La descomposición ética de la ciudad

La construcción ética no es fácil sino más bien una tarea hercúlea que, por lo que uno va sabiendo, no tiene ni principio ni fin, pues se recibe la herencia de otros y se deja en manos de muchos más a tenor de la incesante y creciente marea del aumento poblacional.

Como preconizaba Camus, en un escrito sobre la defensa de la inteligencia y en relación a la amistad y a las relaciones personales, debemos aspirar a algo más en nuestras relaciones con los demás que las mutuas congratulaciones superficiales que no nos acercan a nada de provecho.
La ética es un gran instrumento al servicio de nuestra especie, nace de las relaciones con los demás y se nutre de ellas. Por ello, vamos a realizar algunos comentarios sobre lo que entendemos que es la descomposición ética aludida en el título de nuestro artículo utilizando algunos ejemplos concretos que han ocurrido o están ocurriendo en nuestra ciudad. Vamos a ello, como indica la profesora Cortina, “la ética sirve para abaratar costes en dinero y sufrimiento en todo aquello que depende de nosotros, e invertirlo en lo que vale la pena, sabiendo priorizar”. Justamente, una gran falta de ética se puso de manifiesto cuando se impulsó la construcción supermillonaria de la manzana del Revellín, a tenor de nuestras necesidades ambientales, culturales, sociales y de desarrollo económico efectivo. También sirve la ética para formar personas con un buen carácter, que luchen por objetivos a largo plazo, se alejen del cortoplacismo y se acerquen al ideal de vida buena, ayudando a la felicidad del conjunto de la sociedad. El favorecimiento de la fiesta continua a través del derroche y el obsceno espectáculo en “la fiesta de la tapa” solo evidencia la conciencia cortoplacista del mal gobernante obnubilado por su reelección a toda costa, favorecer este tipo de excesos e inmoralidades (agujerear la fachada del sizazo es un acto inmoral pues significa que todo da igual tanto la falta de respeto al monumento, guste o no, como lo que ha costado en términos económicos) es otro indicador del desmantelamiento ético generalizado.
Otro aspecto de lo ético tiene relación con la cooperación y el apoyo mutuo que es mucho mejor que marginar a las personas, generar enemigos gratuitamente es poco inteligente. En muchas de las consejerías de la marinera ciudad no se aprovecha el trabajo ciudadano y se tiende a rechazar el pequeño esfuerzo individual de la persona interesada en contribuir al bienestar general. La marginación de la voluntad se puede entender como una falta de respeto, así como evolucionar hacia el resentimiento hacia las instituciones públicas, que se ganan enemigos de forma gratuita y estúpida. Ser una persona independiente, con criterio y con capacidad para asociarse con otros, luchar por los derechos que nos humanizan y perseguir ideales sociales forma también parte de la ética. Esto se pervierte frecuentemente cuando los elementos más manipuladores de los partidos políticos se introducen en asociaciones de ciudadanos con la finalidad de controlarlas, ofreciendo a cambio prebendas a algunos de sus miembros; de esta manera estas asociaciones terminan siendo grupos prebendados al servicio del gobierno de turno o del partido de la oposición. Es uno de los mayores enemigos de nuestra ciudad ya que afecta a amplias capas del tejido asociativo que terminan siendo un engendro que no sirve para los fines altruistas propuestos en el enunciado ético anterior.
La ética de los valores es uno de los ámbitos en el que intentamos desarrollarnos, y por ello en algunas ocasiones nos hemos autodenominado “la voz del patrimonio natural y cultural”. Para nosotros tiene mucha importancia desarrollar la sensibilidad a través del refinamiento y de esta manera poder aprender a apreciar lo que tiene valor por sí mismo. A pesar de que reconocemos apoyos en estas cuestiones, la falta de sensibilidad de las consejerías del ramo es todavía notable. Llevamos una lucha titánica con la Ciudad Autónoma y con la Autoridad Portuaria de Ceuta para que entienda la importancia de la apertura del Museo del Mar a la ciudadanía ceutí, sin haberlo conseguido hasta el momento. Esta apertura es fundamental para ayudar a desarrollar entre los ceutíes la sensibilidad por el medio marino y por los seres que lo habitan. Desarrollar una entidad sin rentabilizar todo su potencial social y económico es también inmoral y típico de estos políticos representativos, que hacen y deshacen con la complicidad de una sociedad que se refugia en su independencia y huye de la participación. El abandono de la Sirena de Punta Almina sería otro ejemplo de lo que estamos diciendo.
Perseguir la excelencia y huir de la mediocridad es otro de los atributos del refinamiento ético. La sustitución de la profesionalidad por la tecnicidad es una de las peores formas de mediocrización que estamos soportando en la Ciudad Autónoma. Si bien, tenemos la suerte de contar con el trabajo de buenos profesionales, por desgracia también encontramos un buen número de holgazanes, ineptos e incluso de desvergonzados delirantes que boicotean sistemáticamente nuestros proyectos de crecimiento en beneficio de todos. Muchos de ellos nunca entendieron la distinción de ser un buen profesional y se limitan, en el mejor de los casos, a menear papeles de un sitio para otro sin resolver problemas; más bien se dedican a crearlos ateniéndose al mínimo legal en vez de a la necesaria excelencia que le liga a las personas y no a los insulsos papeles y memorándums. A lo largo de estos años hemos visto mucho técnico y poco profesional en los despachos municipales y también políticos electoralistas que no han podido o no han querido poner orden en los desaguisados burocráticos. Ya ni recordamos, cuantas veces se han perdido misteriosamente documentos en el negociado de medio ambiente, tampoco olvidamos las caras de circunstancia y la vergüenza contenida de algunos responsables políticos debido a los incumplimientos de estos técnicos.
La ética sirve, en un plano más elevado, para construir sociedades plenamente democráticas, con ciudadanos independientes y conectados entre sí que  participan en la gobernanza y la gestión de los recursos. Es la búsqueda de la plenitud vital, que refleja mejor las espirales y conexiones infinitas que se producen en torno a la existencia de cualquier ser humano, un término que me agrada mucho más que el de la felicidad que siempre me produce un gran desconcierto sospechoso sobre su autenticidad. Pocos como Joseph Conrad han sabido captar, y dejar constancia escrita de la plenitud vital, tal y como la entiendo, el sabor de sentirse vivo y humano. Podíamos citar escenas literarias de sus historias sobre marinos mercantes arrostrando galernas o relatos bellamente humanos de empatía entre camaradas pero prefiero citar una frase incluida dentro de un librito con los últimos cuentos del maestro literario que tanto sabía, además, sobre la descomposición ética de la humanidad. En el relato El príncipe Román se hace referencia del encuentro de un joven con la plenitud vital representada en un excelso personaje “en mi ansiedad por saber algo acerca de un lobo particularmente lobero, entré fugazmente en contacto con un hombre que era, capaz de sentir profundamente, de creer firmemente y de amar ardientemente”. Alguien así tiene que ser necesariamente un homo ético.