Lamentablemente, en nuestra ciudad no contamos con una política a su medida, más bien ésta se encuentra encajada en las inercias represivas y de exceso de control heredadas de la dictadura.
Ciertamente, mucho hemos criticado el despotismo y también el nepotismo tardofranquista que se practica con frecuencia por nuestras administraciones, como consecuencia del proceso de transición política, mal concluido pero que alumbró la actual democracia española. Hay voces críticas con el funcionamiento poco transparente, corrupto y autoritario de ciertas instituciones del Estado, entre ellas el estamento militar, que todavía conserva un buen contingente de franquistas en sus filas, según indica el instructivo libro negro del ejército español de Luis Gonzalo Segura.
Vivir en Ceuta se está convirtiendo en un ejercicio incómodo, debido a la dejadez política que padecemos, a una elevada densidad de población a la que no se desean buscar soluciones dentro de la capacidad de carga de nuestro territorio y a una pésima gestión de nuestros bienes naturales que se nos está hurtando de nuestro mayor patrimonio. El legado que están fraguando tanto la Delegación del Gobierno como el Ayuntamiento va en la línea de una ciudad muy problemática y tremendamente incómoda en la que muchos, los que puedan, optarán por ir marchándose lentamente a la península. Los errores son siempre los mismos y las reacciones políticas idénticas, con el agravante, como dice nuestra amiga Carmen Echarri, que se están regodeando en sus propios fracasos y dejaciones, asumiéndolas con total naturalidad como parte consustancial del carnet político. La ausencia de una visión moderna de ciudad, con un modelo apropiado de gestión territorial y ambiental que evalúe la capacidad de carga soportable de nuestro solar es uno de los grandes errores de los dos poderes políticos que gobiernan Ceuta.
Pensamos que se ha producido un retroceso tan profundo en el área municipal de Medio Ambiente desde hace ya dos legislaturas que será muy difícil compensarlo y conseguir desarrollar políticas ambientales creíbles y asumibles por la ciudadanía de cara al futuro. La ausencia de tratamiento de residuos sólidos y el absoluto descontrol ambiental que padece Ceuta, unido al atrincheramiento de la política municipal en meros actos de propaganda playera, están propiciando mentalidades de vacuidad ante los recursos de todos que no auguran nada bueno. Esta ausencia de políticas ambientales serias es una falla completa del sistema político-burocrático español, pues si el ayuntamiento hace plena dejación de estas obligaciones legales no lo hace menos el estado, que tiene que velar porque se cumplan estas disposiciones.
Ambas instituciones están infravalorando nuestro precioso y frágil patrimonio natural y dejando de lado cualquier legislación que le cause problemas electorales en su aplicación. Por otra parte, la presión migratoria que se sufre tiene respuestas muy mediocres, y también se continúan cometiendo los mismos errores de bulto todos los años ante la famosa operación paso del estrecho. Los fallos de gestión se producen en muchos otros puntos de nuestra geografía, pero en un lugar como Ceuta todo repercute en mayor grado, fruto del aislamiento que se padece con respecto a cualquier ciudadano que tenga su residencia en la península. Al abuso de los barcos y sus insufribles precios por pasar un vehículo, un hándicap a la par que una incomodidad propia de los que viven aislados aunque nos separe un estrecho brazo de mar, también tenemos que soportar los controles policiales.
En este aspecto quisiera incidir pues este sometimiento nos devalúa de manera particular como ciudadanos a la par que produce situaciones, a veces, vejatorias. Uno no puede dejar de preguntarse qué hemos hecho los ceutíes para tener permanentemente a la policía encima nuestra cada vez que deseamos cruzar a la península. ¿Qué razón puede existir para que tengamos que soportar dos registros en Ceuta y en Algeciras y un control de identidades, como si todos fuéramos delincuentes en potencia?. ¿Qué tipo de democracia somete a sus ciudadanos de pleno derecho a estas vejaciones contantes de control?. Cuando tomamos un barco nos desplazamos de un punto de España a otro, de igual manera que lo puede hacer un ciudadano español de cualquier punto de la geografía peninsular; si existe delincuencia en todos los puntos, ¿por qué no se somete a los ciudadanos de cualquier ciudad española a un control continuo como el de Ceuta?
Porque en Ceuta es fácil de imponer y si a uno le disgusta ya sabe lo que debe hacer... Además, la clave principal es que no causa quebranto electoralista a los partidos. La policía que realiza su trabajo investigando de incógnito es la que aporta los datos necesarios para perseguir el crimen organizado y el tráfico de estupefacientes, sin necesidad de molestar constantemente al sufrido pagador de impuestos. Además, si pasamos un control de la Guardia Civil en Ceuta, ¿por qué hemos de pasar otro en Algeciras? ¿Qué razón hay para que nos traten continuamente como delincuentes en potencia a todos?
La policía sabe o debe saber donde están las bolsas de delincuencia y allí es donde deben dirigir sus pesquisas sin tener que hacer pasar a todos por estos controles. El hecho de que nos separe un estrecho con la península no nos convierte a todos los ciudadanos en camellos, ladrones o pasadores de inmigrantes en nuestros vehículos, y corresponde al estado perseguir el delito y prevenirlo antes de que suceda, sin que todos seamos tratados como presos de un penal.
No entiendo que razones hay para que un policía nacional me tenga que identificar antes de coger un transporte público que me llevará a Algeciras. ¿Me está dejando embarcar porque soy de los buenos?, más bien creo que está obligándome a enseñar mi documentación por imposición burocrática característica de un Estado represor. Este señor debe saber lo que busca y a quienes busca: delincuentes comunes, peligrosos terroristas internacionales, indocumentados que no parece que se corresponda con estas obligaciones de control gratuitas a las que se nos somete convirtiéndonos automáticamente en ciudadanos de segunda categoría con respecto a los peninsulares. Además, no controlan nada o muy poco con estos métodos y mientras la pareja de policía se pasea por el barco y se acerca a mirarte fijamente a la cara para ver si eres de los buenos o de los malos, en el servicio del barco un par de camellos de poca monta, a los que deberían haber reconocido en algún control y quizá evitado su eventual pase, se están fumando un porro en los servicios.
Siempre haciendo el trabajo fácil, que es molestar a los ciudadanos pagadores de impuestos, a los cómodos burgueses que no van a protestar pues “se hace por su seguridad”. Esto es la Ceuta de hoy en día, un penal en el que para salir y entrar hay que pedirle permiso a los carceleros y recaudadores del Estado-nación, que nos ponen constantemente barreras con luces brillantes que se abren y se cierran según sus voluntades.
Poco esperamos de los socialistas con respecto a Ceuta, pues no hay caladeros de votos suficientes que los muevan y, por desgracia, no creemos que los representantes políticos de la derecha ceutí en el congreso y el senado se vayan a preocupar por rebajar la presión policial sobre el ciudadano de Ceuta. Sin embargo, deberían hacer algo por la propia cohesión social de la ciudad, esto quizá evitaría éxodos innecesarios de ceutíes y equilibraría una población que cada vez cuenta con más mercenarios económicos y nuevos pobladores sin arraigo y nada que perder. Quizá convenzan a los más tontos y neoconservadores votantes de los populismos más peligrosos que son medidas necesarias para la seguridad de todos y que perder derechos democráticos es un mal menor imprescindible para el mantenimiento de nuestra democracia, pero lo cierto es que los más progresistas, que son tan necesarios para el buen equilibrio social como los demás sectores mentales de una sociedad democrática, no se quedarán en una ciudad que parece cada vez más sacada de la novela de Orwell.
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