La difícil cuadratura del círculo laboral

La losa del desempleo puede que sea uno de los pocos logros que se le resisten al PP desde que Juan Vivas se hiciera, allá por 2001, con el sillón de la Presidencia.

Desde entonces el tejido laboral de la ciudad ha ido capeando un temporal con pocas alegrías y demasiados lastres. Tantos que las estadísticas, siempre frías, colocan desde hace años de forma casi invariable a Ceuta en los primeros peldaños del ranking de regiones con mayor tasa de paro de España y, por si fuera poco, de toda la Unión Europea. El Gobierno asume las cifras, pero desde hace tiempo hace bandera de otros datos que, considera, avalan su gestión durante la última casi década y media. Cierto es que el desempleo registrado en las oficinas del SEPE (el antiguo INEM) se ha desbocado en Ceuta desde 2001 hasta prácticamente triplicarse, escalando desde los 4.672 parados de media en el año de arranque de aquella década hasta los 13.110 con los que despidió el pasado ejercicio. Pero con todas sus secuelas adheridas –récord de mujeres desocupadas, un estratosférico 70 por ciento de paro juvenil– los informes anuales del INE y del Ministerio de Empleo arrojan, a ojos del Ejecutivo, ráfagas que dan pie al optimismo. El primer factor de distorsión que emborronaría los datos del desempleo en la ciudad se esconde, a ojos del Gobierno, bajo los listados del Padrón. El registro oficial de residentes no ha dejado de crecer en Ceuta durante las últimas décadas –incluso cuando en el conjunto de España la tasa de natalidad se estancaba hasta hacer saltar todas las alarmas– con un incremento de casi el 16 por ciento entre 2001 y 2014. Con la crisis económica arreciando con mayor virulencia la escalada aceleró su ritmo, lo que hizo al Gobierno concluir que la ciudad se convirtió en los peores tiempos de recesión en una especie de refugio para esos miles de ceutíes que dieron el salto a la Península en la época de bonanza, justo antes de que estallara la burbuja inmobiliaria y el sistema financiero hiciera crack, y que al perder su trabajo emprendieron el regreso al nido familiar. Las afiliaciones, a favor Hay un dato que –con todas las matizaciones que admiten las estadísticas– parece darle la razón: con la única salvedad de 2012, entre 2008 y 2014 las afiliaciones a la Seguridad Social han arrojado siempre un promedio superior a las 20.000, con la única salvedad de 2012, cuando cayeron por debajo de las 18.000. De hecho, las 20.451 del pasado mes de marzo están por encima de la horquilla de entre 17.000 y 20.000 en la que solía moverse la estadística en el cuatrienio 2004-2008, cuando la economía navegaba a ritmo de crucero y Rodríguez Zapatero, en un día de euforia desatada, llegó a pronosticar que estábamos a punto de echar la zarpa a la locomotora alemana. Conclusión en los despachos de la Plaza de África: si el volumen global de quienes cotizan es ahora incluso mayor que el de aquellos lejanos tiempos quizás sea que no deben ir tan mal las cosas. “La evolución de las afiliaciones es motivo para la esperanza porque, en definitiva, mide la capacidad para crear empleo y sobre todo evitar su destrucción”, matizan fuentes de la Ciudad. La cuadratura del círculo laboral hallaría ahí buena parte de sus contradicciones: el tejido laboral ha sido capaz de superar el peor envite de la crisis manteniendo el mismo número de empleados que antes de que ésta asomara, pero el volumen de parados se ha multiplicado coincidiendo con el acelerón experimentado en el Padrón. El argumento, no obstante, no convence a la oposición, que en los últimos años clama por un cambio de modelo laboral que considera agotado y huérfano de estímulos. El otro argumento que esgrime el Gobierno local es el del imperativo de la coyuntura social y económica de un territorio tan peculiar como Ceuta. Aferrada al único motor del sector servicios –sin industria ni agricultura, y la pesca en extinción– las miradas convergen, en buena medida, en el comercio y el filón alentado por los visitantes que llegan desde Marruecos. De hecho, el desembarco de grandes cadenas nacionales e internacionales, y el empleo asociado, es uno de los pocos alientos que ha recibido el tejido laboral en mucho tiempo. El otro gran lastre se llama formación: la tasa de parados sin estudios es en Ceuta abismal respecto al resto de España, de ahí que los planes de empleo que impulsa la Ciudad hagan especial énfasis en la educación.

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