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La dudosa paella de los Tejeros

Conocí a Antonio Tejero a principios de los ochenta en un pequeño incidente con un abogado y amigo de un teniente coronel. El letrado quería aparcar, cuando había orden expresa de que no se podía e insistía en que se llamara al teniente coronel que era amigo suyo. Antonio Tejero permanecía inmóvil y de paisano, mientras yo insistía en que no llamaría a nadie.

El avispado y maleducado abogado amenazó con dejar el coche e irse a Hacienda a entregar una documentación y fue en ese momento cuando un hombre con bigote abundante dijo “soy teniente coronel de la Guardia Civil y un abogado no deja en mal lugar a un guardia civil por muy amigo de teniente coronel que sea. No fue necesario que mostrara la documentación, el abogado quitó el coche como un relámpago y me dijo, bien chaval hasta luego”. El compañero que estaba conmigo me preguntó si sabía quién era, le dije que no, me respondió que él tampoco, pero que había entrado en la Dirección, así que era del Cuerpo.
Meses después lo vimos en la televisión el 23-F y lo identificamos como el teniente coronel Antonio Tejero. Después del golpe coincidimos en un acuartelamiento donde estaba arrestado. Me he permitido contar esta pequeña anécdota porque  aquel día demostró que entre sus defectos no estaba el dejar en mal lugar a unos guardias civiles inexpertos por muy amigo de teniente coronel que fuera.
Ahora sale a la palestra por el cese del teniente coronel Antonio Tejero Díaz, su hijo, por celebrar un mes antes del cese, una exhibición de material y vehículos e invitar a una paella a su padre y al excapitán Jesús Muñecas Aguilar, condenado también por el intento de golpe de Estado. Según lo que se ha publicado, “el teniente coronel Tejero dio orden de que no se registraran los datos de sus invitados, lo que hace más difícil comprobar su identidad. Sí se sabe que eran una docena y que en su abrumadora mayoría estaban vinculados al 23-F, aunque los testigos solo pudieron identificar a algunos de ellos”. Vamos, nos toman por tontos, porque en las unidades existen cámaras de vigilancia y, por lo tanto, se conocen todos y cada uno de los asistentes.
Nunca entenderé la hipocresía de los falsos demócratas que se llevan las manos a la cabeza porque un hijo invite a un padre y sus amigos por muy golpistas que sean a una comida. Lo realmente preocupante es que un teniente coronel pueda montar una exhibición para invitar a sus amigos, utilice guardias para hacer una paella y los guardias tengan que cumplir una orden ilegal y amoral, independientemente del nombre de los asistentes.
La Guardia Civil no es un cortijo, o mejor dicho, no debe ser un cortijo, porque si los invitados fueran la expresidenta de la Comunidad de Madrid, el director del Corte Inglés y el vecino del teniente coronel, nadie hubiera sido cesado. Se hubieran utilizado medios oficiales, guardias civiles y tiempo de los agentes y nada hubiera pasado. Vivimos en una sociedad hipócrita en todo lo relacionado con la Guardia Civil, responsables políticos e instituciones. Lo malo no es quién fue a la comida, porque el teniente coronel Tejero hijo habrá comido con su padre miles de veces, incluso un 23 de febrero cualquiera y no pasa nada. Lo malo es la utilización sin control de medios materiales y humanos de la Guardia Civil con la percepción de impunidad absoluta.
Ahora viene el coronel jefe de la Agrupación de Reserva y Seguridad (GRS), de quien dependía Tejero Díaz, asegurando que él no había autorizado dicha celebración, mientras que el segundo reconoció que la responsabilidad del acto era suya.  En este país si no te enteras de nada, no eres responsable de nada. En definitiva, se organiza un acto de este tipo y el que manda está libre de toda responsabilidad porque no se había enterado. Vamos, que le pagamos para que se entere de todo lo que pasa en su Unidad, pero si no te enteras, pues nada, tranquilo, todo el muerto para los Tejeros.
Gracias a Dios, se enteró el periódico El País, y gracias al País, se entera el director general, el ministro del Interior y el coronel jefe de la Agrupación de Reserva. Los servicios de información de la Guardia Civil, tampoco. Pues, ese es el problema ¿en que manos estamos, si aquí nadie se entera de nada?
El último en entrar al trapo fue el párroco de Mijas (Málaga), Ramón Tejero, hijo del exteniente coronel condenado por el 23-F, manifestando: “El cese de mi hermano lo atribuyo a una falta de vergüenza del director general de la Guardia Civil y del ministro del Interior”. Y no le falta razón, porque si a la comida no hubiera asistido su padre y estos elementos golpistas, no hubiera tenido reproche alguno y también, por qué no decirlo, todos estos golpistas cumplieron sus condenas, aunque con muchas comodidades. Igual comentaron anécdotas de aquellos años donde el Estado los condenó a purgar sus culpas en  exquisitos, exclusivos e inmejorables hoteles llamados prisiones, porque no podían salir, en los que disponían desde camareros y asistentes particulares hasta alguna amiga íntima que visitaba a unos de los generales más ardientes. No hay nada como echar un polvo con el hotel gratis total. Entonces nadie fue cesado.
 No hay nada más peligroso que comerse una paella con los Tejeros.

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