has de soñar, que sea de noche. Si has de vivir, descubre tu horizonte.
La sociedad te imprime un ritmo trepidante, veloz, infernal si cabe. Allí, el que duda es animal herido en medio del paisaje, y dejará un reguero de sangre, de insatisfacción notable. Habla la experiencia, que es maestra insobornable, sea cual sea la textura de la voz.
En el mes de octubre del año 1988 marché a Madrid para labrarme un futuro, para convertir en verdad el sueño del periodista. Nunca olvidaré la primera vez que ascendí las escaleras hacia el aula de la redención. Allí, esperaba medio centenar de ávidos estudiantes. Adentro, cruzaban las primeras miradas, mientras el profesor nos aclaraba las ideas: sólo una pequeña parte de nosotros podría medio vivir del periodismo; eso sí, sin descanso; el periodista lo es las veinticuatro horas del día.
Entonces, ¿tenía yo una vocación tan decidida?
Quizá fuera el miedo a la frustración lo que me hizo sumergirme en un proyecto inacabable. Había que tener en cuenta que todo mi entorno tenía de mí una imagen de triunfador, y plantarme en el verano con las maletas vacías era un duro golpe. Decidí la huida hacia delante.
En periodismo, ser el mejor en los estudios es sólo una variable, menor si cabe que la viveza o el saber desenvolverte con desparpajo. Eso hizo que llevara los temarios a medio gas, y me dedicara más a hacer contactos para una posible colaboración, o simplemente para ver cómo funcionaba un medio de comunicación por dentro. De esta forma, me tuvieron en teleceuta el primer verano, y en el segundo verano me contrataron como becario en la naciente Antena Tres TV.
Pero sin una vocación definida las tardes de estudio se me hacían interminables. El verme como periodista para toda la vida era un muro insalvable. Así que, decepcionado y abatido decidí tirar la toalla. Mi destino dependía de lo que Ceuta pudiera ofrecerme, ya sea pinche de cocina o peón de albañil, nada más digno. Es triste: Ceuta se muestra estéril para con sus hijos. Mi aterrizaje fue forzoso, y sólo a raíz de un plan de empleo pude ver en mi libreta una cuenta de ahorro un salario.
Comprobé que hay un antes y un después en la vida de todo hombre: antes del salario y después del salario. Es duro, es frío, es eterno, pero es real.
Sólo desde la aceptación de la realidad ésta podrá perfeccionarse, y la realización del hombre verá su horizonte.
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