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Obligación. El autor del artículo hace un análisis sobre lo que significa el mandato constitucional de la Defensa de nuestro país. Defiende la necesidad de la implicación de todos los españoles
Hacer referencia a la Defensa Nacional es asentarse incuestionablemente en el ordenamiento constitucional y relacionarlo con la totalidad de los miembros que constituye la sociedad en la que vivimos. Ya sea como ciudadano de pleno derecho civil o al servicio de las Fuerzas Armadas, cuyo valor principal reside en proteger la soberanía e intereses comunes.
Defensa Nacional que visiblemente queda retratada en diversos Artículos de la Constitución Española de 1978.
En concreto el Artículo 8.1 -como misión de las Fuerzas Armadas en cuanto a la defensa de la integridad territorial y el ordenamiento jurídico-; Artículo 30.1 -como derecho y deber de los españoles de defender a España-; Artículo 97 -como responsabilidad del Gobierno- y por último, el Artículo 149.1.4 -en cuanto a competencia exclusiva del Estado-.
Defensa Nacional que no atañe exclusivamente a las Fuerzas Armadas y a la organización militar en su conjunto. Sino que parte como noción integradora que se articula en cada uno de los elementos humanos que configura la Nación.
Me refiero a los residentes en tanto que sujetos, como a la colectividad ensamblada mediante los componentes constitutivos, así como los poderes públicos.
Por lo que nadie sin excepción quedaría excusado valga la expresión, de este compromiso responsable pero también de obligado cumplimiento.
En nuestros días, el buen hacer del Ejército queda perceptiblemente encarnado en el ya mencionado Artículo 8.1 de la Carta Magna, pero más aún resulta reforzada su analogía -al contribuir en la seguridad y defensa de España y de sus aliados en el marco de las organizaciones internacionales de las que España forma parte, así como del mantenimiento de la paz, la estabilidad y la ayuda humanitaria-.
Misiones y cometidos junto a los detallados en la Ley Orgánica 5/2005 de 17 de noviembre en su Artículo 15 como -preservar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo o catástrofe-, configura la apertura de un punto de mira dispuesto para conocer de primera mano, los aspectos derivados de la Cultura de Defensa y el encaje otorgado por la ciudadanía en su aproximación a la misma.
Pero para arrojar un mínimo de luz al fondo en cuestión y tomar en peso la consistencia de Defensa Nacional en la ciudadanía española, es preciso discriminar sobre Conciencia de Defensa y Cultura de Defensa respectivamente, tesis interrelacionadas pero con enfoques precisos.
Partiendo de la base que se sospecha numerosas fisuras en cuanto al conocimiento de las líneas diferenciadoras de ambas, dichas expresiones refieren ante todo el impulso que se requiere para instituir la protección y contribuir en la pugna de los intereses generales de una gran Nación como España.
Cabiendo afirmar que Cultura de Defensa se ensambla a opiniones, pensamientos e intuiciones y Conciencia de Defensa a sensaciones, percepciones, etc.
Por lo tanto, el concepto de Cultura de Defensa quedaría relacionado como el pronunciamiento practicado por la sociedad a la hora de forjar la seguridad frente a los numerosos desafíos y peligros exteriores.
Como del mismo modo, habría que incidir que un factor cardinal en esta misma materia es la Conciencia de Defensa, argumentada como la comprensión justa y sensata en relación a los menesteres de la Defensa.
No soslayando que España como escenario evidente y más en concreto el Ministerio de Defensa, valora sensatamente los innumerables aspectos diferenciadores en la cuestión del acercamiento a la Cultura de Defensa.
Tómese como ejemplo los mínimos observados por los expertos en la apreciación de la amenaza militar que acecha; o la tendencia a la defensa de manera heterogénea; la apatía advertida por la protección nacional a diferencia de la inquietud vista por las complejidades actuales; el empeño de implicación a nivel internacional o la impugnación en la utilización de la fuerza entre otros.
Tal vez el sentimiento de Conciencia de Defensa, no ha incidido en la línea ascendente esperada en relación al concepto de Defensa Nacional. Siendo más congruente implementar la Cultura de Defensa desde la clave sociológica.
De forma que los valores sobre los que se afianza la Cultura de Defensa no bastan con adiestrarlos perentoriamente, sino que se hace indispensable instruirlos desde la integridad.
Consideración puesta en escena con la divulgación del Libro Blanco de la Defensa (2000), que como expone textualmente incide en la necesidad de -fomentar en la opinión pública el interés por los temas de defensa, elevando en lo posible el nivel de información y aplicando siempre criterios de máxima transparencia, para conseguir que la sociedad española se identifique con el esfuerzo en defensa que se está realizando en el convencimiento de que se trabaja en la dirección correcta-.
Consecuentemente a lo expuesto, el interés de proteger España o como mínimo dejarse atraer por las materias que proyecta la Seguridad Nacional, hacen preciso que la ciudadanía se considere ante todo, retratada con los símbolos que está dispuesta a defender.
Símbolos con los que se nutren ineludiblemente los miembros de las Fuerzas Armadas a modo de valores superiores, perfeccionados y custodiados con escrupulosidad al servicio del Ejército y de la sociedad a la que sirve.
De ahí, que los desafíos actuales que se instalan sobre la conciencia ciudadana, redundan con el deber constitucional de participar en la Defensa Nacional.
Ello como es razonado a través de la Cultura de Defensa que insta con perseverancia al requerimiento de la Seguridad y la Defensa, como al deber de equipar apropiadamente a las Fuerzas Armadas que buscan inexorablemente los nexos de la paz y de la solidaridad con los derechos y libertades de la Carta Magna.
Pero para que lo deseado pueda materializarse como razón de ser en los aspectos de la Defensa Nacional, deben concurrir valores sobre los que la propia ciudadanía se reafirme.
Siendo justo y obligado advertir que cuestiones como la Seguridad, la Defensa o el mismo Ejército en su conjunto, son puntos que aún permanecen demasiado distantes de cara a la sociedad.
Si no existe una verdadera adhesión al concepto de Defensa Nacional, difícilmente se logrará instaurar certezas absolutas para que la ciudadanía esté dispuesta a preservar dicho principio, que por otro lado nos hemos donado a nosotros mismos.
Arduamente podría darse esta identificación, al atinarnos en un escenario hegemonizado por valores surgidos de la competencia, del aislamiento, dispendio desmedido o del abandono de valores éticos y morales.
De ahí que se ambicione madurar subjetivamente la salvaguarda de valores que con anterioridad han debido de ser educados convenientemente, y que por otro lado deben ser amados y honrados intensamente por aquello que merece la pena vivir: España como Nación.
Podría entonces aseverarse que desde este punto radica la indeterminación y a su vez inquietud, al observar a España como Nación, País, Estado, Patria, Territorio, Pueblo, Región o Gentes que se ha descapitalizado de valores comunes, mientras que intermitentemente se impulsan acotaciones territoriales.
De forma que la visión subjetiva construida libremente en la ciudadanía en el aspecto de Defensa Nacional, debería propagarse mediante el juicio libre y solidario desde las comprensiones aportadas por la misma Cultura de Defensa.
Cuanto mayor sea el ensanchamiento de la comunidad con respecto a la Cultura de Defensa, mejor será concebido el valor de Defensa Nacional, creciendo indudablemente la disposición de respaldarla y tomar parte de ella.
Prueba de ello lo corroboran las 273 personas que sellaron recientemente su lealtad a España mediante el Solemne Acto del Juramento o Promesa ante la Bandera, adquiriendo mayor protagonismo en los instantes complejos que vivimos y transformarse en armadura ética que edifica celosamente la Defensa Nacional. Ceremonia celebrada magistralmente el pasado día nueve de octubre en el Patio de Armas de las Murallas Reales de la Ciudad Autónoma de Ceuta y en cuya fórmula participé como jurando junto a mi esposa e hijos.
Defensa Nacional que como se ha expuesto en estas líneas, incumbe al conjunto de la población española, llegándose a la conclusión que en ocasiones adolece del espíritu solidario que la enmarcaría en la disposición de disponer la cohesión social adecuada en torno al concepto de España como Nación y tomar parte de su Defensa.
Cuanto mayor sea el ensanchamiento de la comunidad con respecto a la Cultura de Defensa, mejor será concebido el valor de Defensa Nacional, creciendo indudablemente la disposición de respaldarla y tomar parte de ella.
De ahí la celeridad en avivar, conservar y pulir las conciencias, para que la ciudadanía se constituya en parte dinámica de una comunidad que ilustra a una población coligada a un territorio concreto y que hace de la defensa su mayor virtud. Con sumas de cultura compartida y un valioso relato de aportaciones con todo tipo de matices a la historia universal.