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La era de la alimentación de las máquinas

El gran problema de la enería en relación a nuestras sociedades es que nos hemos acostumbrados a disponer de gran cantidad de ella y a precios monetariamente muy bajos. Decididamente, a lo largo de estas líneas vamos a intentar explicar porqué debemos alumbrar una nueva forma de relacionarnos con la energía, los materiales y los recursos de nuestro planeta. En todo esto, el negocio de los biocombustibles solo está aportando mucho ruido, que impide visualizar bien los problemas de fondo.
Los puestos de trabajo, el incremento de la calidad de vida de algunos conciudadanos y el mantenimiento de la red de relaciones económicas que se establecen en torno a una industria como esta de los biocombustibles no debe hacernos perder la perspectiva de las veladas pero feas realidades que su puesta en marcha ocultan. La peor de las caras ocultas de un negocio aparentemente moderno, y que suena muy bien, es que destruye hábitats naturales, contribuye al empobrecimiento de la agricultura y no ayuda a la transición social hacia la sostenibilidad, cuestión esta que es necesaria con la mayor brevedad posible, dadas las circunstancias planetarias. Además, desde el punto de vista filosófico, podría ser una auténtica abominación: “alimentar a las máquinas con nuestro grano”. En este sentido, en el punto en que nos encontramos actualmente a estar totalmente al servicio de las máquinas hay una pequeña distancia que ¿acaso no se ha producido ya?
Los biocombustibles no son una solución que pueda generalizarse sino más bien puede ser una vía alternativa de utilización de los excedentes orgánicos en pequeñas poblaciones o en regiones con gran producción agrícola, muchos residuos orgánicos y alta productividad en los suelos de cultivo. Su utilización, de manera generalizada, tiene poco sentido temporal puesto que los ciclos de los materiales deben cerrarse, o al menos intentarlo, teniendo en cuenta que los suelos tardan en regenerarse miles de años (lo cual convierte al suelo en un recurso prácticamente no renovable), no parece que exista mucha alternativa.
Grandes extensiones de tierras de cultivo se utilizarán para el consumo de biomasa con fines energéticos dejando de lado las necesidades humanas más perentorias para la supervivencia, como la alimentación, lo cual ya es un problema en algunas regiones del mundo debido a la destrucción de los suelos y al imparable aumento de la población.
Los últimos reductos de bosques antiguos con riqueza biológica de los países en vías en desarrollo están amenazados, no ya solo por las propias necesidades de las poblaciones autóctonas ni por el tráfico de maderas nobles, sino también por la conversión de los territorios que ocupan en tierras de cultivo para alimentar a motores que generan energía. De esta manera, los países desarrollados, que no van a poner en riesgo sus producciones agrarias estratégicas, están desarrollando proyectos en África, Latinoamérica y Asia con el fin de generar cultivos destinados a la Alimentación de las máquinas. Por dar un dato que nos acerque a la realidad española y su contribución a esta barbarie tecnológica, más de la mitad de la generación del biodiesel español depende de aceites que se importan de países en desarrollo. La barbarie como simplificación de la realidad puede convivir perfectamente con nuestro estilo de vida tecnológicamente complicado pero nada complejo en relación a las amplias capacidades culturales humanas. El negocio del biocarburante es simplificación de la realidad natural, puesto que se basa en grandes plantaciones de monocultivos promoviendo desequilibrios ecológicos e infectando nuestros suelos con herbicidas (el negocio de los herbicidas y plaguicidas ha sido desde hace décadas sustancialmente puesto de manifiesto por la gran heroína de la ecología Rachel Carlson en su “Primavera Silenciosa”). Y es que el negocio químico tiene también mucha relación con las empresas petroleras que ostentan el poder real en nuestras sociedades y lo controlan prácticamente todo. Estos cultivos promueven el desarraigo de la población humana y no contribuyen a detener el éxodo de la población rural y son ante todo producciones incluidas dentro del marco institucional habitual al servicio del lobby energético. En fin, no deseo aburrir con la letanía habitual de los poderes económicos pero solo deseamos que se tenga en mente el origen codicioso y bárbaro de ciertos problemas.
Podemos ilustrar más lo que estamos exponiendo, el estado español dedica un capítulo de subvenciones que beneficia la inversión en el sector de los biocombustibles. Al grupo REPSOL por ejemplo lo ha beneficiado con un montante económico de 42 millones de euros a cambio de generar investigación en biodiesel. Esta cifra es la mitad de lo que el estado dedica a desarrollar el sector de la energía fotovoltaica, algo relevante en un país como el nuestro que tiene excedente de luz solar. Obviamente, a los señores del petróleo no les interesa lo más mínimo que el estado invierta en energía fotovoltaica y por eso le convence de que es más conveniente seguir con el negocio de los biocombustibles que es una palabra mágica que esconde certeramente el mismo negocio de siempre. La dependencia de la agricultura actual de los combustibles fósiles es enorme y además las inversiones en biocombustibles solo promueven la perpetuación del negocio ampliado, y además sin el encarecimiento que conllevaría grandes modificaciones tecnológicas o industriales de un cambio de paradigma energético.
Al fin y al cabo desde su perspectiva lo importante es el negocio, la generación de mercado y los puestos de trabajo. Lo inmediato es lo que marca la agenda de cualquier negocio y continuamos en la trágica situación de desencuentro entre estos poderes codiciosos y los que nos preocupamos de la supervivencia de lo vivo, la calidad de vida de nuestros congéneres y la estabilidad de los sistemas presentes en nuestro planeta, la felicidad, la civilización y nuestro papel en este universo tan sorprendente como incomprensible. Dejando de lado puntos de vista mucho más profundos y propios de movimientos ecológicos como el liderado por Arne Naess y su ecología profunda o ecología basada en la sabiduría, pensamos que no solo la codicia sino la soberbia, o quizá esta última como eufemismo que enmascara el afán de acumular dinero y necedades materiales, pueden estar impidiendo que se llegue a entender (y esto quiere decir también asimilar) que el sistema económico está per se supeditado al sistema ecológico y por lo tanto a la finitud de los recursos planetarios. El fin de la codicia globalizada no terminan de encajarlo los señores del dinero y sus tecnólogos. El saqueo de los recursos planetarios está llegando a su fin. Cuanto antes comencemos menos tiempo tardaremos en recomponer lo que podamos de lo perdido o desecho y menos sufrimientos para todos.
Llevando el problema de la generación de biocombustibles al territorio ceutí, este nuestro agujero negro energético tan poco solidario con el resto del país y del planeta, se detectan algunas aporías que conviene denunciar. La primera es la clara intención de negocio energético que tenían algunos al albur de las subvenciones y de las ampliaciones portuarias.
Visto este asunto, una ampliación portuaria abre posibilidades de negocios tremendas. Sin embargo, como nadie piensa en mañana sino en el hoy y si me apuran en el minuto siguiente de vida, aquello del aprovechamiento de la gratuita energía mareomotriz es algo que no interesa en nuestra ciudad. Naturalmente, es una idea muy descabellada y totalmente absurda por nuestra parte indicar que puede ser una gran fuente de energía que abastecerá a nuestra ciudad y además se podrán exportar los muchos excedentes. ¿A quién se le ha podido ocurrir tamaña insensatez?, indicarán seguro los chicos listos del bachiller antiguo. En sus corrillos mediocres la catalogarán de inviable y darán carpetazo, brindando con sus amigos de la energía fiable y sucia del petróleo y demás prohombres de Ceuta. Obviamente, esta idea del aprovechamiento de las mareas viene de antiguo y seguro que no somos los únicos a los que se les ha ocurrido que en Ceuta se pueden aprovechar. De la misma manera podemos asegurar que casi seguro que seremos los únicos en luchar por que se ponga en marcha algún proyecto piloto.
Desgraciadamente, tendremos que luchar contra los lobbies económicos ceutíes que lo controlan todo, están en todos los consejos de administración y por supuesto sus abogados husmean en cada rincón de la ciudad en busca de posibles emprendedores a los que fastidiar con devoción mariana. Nada mejor que un buen puñado de mediocres para echar por tierra cualquier idea.
Por todo ello, es bastante delicado generar puestos de trabajo en industrias claramente insostenibles como la de los biocombustibles, sobre todo tal y como se quería implantar en Ceuta. Por otra parte, creemos que sería flor de un día, aquí no hay industria que resista a nuestros ideólogos de la economía ceutí. Hoy en día no podemos permitirnos el riesgo de ser permanentemente analfabetos de la sostenibilidad y de la cuestión ambiental, ya que esto podría generar mucho daño a millones de personas en terceros países. La construcción de la factoría de biocombustibles en Ceuta contribuirá a agravar la situación de insostenibilidad del planeta e incrementará la penuria y la miseria de poblaciones que dependen de ecosistemas sanos para sobrevivir en regiones lejanas. Ninguna persona con elevado juicio moral podrá anteponer la prosperidad económica inmediata de unos pocos al sufrimiento de muchos. No ayudemos a incrementar el negocio del petróleo por vías alternativas y atajos burocráticos vestidos de verde.
El estudio de los hechos concretos no nos debe hacer olvidar la visión holística del mundo que los acontecimientos están imponiendo. Un ejemplo es el siguiente, un bosque puede ser visto como un conjunto de árboles o como un enorme conjunto de recursos naturales conectados en red que ilumina también nuestro propio espíritu, genera cultura y nos conecta con una parte ancestral del ser humano.
El futuro de nuestras sociedades depende en gran parte de nuestro comportamiento actual. La única realidad fiable en relación a los sistemas de generación de energías es que deben ser mucho más austeros en el consumo de recursos y sobre todo tienen que basarse en su mayor parte en energías limpias y renovables. Los seres humanos debemos aprender a vivir con muchos menos gastos energéticos y esforzarnos en intentar cerrar los ciclos de los materiales para conservar el precioso suelo que cultiva nuestros vegetales. La austeridad energética, el desarrollo de energías limpias y el cerrar los ciclos no tienen nada que ver con los biocombustibles y sus negocios.

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