Abecas nos quejamos por cosas insignificantes; en realidad por detalles que nos han causado alguna molestia material que no tiene trascendencia alguna. Nos hemos acostumbrado a vivir bien, con todo resuelto incluso los caprichos.
Nos parece natural que al llegar a casa esté todo en orden y con nuestro sillón dispuesto a acogernos. Hay un reparto de comodidades ya establecido y se suele respetar sin mayores complicaciones. La vida se ha hecho fácil para esas personas y gozan de una buena seguridad para pasar el día.
Hay casos excepcionales que se cuentan fuera de esa regla general. Los hay porque las condiciones del ambiente de sus familias eran muy ventajosas, pero también los hay que no pueden llegar a alcanzar ese sistema de vida llena de tranquilidad, por muy diversas causas. Estas personas son las que necesitan toda atención por parte de la sociedad. No basta, en la mayoría de los casos, con la atención personal que alguien les pueda procurar y hasta resulta insuficiente la ayuda que prestan determinadas Organizaciones, creadas para tal in.
Esas atenciones, por muy generosas que sean, no llegan a solucionar los problemas de vida que tiene una parte de la sociedad y debemos ser conscientes de ello para esforzarnos en mejorar nuestra ayuda personal a esa labor de hacer amable la vida a todas aquellas personas que padecen dificultades, del orden que sea. No se puede negar que algo se hace y hay muchas personas entregadas, totalmente, a ayudar a quienes lo necesitan. Pero hace falta mucho más y debemos ser conscientes de ello. Nuestra ayuda, la que sea, no debiera tardar en prestarse.
Como muestra de ayuda - totalmente circunstancial -es la que aparece euna fotografía de un peridico de hoy. . El pié de la fotografía dice así: “Un refugiado sirio y su hijo tratan de ganar la costa de la isla griega de Lesbos tras el naufragio de su embarcación”. ¿No les parece que es una muestra importante de la dureza de la vida? Tal vez nos viene muy bien reflexionar sobre esa situación. Barcos que naufragan porque salen a la mar en malas condiciones, sobrecargados de personas y con medios escasos para la seguridad de la navegación.
No debemos decir que ese no es asunto nuestro, pues la situación en el mundo, en cualquier parte de él, depende de la actitud de todos los pobladores de la Tierra. Unos más que otros; es cierto, pero algo nos corresponde a todos y cada uno de los seres humanos contemporáneos de ese padre que intenta salvara su hijo. No podemos ser indiferentes. Todos y cada uno de nosotros somos parte en la degradación de la relación humana que permite la existencia de tantos conflictos y persecuciones como se están dando. ¿Tranquilidad personal?
Es una ruina moral.