Opinión

La educación no importa, por Juan Luis Aróstegui

Cada cierto tiempo, como una exótica serpiente informativa, irrumpe en la palestra mediática el “problema” que supone para Ceuta el desmedido fracaso escolar. Esto suele venir acompañado de la publicación de alguna estadística, informe o estudio relacionado con la materia que, de algún modo, objetiva y visualiza lo que es de universal conocimiento.

El fracaso escolar, excesivo y asimétrico, constituye uno de los denominados problemas estructurales que impiden situar a nuestra Ciudad en la senda de un desarrollo armónico y homologable al del resto del país. A pesar de ello, no le importa a nadie. O para ser más exactos, sólo a un porcentaje insignificante de la ciudadanía.

Incluimos a los propios docentes, salvando un reducido grupo de excelentes profesionales muy comprometidos, pero cada vez más aburridos, hastiados y aislados ante la incomprensión generalizada y la falta de apoyo.

Ceuta ha decidido, de manera consciente, que el “fracaso escolar” forme parte de su paisaje natural (como el monte Hacho). Ya nadie se mueve, ni presiona (ni siquiera los sindicatos), para reivindicar los cambios necesarios para, como mínimo, taponar las clamorosas “vías de agua” y remendar los evidentes descosidos del sistema.

La transformación de nuestro sistema educativo es una empresa multidimensional y compleja, en la que intervienen muchas variables, y además, está condicionada por una lógica dependencia del sistema general. Cambiarlo en profundidad no es fácil ni rápido.

Pero esto no es óbice para que se pueda mejorar considerablemente con medidas que están a nuestro alcance y que supondrían un más que estimable avance.

La prueba irrefutable del escaso interés que suscita entre los partidos políticos y las administraciones concernidas la lucha contra en fracaso escolar, la tenemos en la manera en la que se abordan cuestiones relativamente accesibles, objetivos asequibles de forma inmediata, y que sin embargo, se postergan injustificadamente. O directamente se obvian. Cinco ejemplos pueden mostrar con nitidez esta actitud.

Uno.

La insuficiente red de centros docentes para albergar a la totalidad de la población escolar. Una política infame de construcciones escolares, durante tres décadas, nos ha llevado a una situación límite. El ochenta por ciento de los grupos de alumnos tiene una ratio superior a la que marca la ley y muy por encima de lo pedagógicamente recomendable.

Esto incide de manera directa sobre el fracaso escolar y sólo se puede solucionar construyendo centros. Pero no se construyen. En el Programa Operativo de Ceuta figura la construcción de un centro de secundaria. El terreno donde se va a construir está disponible desde dos mil nueve.

Los fondos para su financiación desde julio de dos mil quince (fecha de aprobación del Programa Operativo). No se ha puesto ni un ladrillo. La única razón para ello es que no existe el más mínimo interés. O si se quiere, la construcción de centros no figura (ni de lejos) entre las prioridades del Ministerio.

Dos.

Los reglamentos que regulan el funcionamiento de lo centros de primaria y secundaria de Ceuta datan de mediados de los años noventa. En toda España estos documentos, básicos para la organización de los procesos enseñanza aprendizaje, están actualizados incorporando la manera de gestionar tanto las nuevas demandas de una sociedad muy dinámica, como los métodos y recursos pedagógicos innovadores.

¿Por qué no se aprueban nuevos reglamentos para Ceuta que permitirían modernizar el funcionamiento de los centros? No hay ninguna razón ni jurídica ni administrativa que lo impida. Sencillamente, al equipo ministerial (llevan siete años gobernando) no le parece un asunto preocupante.

Tres.

En todas las Comunidades Autónomas de España existe un Consejo Escolar. Es un órgano en el que toda la comunidad educativa tiene la oportunidad de debatir y proponer acciones, iniciativas o propuestas para adecuar el sistema educativo a su propia realidad.

Si en algún lugar hace falta una institución de esta naturaleza, es en Ceuta (singular por antonomasia). Sin embargo aquí no existe. Es más, el PP votó, en el Pleno de la Asamblea, en contra, de proponer al Ministerio su creación. Sin más comentarios.

“La transformación de nuestro sistema educativo es una empresa multidimensional y compleja, en la que intervienen muchas variables, y a demás está condicionada por una lógica dependencia del sistema”

Cuatro.

La raquítica política de becas. Las becas en Ceuta desempeñan un papel clave en el sistema educativo. Una Ciudad acosada por la pobreza (más del cuarenta por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza), en la que se tiene constancia de que son muchas (miles) las familias que no pueden garantizar a sus hijos e hijas la disponibilidad de todo el material escolar desde el primer día de curo, debería tener implantado un sistema de becas capaz de garantizar la gratuidad efectiva de la enseñanza. Esto tendría un coste de entre tres y cuatro millones de euros anuales (es una estimación).

Unas cantidades perfectamente asumibles por una institución generosamente subvencionada que despilfarra el dinero a manos llenas en gastos sonrojantes (no hacen falta ejemplos que están en la mente de todos y a la vista de cualquiera).

La falta de material escolar, o su recepción tardía, genera un desfase en el ritmo de aprendizaje del alumnado afectado que termina traduciéndose indefectiblemente en fracaso. ¿Por qué motivo no se soluciona este problema? Porque no se quiere. No hay otra respuesta.

Cinco.

El problema de la lengua materna. Más allá de las opiniones diversas sobre esta cuestión, existe una base científica más que sólida (los estudios son públicos), para reconocer que la dificultad de un sector de la población escolar para seguir correctamente los procesos enseñanza aprendizaje, como consecuencia de que su lengua materna es diferente del español, es una de las causas que explican el exagerado diferencial de fracaso escolar respecto a la media nacional.

Cualquier administración responsable intentaría explorar vías de solución a este problema. Sin embargo, el PP votó, en el Pleno de la Asamblea, en contra de una experiencia piloto para facilitar a este segmento del alumnado (en educación infantil) la comunicación con su profesorado mediante auxiliares de conversación de árabe ceutí.

¿Por qué? El PP antepone su interés partidista (mantener su imagen de defensor a ultranza de la civilización occidental”, lo que conlleva frenar la islamización), al rendimiento escolar de esos menores.

No cabe la menor duda de que reduciendo la ratio, modernizando el funcionamiento de los centros, implantando medidas de carácter pedagógico adaptadas a nuestra realidad singular, dotando a todo el alumnado puntualmente de los recursos necesarios, y resolviendo la dificultad que para muchos tiene el deficiente manejo de la lengua vehicular; las cosas irían sustancialmente mejor.

Todo esto es posible. Y sin embargo nada de ello figura entre las prioridades de la administración educativa, ni de la institución más representativa (la Ciudad), y por tanto la llamada a ser la más combativa en defensa de los intereses de Ceuta.

La explicación a esta aparente paradoja es tan sencilla como triste. Quienes pueden cambiar las cosas no tienen la más mínima intención de hacerlo. Para ellos el sistema educativo no está averiado.

Disponen de una ruta docente blindad que les permite conducir a sus hijos desde educación infantil hasta las universidades peninsulares sin necesidad de sufrir contaminación alguna.

Y quienes sí son víctimas de esta incalificable injusticia, no se sienten con fuerza y por tanto no tienen confianza en que nada pueda cambiar. Así es Ceuta.

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