre Madrid y el gobernador de Filipinas impidió lograr mejores resultados del tratado de paz firmado entre Francia y el emperador Tu-Duc..

En aquella batalla, España participó en la campaña con excesiva confianza y candidez, de lo que, como tantas otras veces, se aprovechó Francia para conseguir todas las ventajas. El ya teniente coronel Carlos Palanca Gutiérrez, sufrió al comprobar la desidia y menosprecio de su patria con aquellas tierras y con el esfuerzo de sus soldados. Palanca protestó ante la metrópoli, pero no consiguió que el chovinismo francés valorara justamente la participación española. La “grandeur” de Francia se aprovechó de un gobierno español pusilánime y de la debilidad de nuestro gobierno de Filipinas. Finalizada la campaña, por orden de los franceses, la mayoría del grueso de las tropas españolas volvieron a Filipinas.

Quedaron defendiendo Saigón, junto a 322 franceses, 233 soldados españoles y 4 oficiales al mando de Palanca. El 23-03-1862 quedó definitivamente concluido para España el conflicto armado en Conchinchina. Luego vendría el ignominioso y vejatorio tratado de paz que firmaron Francia y el emperador de Annam sin la presencia efectiva española. Fruto de estas operaciones, el comandante Palanca fue ascendido a coronel, nombrado también jefe de la expedición española con responsabilidades de plenipotenciario en Anam. Él llevó el mando de la operación, excepto en el desembarco del cabo Santiago, y estuvo al frente de las fuerzas españolas que tomaron los puertos de Hong-lai, Cha-lai y Ton-ki, e inició el asalto final a Saigón.

En 1861 las tropas españolas mandadas por Palanca, colaboraron con las francesas en el ataque de Ki-Hoa en febrero de 1861. En esta operación, los españoles tuvieron un 30 % de bajas, frente a un diez % de los franceses. En abril los españoles también participaron en el durísimo asalto a My-Tho, donde durante dos días los annamitas utilizaron elefantes armados contra los europeos. También participaron las tropas españolas en 1861 en los combates de Bien-Hoa, el río Dong-Mon y el cabo de Baria. En 1862 Palanca ya sólo disponía de unos cien soldados y participó en los ataques de Long-Lap, Vinh-Luong y Long-Dinh.

El emperador Tu-Duc aceptó las condiciones impuestas por los franceses y tuvo que ceder a Francia la zona ocupada, accediendo a la petición española de permitir la libertad religiosa. Pasado un año, los franceses ocuparon Camboya y una década más tarde, el norte de Vietnam. El 5 de junio de 1862, se puso fin a la guerra con la firma de un tratado de paz entre Francia y el emperador Tu-Duc, sin la participación española. Como consecuencia del tratado, Francia inició su penetración colonial en Indochina gracias a la concesión de tres provincias de la baja Cochinchina y unas cuantas islas. España sólo logró algunos derechos comerciales y que el gobierno de Annam reconociera la libertad religiosa para los anamitas. Posteriormente el Emperador Tu-Duc no cumplió lo firmado y volvería la persecución religiosa asesinando a muchos católicos. España llegó a tener desplegados en Conchinchina más de 4.000 hombres, más la fragata Elcano, vapor Jorge Juan, corbeta Narváez y goleta Constancia. El 1-04-1863 volvieron los últimos españoles a Filipinas. En 1902 los franceses lograron la unificación de Indochina. España, como siempre, no sacó ningún beneficio. Las tropas españolas regresaron a Filipinas. La capital colonial francesa se estableció en Saigón.

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