130 euros el bulto. Así se pagó el viernes el fardo de mercancía por el que a diario se pelean miles y miles de marroquíes que cruzan Tarajal atraídos por un precio nunca antes alcanzado. Hombres pero sobre todo mujeres son capaces de pasar días enteros en la frontera, sin moverse de la cola, con tal de coger un espacio que les permita, al menos, colar ese bulto al otro lado.
Eliminada la ‘comisión’ y el precio que tienen que pagar a las pequeñas organizaciones de ceutíes que viven de la extorsión a los porteadores por tener sitio en la cola, les queda dinero para convertir en rentable una de las labores más inhumanas conocida y consentida.
Pero dicho comercio atípico también tiene su discriminación. Si el precio del bulto es atractivo para los marroquíes, también lo es para una amplia bolsa de ceutíes en paro que intenta trabajar de porteador pero a los que se les impide realizar este tráfico. Jóvenes como Hutman, de 20 años, padre ya de un niño, sin trabajo y al que se le impide pasar bultos por la frontera. “Nosotros, los ceutíes españoles con derecho a un trabajo digno no trabajamos. Al vernos en una situación lastimosa queremos ir a trabajar de porteadores de mercancía en las naves del Tarajal por el paso del Biutz, pero los agentes de la Policía Nacional nos dicen que los que tengan pasaporte español no podemos estar y nos echan”, expone.
Hutman no es un caso aislado. Son muchos los jóvenes en paro que son conocedores del dinero que reporta el tráfico de bultos y quieren ocupar cola para cruzar el Biutz sin éxito. “Somos unos 15 ó 20 los que intentamos trabajar de porteadores y nos echan por porteadores que vienen de Marruecos y que son aproximadamente 2.000. ¿Por 15 ó 20 españoles nos echan? No hay derecho”, se lamenta.
A las quejas de quienes no pueden colar bultos por el Tarajal se enfrentan las de otros ceutíes que sí consiguen desarrollar su particular negocio a pie de frontera. Son los que disponen de vehículo y cruzan, aprovechando las retenciones, a Marruecos con el maletero cargado de fardos. Aprovechan los momentos de más presión para que las fuerzas de seguridad no les registren el coche, logrando pasar los fardos que a pie están bloqueados. Una vez que han descargado vuelven a entrar en Ceuta y a intentar un segundo pase que puede resultarle éxitoso. Su actitud sí termina causando mayor caos en una zona ya de por sí alterada.
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