Peligra la unidad nacional. No hay precedentes de tan grave desafío como el del órdago separatista en el que se ha plantado el gobierno catalán. Aquellos lodos trajeron estos barros. Carentes de la mayoría absoluta para gobernar, las concesiones de los gobiernos del PP y del PSOE a la los nacionalistas, a cambio de su apoyo, traen ahora a la palestra estos graves acontecimientos. Firme, ruge Cataluña. Mientras, en el País Vasco comienzan a sonar sus tambores secesionistas, cara al 2015. ¿Quién les seguirá? 500 años de unidad e historia en común no pueden romperse mediante una secesión unilateral.
Que niños aleccionados aparezcan en la televisión catalana al grito de “España será derrotada”, es grave. Éste es un episodio más del gravísimo error histórico de haber cedido las competencias en Educación a las CC. AA. Puente de plata para el nacionalismo catalán, en este caso, merced al que podido tejer una tupida malla de adoctrinamiento en la que han quedado atrapadas las generaciones más jóvenes, imbuidas por el desprecio o el odio a España.
Si preocupante es la deriva secesionista, tanto o más lo es la de un presidente del Gobierno con su mayoría absoluta tibio, timorato e incapaz de dar un golpe en la mesa dejando bien claras las cosas. Simplemente con la Carta Magna encima de ella. Catedráticos en Derecho Constitucional no dudan en calificar como un fraude a la Constitución cualquier intento de llevar adelante una ley de consultas catalanas. Tal y como, por ejemplo, así lo sentenciaba con rotundidad esta semana en ‘Onda Cero’ Jorge de Esteban’. “Con la Constitución no hay más posibilidad de referéndum que el que reconoce el Artículo 92, consultivo, convocado por el Rey y decidido por el Gobierno”.
Secuestrado por su deriva suicida y sin posibilidad de retroceder, Mas se reafirma ahora también con el anuncio de la celebración de unas “elecciones plebiscitarias”, a las que se ve obligado a recurrir si no logra sacar adelante su referéndum. ¿Se habrían producido estas prolongadas y continuas bravatas del nacionalismo catalán con Felipe González como presidente, especialmente en su primera legislatura? Si algo tenía claro Felipe era su idea del Estado. Su integridad era intocable. Aunque, eso sí, para él y sus gobiernos Ceuta y Melilla fueron las grandes olvidadas. Excepto en el generoso regalo del maná de las nacionalidades, en tantísimos casos concedidas alegremente a marroquíes en ellas establecidos, generando así un problema que, con sus inevitables ramificaciones posteriores, lamentamos ahora.
“Una Cataluña independiente es imposible”, afirmaba esta semana en ‘ABC’, Felipe González, alertando de que la secesión provocaría una fractura social que costaría saldar 40 años. Lástima que esa convicción y claridad no ahonde ahora en su partido, al que no ha dudado en criticarle sus coqueteos con los nacionalistas.
Ese es el problema. Que los dos grandes partidos españoles no vayan de la mano. Los populares se han quedado solos con Ciudadans para configurar un bloque con el que hacer frente al soberanismo de Convergencia y Esquerra, mientras el PSOE se debate en serias contradicciones internas, especialmente con su idea, de “poner al día” la Constitución mediante su cuestionable proyecto federal con el que “mantener la unidad de España”. Ni el asunto es fácil ni tampoco serían aceptables determinados puntos en el caso de Cataluña. Es más, tampoco sería la panacea para acabar con la deriva independentista catalana. Deriva que tampoco solucionaría el nuevo pacto fiscal del que se habla. ¿Otra concesión más?
A todo esto el empresariado catalán parece seguir los toros desde la barrera. No es el caso de Lara, con su anunciado éxodo de Cataluña de producirse su independencia. O de la fábrica ‘Roca’ confirmando ahora su marcha a Sagunto, uniéndose así a la cadena de deslocalizaciones. No digamos ya entidades como La Caixa o el Banco de Sabadell cuya inquietud debe ser inevitable.
¿Tan difícil es que se obligue a respetar la Ley y la Constitución en Cataluña? ¿Acaso es papel mojado el uso del artículo 155 de la Carta Magna que permite suspender la autonomía de una región en caso de que esté en peligro la unidad nacional? O el Título Preliminar, artículo 8, referido a las FF.AA. que más claro no puede ser. ¿Para qué están ambos? ¿A qué jugamos?
Eso sí. Si quieren independencia pueden hacerlo perfectamente, abandonando el campeonato nacional de liga y disputar el suyo propio. ¿Se imaginan al F.C. Barcelona, tan abrazado que parece a la causa soberanista, jugando una liga nacional de Cataluña con rivales como Gerona, Lérida, San Andrés, Reus, Tarrasa, Gramanet o el Badalona, por ejemplo? ¿Contempla también este asunto el señor Mas? Y los hinchas culés, ¿cómo lo ven?