Este verano lo he comenzado leyendo el libro titulado el “El Sahara Occidental y España”, del que es su autor Carlos Ruiz Miguel, Profesor de Derecho Constitucional, de cuyo análisis se pueden extraer una serie de interesantes conclusiones que creo merece la pena poner de público manifiesto a los posibles lectores, porque todas esas conclusiones coinciden en señalar que España tuvo en sus manos multitud de ocasionasen el pasado para intervenir en perjuicio del Estado marroquí y de su monarquía alauita, la mayoría de las veces propiciadas y servidas en bandeja por los propios marroquíes. Y, sin embargo, siempre se negó a ello, tratando - incluso en claro perjuicio de los propios intereses nacionales españoles - de preservar, por encima de todo, la integridad del territorio de ese país y, muy especialmente, de su monarquía; pese a que luego a cambio continuamente España no haya recibido por parte de Marruecos nada más que su eterna ingratitud y clamorosas deslealtades, tal como en dos entregas se tratará de exponer.
Pero antes, para que se pueda comprender mejor tal exposición, se considera necesario remitirse a lo que originariamente fue el antiguo territorio del Norte de África sobre el que hoy está asentado el reino de Marruecos. Y, en tal sentido, es generalmente conocido que la población autóctona que en tiempos remotos lo habitaba era en su mayoría bereber, o imazighen, aunque convivía con otros importantes grupos de población bizantina y cristiana pertenecientes a la antigua Hispania Transfretana (la anterior Hispania Ulterior de los romanos). La etnia bereber tenía como propias su cultura, su religión y su lengua que eran milenarias y distintas de la de los árabes. Pero hacia el año 681 el territorio fue invadido por sucesivas olas de gentes venidas de Arabia, Siria, Egipto, etc, que se apoderaron por la fuerza de las armas del territorio, expulsando a los cristianos y, con el tiempo, lograron vencer la tenaz resistencia opuesta por los bereberes, habiendo sido Okba Ibn Naifi el que desde el 683 se encargara de propagar el Islam en todo el territorio.
Durante más de una decena de siglos anteriores a la creación del Protectorado hispano-francés en 1912, los naturales del Rif continuaron teniendo su propia lengua y cultura, habiéndose caracterizado por su continuo afán de independencia frente al Marruecos árabe. En primer lugar, ya en 1860, con anterioridad al Protectorado, España impidió la disolución del Estado marroquí y con ello también la quiebra de su monarquía, pese a las numerosas ocasiones con que contó para hacerse con numerosos territorios en la zona. Por ejemplo, rechazando expresamente la posibilidad de concertar la ocupación de Santa Cruz de Mar Pequeña con el jeque Hebib Beiruk y el sometimiento de éste a la protección española que pretendía, con tal de que se reconociera su independencia respecto del Sultán, a la que España se negó.
Después, en 1878 la cábila rifeña de Benisimasen, próxima a Melilla, intentó también acogerse al pabellón español para protegerse frente al Sultán, pero, ante las evasivas españolas, decidió luego someterse a Francia. Iguales propósitos de sometimiento a España mostró la cabila de Qubdana, frente a las Chafarinas, pero tampoco tuvo respuesta positiva de España. Poco después, en 1880, varios caídes rifeños, de las cercanías de Melilla, se trasladaron a Málaga para gestionar su sumisión para que España se anexionara los territorios regentados por ellos, la cual fue rechazada por Cánovas del Castillo, quien manifestó que, por encima de todo, España quería salvaguardar la integridad territorial de Marruecos y su monarquía, pese a que él mismo veía con simpatía la posible incorporación a España del territorio rifeño. Finalmente, el Gobierno español también rechazó en posteriores momentos otras peticiones que le fueron formuladas para que se erigiera en país protector de los rifeños, con tal de no contribuir al desmoronamiento del Estado marroquí y evitar con ello crear dificultades al Sultán. Sin embargo, éste nos lo agradeció haciendo importantes pedidos de bienes (cañones, fusiles, obras de defensa del puerto de Tánger) y servicios (oficiales para instruir a los soldados), pero a Inglaterra y a Francia, y ninguno a España.
Cuando ya se instauró el Protectorado, Francia se adjudicó unilateralmente la zona sur marroquí, que era la que tenía las tierras más fértiles, la población era en su gran mayoría urbana y eminentemente árabe, estaba más desarrollada y era bastantes menos conflictiva. A España, en cambio, se le asignó la zona norte con su población mayoritariamente bereber, rural y más pobre, pero la más insurgente y aguerrida que siempre trató de escapar al control de los Sultanes, negándose a pagarles los impuestos.
Ya en otros artículos anteriores me he referido a cuál fue la ingente obra de España en el Protectorado, lo que me releva de reiterarla aquí. De hecho, el Protectorado se creó debido al caos, al desorden, a la serie de carencias y la falta de autoridad existente. En la zona sur, bajo protección francesa, el mariscal Lyautey pretendió hacer evolucionar a los bereberes al margen del Islam, hasta el punto de que el 16-05-1930 se impuso el dair (decreto) bereber, con el que se pretendía que el idioma árabe no fuera único, sino cooficial con la lengua de los bereberes, con dialectos como el amazig o chelja, el tarifit, el tamazight y el tachilhit. Y en 1932 se proyectó una política dirigida a la separación de lo bereber de lo árabe.
El espíritu de combatividad e independencia rifeño estaba encabezado por el famoso Abd-El-Krim, su profesor del bereber y líder, que abanderaba la lucha por instaurar un Estado independiente del Marruecos árabe, la Dawla Jumhuriya, o nación republicana del Rif. Y, efectivamente, él, más que luchar contra los españoles, lo hacía para crear un Estado independiente, que fue lo que llevó a cabo tras su victoria de Annual, declarando la República del Rif, dotándola de propia Constitución y Gobierno, separados del Sultán. Abd-El-Krim, muy en la línea francesa de lo que se pretendía para el Rif, prohibió el árabe en dicho territorio. Y, a sabiendas de que el general español de la Dictadura, Primo de Rivera, era partidario de retirarse del Rif, hasta el punto de que para ello entró en conversaciones secretas con Abd-El-Krim, al final, se opuso a la retirada el propio Ejército español, que en el curso de una comida-homenaje servida a Primo de Rivera en el Grupo de Regulares el 19-07-1924, el dictador fue ridiculizado por su política abandonista; entonces, la presión del rey español Alfonso XIII y también de Gran Bretaña, que temía que el vacío dejado por nuestro país si se retiraba fuera llenado por otra potencia mucho más fuerte como Francia, fue lo que a España le hizo desistir. Y con ello, no se hizo otra cosa que evitar (en favor de la posterior monarquía alauita) que en el Rif prosperara la entonces declarada República independiente rifeña, contraria al Sultán.
Después, en 1936, se volvió a insistir en el tema, y una delegación rifeña vino a Madrid y Barcelona a proponer a los gobernantes de la entonces República española que, frente al alzamiento de Franco, ellos ofrecían su ayuda a la causa republicana, a cambio de que se les permitiera la independencia del Rif. Pero los dirigentes españoles, tampoco hicieron caso a esta propuesta que, sin embargo, de haber sido apoyada por España, tal vez hubiera cambiado el curso de la historia de aquella sangrienta guerra civil de España, aunque hubiera puesto en serio peligro a la monarquía marroquí. De hecho, Franco, sumamente receloso de esta visita, enseguida se mostró muy conciliador con los bereberes y les proporcionó en el territorio rifeño amplias libertades de las que ni siquiera se podía entonces disfrutar en la propia España.
En 1954, con anterioridad a la independencia de Marruecos, Abd-El-Krim, que estaba exiliado en El Cairo, hizo una nueva propuesta en idéntico sentido a Franco a través del embajador español en Egipto, es decir, que la nueva propuesta consistía, una vez más, en que se le permitiera crear la República independiente del Rif como Estado separado e independiente de Marruecos. Pero, además, esta vez la propuesta le era formulada a España junto con el nada despreciable ofrecimiento de que a nuestro país se le permitiría a cambio ampliar considerablemente los territorios de soberanía de Ceuta y Melilla. Esta propuesta fue cursada a Madrid por el embajador español en El Cairo que, de haber sido aceptada por España, igualmente hubiera podido llevar aparejada consecuencias muy perjudiciales para la monarquía alauita. Y, no obstante, Franco la rechazó de plano con la afirmación de que no había nada que negociar.
Mohamed V fue Sultán de Marruecos desde 1927a 1953, y luego Rey desde 1955hasta 1961. El 20-08-1953, los franceses, que en esa fecha ocupaban Marruecos, le forzaron para que, junto con su familia, se exiliara en Córcega, por el apoyo del Sultán al movimiento nacionalista que tras la II Guerra Mundialse estaba gestando en Marruecos, y colocaron en el trono a su pariente Mohammed Ben Arafa. Mohammed V y su familia fueron luego expulsados a Madagascar, en enero de 1954. Volvió del exilio el 16-11-1955, después de realizar una activa oposición al Protectoradofrancés. Luego, en febrero de 1956 negoció con éxito con Francia la independencia de Marruecos y en 1957 tomó el título de Emperador y más tarde Rey. En cambio, España, se opuso rotundamente a su destronamiento, y abogó en todo momento por su vuelta al poder y la restitución de la monarquía en su persona. Sin embargo – paradojas de la política - hoy Francia es la nación admirada por la monarquía marroquí, mientras que España es la detestada. Y es que, la deslealtad y la ingratitud no entienden de fieles colaboraciones y leales amistades.
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