Categorías: Opinión

La deuda

A estas alturas de la crisis ni siquiera el Gobierno confía en que las medidas hasta ahora adoptadas sean suficientes para volver al crecimiento. La austeridad sirve para tapar el agujero que la crisis mundial creó y la negligente actitud de Zapatero ahondó. Pero la austeridad no es suficiente para el desarrollo del país. La austeridad son los cimientos, pero el edificio hay que acabarlo.
Ahora los gobiernos tienen el mismo objeto y objetivo: la economía. No existe ni el más mínimo movimiento político que no esté precedido por algún interés económico, y no hay ningún interés económico que no se refleje en el gobierno. Los gobiernos han desvirtuado su  razón al considerar como secundarias la paz y la justicia social, es más, han entendido que estas pudiesen llegar a través del bienestar económico, profundizando en la gravedad de la crisis de valores, que es generadora y principal motivo de la crisis social y económica que vivimos.
La injusta frase del laudo que hablaba de la decadente clase política, puede que tenga sentido para aquellos cuyas esperanzas estén depositadas en su Gobierno. Hace tiempo que aprendí de mi buen amigo Javier Díez, que es de necios depositar el futuro de nuestras vidas en las manos de otro ser humano. Y obviamente no se refería al cirujano.
Depositar nuestras esperanzas en instituciones cuyo único fin es la prevalencia de un sistema económico insano, es perder el tiempo, por ser parte activa del torcido sistema. Si el Gobierno ha entendido la democracia como un sistema que legitima su poder, y no como un sistema más justo de tomar decisiones, no debemos confiar en él, ni mucho menos que vaya a resolver nuestros problemas cotidianos.
Los buenos gobiernos escuchan a sus ciudadanos y no esperan a las ILP (iniciativas legislativas populares)  o a que sentencias judiciales les hagan reformar la legislación. Eso indica insensibilidad y sordera mal administrada. Los gobiernos excelentes cumplen su programa sin dilaciones ni excusas, salvo circunstancias sobrevenidas que lo imposibiliten. El incumplimiento indica que estos programas estaban realizados con desconocimiento, y por tanto con escasa preparación para gobernar.
El gobierno popular tiene una deuda con sus votantes y una distancia que salvar con sus militantes. Confío en ellos, sin lugar a dudas son el mejor gobierno que podemos tener, a mucha distancia de cualquier partido de la oposición, pero tienen una dificultad con los españoles: esperamos mucho más de ellos.
Pueden empezar a salvar esa distancia y pagar sus deudas realizando políticas que no tienen porqué ir dotadas de acompañamiento económico, es más, pueden ser causa de ahorro y austeridad: el apoyo a la familia, la defensa de la vida, o la justa regularización de uniones humanas, son algunas causas que prometieron en su programa de gobierno y aún están por cumplir. Confío en que plasmarán su compromiso.

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