La ‘droga del siglo XXI’

Detrás de los intentos de agresión y amenazas a sanitarios asoma la dependencia de pacientes al mercado de los ansiolíticos y la reventa llevada a cabo en el mercado negro

El tráfico de pastillas se ha convertido en foco de problemas. Problemas para las fuerzas de seguridad, pero también para la clase médica, ya que buena parte de los intentos de agresión y amenazas contra sanitarios que se están produciendo en los últimos meses tiene que ver con usuarios que reclaman que se les recete lo que ya se conoce como ‘droga del siglo XXI’: Tranquimazin o Rivotril, entre otros. El robo de recetas para obtener estas pastillas de una forma ajena al circuito controlado de salud también es una consecuencia de una situación que repunta en Ceuta, como también lo hace en otras ciudades.
La semana pasada la Policía Nacional daba con una pareja que se estaba dedicando a sacar este tipo de medicamento mediante el empleo fraudulento de las recetas que permiten su dispensa. Lo hacían de esta forma para alimentar un negocio que tiene su mercado de dependientes en la ciudad. Una caja de Rivotril se vende oficialmente por seis euros, en el mercado negro solo una pastilla se ofrece por tres.
Policía y Guardia Civil han hecho varias intervenciones orientadas a mermar este negocio; cada vez supone mayor protagonismo no solo la venta en el mercado local, sino la introducción de estas pastillas en el norte de Marruecos vía Ceuta.
Más allá de la vertiente policial de este hecho, también asoma otra sanitaria.El psiquiatra del Hospital Universitario, Francisco Manuel Vallejo, explica que se trata de una medicación muy frecuente. En el caso del Rivotril no es la que más se prescribe, pero en el campo de los ansiolíticos sí que se denota una mayor extensión de la dispensa de los mismos en todo el país. “Hay una tendencia a prescribirlo cada vez más porque se trata de tratamientos muy efectivos para calmar la ansiedad en tratamientos a corto plazo. En cambio, desde el año 2010 está disminuyendo ese consumo sin receta”, explica Vallejo.
La prescripción a largo plazo provoca que el cuerpo se acostumbre a esa medicación y cada vez requiera más dosis, con lo que se produce la dependencia. “Esto ocurre cuando se hace un uso irresponsable o fuera de la prescripción médica”, advierte el psiquiatra en una entrevista mantenida con El Faro.
Ese perfil de consumidores de este tipo de pastillas que no está controlado por el sistema de salud es el que reclama esa medicación, tratándose de un usuario descontrolado que alimenta precisamente el mercado negro al que atacan las fuerzas de seguridad. ¿Pero de dónde sale esa medicación? Sin receta las farmacias no la dispensan y los médicos controlan muy mucho su prescripción a largo plazo. La entrada de este tipo de pastillas a Ceuta vía península tiene parte de culpa, pero también hay otra derivada de aquellos pacientes que, obteniendo la medicación de forma legal, la revenden a los que no pueden obtenerla de esta forma.
Se trata de pacientes que a su vez funcionan como delincuentes porque están abasteciendo a otros de una mercancía rompiendo la cadena legal y lucrándose por ello. Su detección conlleva también su implicación en un procedimiento legal. La Policía tiene sospechas de ello, pero hay que localizarlos in fraganti para poder incriminarlos.
“Las personas que toman esta medicación sin control desarrollan una dependencia grave”, alerta Vallejo, dibujando un cuadro de consumidores a los que el propio sistema sanitario no puede controlar porque se sale de su propia gestión.
Hay casos en los que la clase médica se ha topado con pacientes ya crónicos por el consumo de esta medicación a pesar de su corta edad. Pacientes de poco más de 20 años que llevan consumiendo ansiolíticos en su dosis más alta permitida y que han generado una dependencia brutal. Son perfiles de usuarios que, sorprendentemente, han buscado estrategias para seguir recibiendo estas pastillas y que, de no conseguirlas por la vía legal, las buscan en ese mercado negro.
La bajada de motivación, la pérdida de actividades de responsabilidad o la búsqueda compulsiva de la medicación son factores que definen el perfil de esos consumidores no controlados y ya adictivos. Precisamente esa adicción es la que lleva a que esas personas basen su vida en la obtención de pastillas, con consecuencias psicológicas y físicas desastrosas.

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