Cuando uno da una entrevista lo suyo es que, puestos a tirar de la manta, la tiremos del todo. Solo así se puede ganar el apoyo que se busca. Cuando uno no es claro, no puede esperar que, salvo su club de fans, el resto se solidarice con la causa perdida. Y esto es lo que le ha pasado al exconsejero, Javier Guerrero. Nos quedamos con las ganas de saber quién le sentenció desde hace tiempo y mucho antes de ponerse la vacuna, si es verdad que le cesaron como él mismo dijo a un medio de comunicación mucho antes de que dimitiera, quién era su enemigo o sus enemigos dentro del gobierno (sabemos que la única que salva de la quema es Mabel Deu), o quién cree él que ha prosperado en política porque no tiene principios. De haber contestado a lo que no quiso contestar podría haber ganado un punto entre quienes seguimos creyendo que las cosas las hizo mal. Yo soy una de ellas. Una de las que critica su faceta de político (no de médico, a pesar de que tantos y tantos siguen mezclando todo) en muchos aspectos además de en el específico que le llevó a ser portada de tantos medios de comunicación nacionales y motivo de crítica en tantas tertulias protagonizadas por “hienas”, como ‘bautizó’ a los que han puesto en evidencia su actuación.
Guerrero lo hizo mal, por mucho que insista en defenderse. Lo hizo mal en las formas (vacunándose a lo tapadillo) y lo estropeó en su mítica rueda de prensa en la que dijo textualmente que “no le gustaban las vacunas” (por mucho que ahora pretenda darle la vuelta llevando la contraria a lo que está grabado y cualquiera puede reproducirlo las veces que quiera). Dicho esto por un consejero de Sanidad, normal que las “hienas” y las “no hienas” le pongan de vuelta y media.
Puedo entender que un chiquillo encuentre satisfacción en el derecho a la pataleta. No lo entiendo en alguien con edad, con su reconocimiento público y su trayectoria. El paseo de Guerrero por ‘algunos’ medios de comunicación pareció eso: el derecho a una pataleta de alguien que no midió la consecuencia de lo que hizo y ahora buscar sacar pecho.
La única excepción que hubiera salvado su salida al ruedo pasaba porque nos diera un notición del siglo, nos abriera el caramelo envenenado para poner de manera valiente nombres y apellidos a los que se la han jugado. Pero no lo hizo, salió a torear vaquillas y no toros. Una lástima que haya quedado como un Curro Romero en una espantá. Perdió la oportunidad.
Somos pocos los que hemos tratado el tema con objetividad, asumiendo la gravedad de los hechos y exponiendo la sorprendente relatividad con la que abordaba el tema desde la Ciudad Autónoma. La popularidad del político (en su ámbito profesional y social), han dominado el debate, como un escudo que ha impedido poner en valor el disparate de los hechos. A la vez, el personaje, aprovechando esa popularidad, no ha dejado de mostrarse y reivindicarse para aparentar una realidad muy distinta a lo sucedido. Es decir, su única defensa es su guardia pretoriana, que por otros temas bien distintos lo defienden a pie juntillas, abandonando la razón como quien defiende a un hijo rebelde. Esa forma tan única y tan de pueblo que Ceuta no abandona (ya sea en la final del carnaval... o en el estricto orden que se le presupone al protocolo de la vacunación de una pandemia). La soberbia y la arrogancia es capaz de calificar como hienas a todos los que no aplauden su estilo campechano e insustancial. Modos y formas muy del estilo de otros personajes como Pepe Torrado, Antonio López... que incomprensiblemente, y pese a todo, guardan un numeroso grupo de seguidores.
Pero aquí, en Ceuta, se mezcla lo entrañable con lo formal, la familiaridad con lo contractual, las subvenciones con la afinidad y los silencios con los intereses... La ciudad se confunde entre el folclore de los conocidos y lleva a dar manga ancha a errores inconcebibles. En la empresa privada no se aceptarían meteduras de patas así, ni se abriría ese juego de juicio popular de afines, ni se dudaría a la hora de tomar decisiones. En la empresa privada, tras un suceso en secreto, se le habría cesado y se habría abierto un expediente... Pero aquí se abrió un debate público de amigos, familiares y pacientes... Y no se tomaron las decisiones de forma rigurosa, sin temblar el pulso y siendo consecuentes con las directrices políticas de la formación en el resto del país. Además, para rizar el rizo, tuvo la oportunidad de explicar tal disparate y dimitir en una comparecencia, momento que no aprovechó y que usó para exaltar su rechazo a vacunarse (el colmo del disparate en mitad de una campaña de vacunación y dicho por un médico con un puesto político de alta responsabilidad en el ámbito sanitario). Pero tales hechos no eran bastante fuertes para ese clamor de inauguración del encendido de luces de la feria. Porque aquí, según quién, se puede actuar de forma disparatada, incluso justificando de forma pueril los motivos: "o se vacuna usted Consejero o no nos vacunamos ninguno..." (el diálogo de besugos, buscando "el sálvese quien pueda", debió ser para exponerlo en video en el museo de los horrores ceutíes).
Desde el primer día de pandemia debería haber abandonado su compatibilidad, tomando el toro por los cuernos, la responsabilidad de su cargo y su disponibilidad deberían haber estado a la altura de unas circunstancias excepcionales. Antes de haberse ofrecido a la política, debería haber entendido que la ciudadanía no se merece a nadie a tiempo parcial (y menos en una pandemia mundial). Pero ese vicio ceutí de "teta y sopa" es demasiado tentador y sólo es comparable a la adicción a aparecer entre los apellidos habituales de la "société" local. Una herencia del photocall de "La Verbena de las Viudas", como una muestra de nuestras pueblerinas costumbres de aparentar socialmente a toda costa, formas a las que sucumben hasta los más ilustrados y que nos condenan a ser un corral de vecinos.
Ciertamente, es complicado compararlo con el maestro de Camas, que coleccionaba trofeos de otros tiempos y que pese a su edad tenía algunas tardes de gloria (hasta sus incondicionales eran muy crueles cuando desistía de la lidia). Pero en este caso no se puede comparar con ninguna figura del arte de Cúchares... Y sería más del gusto del "Cordobés" o de "Jesulín" que contaban con el favor de la grada, pero no eran referentes de la ortodoxia de la tauromaquia. No obstante, en los ruedos no se perdona nada y las malas tarde marcan las carreras de los mediocres por muy populares que resulten.
Es digno de resaltar su defensa por la decencia política y que baje su muleta intentando dar pases a mansos. Una ingrata labor cuando el criterio y el gusto por los cánones de pureza escasean entre nuestras siete colinas. Es un verdadero deleite cuando se lucha por dar luz a la razón con destreza y se argumenta con estilo, maneras no acostumbradas que suelen denostarse en Ceuta (tachando a la palabra y a la opinión como un mundo de "enteraos"). Para nosotros, maletillas de la crítica, se nos hace cuesta arriba ver como Ceuta ensalza a mediocres y hace que huyan personas válidas. La prensa en Ceuta es una labor condicionada/subvencionada y por eso nos quitamos el sombrero con sus valientes editoriales, adivinando que su arrojo viene sin duda de muchos desplantes por parte de personajes poco iniciados. Perdón por haber entrado en su artículo como un "espontaneo", pero quizá un quite siempre fue nuestra única oportunidad...