Categorías: Opinión

La década prodigiosa I

El PP, o lo que queda de él, está completamente fuera de sí. No tiene mucha lógica que un partido al que las encuestas garantizan una mayoría absoluta muy holgada, casi aplastante, esté tan nervioso y desquiciado. Pero así es. Vivas ha contagiado a su obediente y extensa cohorte de asalariados (presentes y expectantes), su particular zozobra interior, y ahí andan todos, como desesperados, haciendo méritos para que el benefactor no les quite (y si es posible les aumente) el sueldo. Entre las múltiples causas que han provocado esta situación destaca, sin duda, el miedo a que Caballas se consolide y obtenga un buen resultado electoral. Esta eventualidad se ha convertido en obsesión. Por ello, el inocultable éxito del acto de presentación del programa de esta coalición, ha impactado tanto en el inseguro entorno del Presidente. La reacción ha sido la conmemoración del décimo aniversario del acceso de Vivas al poder, apoyado por los tránsfugas del GIL (hoy hombres fuertes del PP). Intento fallido. El acto organizado con tal finalidad ha resultado una proverbial exhibición de decrepitud. Vivas, maniatado económicamente, acosado por su mala conciencia, cuestionado por los suyos (cada vez más, aunque en riguroso silencio), desmotivado y con muy poco que ofrecer, recuerda a esas viejas actrices que, ajadas por el tiempo, se arrastran por los escenarios pretendiendo seguir siendo lo que fueron. Necesita cada vez más maquillaje. En esta ocasión, hasta veintitrés páginas. El auditorio, por su parte, rezumaba decadencia por todos los poros. Todos por compromiso y con cara de circunstancias. Huérfanos de ilusión. Ayunos de convicción. Nada que ver con el desbordante entusiasmo que irradió la convención de Caballas. Tanto es así, que la brigada ligera mediática tuvo que hacer horas extraordinarias para acudir al rescate con el depósito repleto de calificativos artificiales.
Al menos, la iniciativa del PP ha servido para situar bajo los focos de la opinión el balance del régimen de Vivas. A modo de testimonio, es conveniente que quede impresa una evaluación objetiva de un periodo que pasará a la historia como la estafa por antonomasia. ¡Tanto apoyo popular para no llegar a ninguna parte! Con la intención de compendiar ordenadamente asuntos y vertientes tan dispares como los que componen el ámbito competencial del gobierno, dividiremos el trabajo en dos bloques. Uno, relacionado con los objetivos políticos de carácter estratégico de la Ciudad; y un segundo,  analizando la gestión de los servicios públicos en sentido estricto. Este es el primer capítulo.
Uno. El encaje territorial e institucional de Ceuta. Aunque los ejecutores de la traición (PP y PSOE) hacen ímprobos esfuerzos por aparentar normalidad, y la mayoría de la ciudadanía ha perdido interés en esta cuestión, lo único cierto es que Ceuta y Melilla siguen situadas al margen de la Constitución, en la que no se contempla la figura de la “Ciudad Autónoma”.
Ceuta sigue siendo inquietantemente diferente. Riesgo. La gestión del Presidente Vivas en esta relevante materia se limita a la aprobación de una moción en el año dos mil cuatro a favor de la aplicación de la Transitoria Quinta, y la posterior creación de una comisión que, después de casi siete años, sigue estudiando y buscando la oportunidad idónea de actuar. Se ha burlado de todos los ceutíes.
No ha corrido mejor suerte nuestro status en la Unión Europea. A pesar de las evidencias que obligan a una modificación de la situación actual, reconociendo adecuadamente nuestras especificidades, y procurando un plan de desarrollo basado en la integración en la unión aduanera; en diez años, lo único que ha conseguido el Gobierno de la Ciudad es que, probablemente, en el futuro, y gracias a la generosidad de la Región de Murcia, nos dejen ocupar una mesa en el despacho que tienen en Bruselas.
La deseable inclusión de Ceuta en el paraguas defensivo de la OTAN, o la delimitaciones de la aguas territoriales, son reivindicaciones guardadas definitivamente en el baúl del olvido.
El resultado final en este apartado no puede se peor.
Dos. Nuevo modelo económico. Hace ya mucho tiempo que el modelo económico tradicional de Ceuta se agotó. Es de universal conocimiento. Consecuentemente, la implantación de uno alternativo, sostenible a largo plazo y capaz de generar empleo y riqueza para  reducir la excesiva y peligrosa dependencia de los presupuestos públicos, es un requisito de futuro insoslayable.
La gestión del Gobierno ha estado marcada por la más absoluta irresponsabilidad. Han permanecido impasibles ante la paulatina destrucción del tejido productivo El comercio ha muerto, la construcción sólo genera empleo en Castillejos y la provincia de Cádiz, la potencial industria (reglas de origen) ha sido sepultada antes de nacer, y el turismo se ha fomentado en dirección inversa (cuando llegan los periodos álgidos de la actividad turística, Ceuta se convierte en una Ciudad fantasma). Los viejos problemas de siempre, entre los que figura por méritos propios el transporte marítimo, no sólo no han experimentado alguna mejoría, sino que se han agudizado. Los datos son más contundentes que las palabras. Cuando Vivas llegó al poder, en Ceuta había tres mil parados, ahora hay once mil (más de un tercio de la población activa). Concluyente.
Tres. Lo cohesión social. Ha sido uno de los elementos recurrentes de los discursos de Vivas desde que accedió a la Presidencia. Fiel al refranero español: “Dime de que presumes, y te diré de qué careces”. El PP es perfectamente consciente de que Ceuta es una Ciudad socialmente desmadejada, que requiere un tratamiento intensivo orientado a lograr la integración de todos sus ciudadanos en un tejido social único. Sin embargo, y por razones de puro egoísmo y oportunismo, su acción política se ha situado en las antípodas. Durante la década liderada por el PP de Vivas, las desigualdades, en todos los sentidos posibles, no han hecho más que aumentar. Han propugnado, y desarrollado un modelo de Ciudad insultantemente asimétrico, en el que las víctimas siempre están en el mismo lado: la gente humilde, en su mayoría musulmanes. La comparativa entre el modo de vida en unos u otros lugares de la Ciudad produce vergüenza. El repaso a las listas del paro, o del fracaso escolar, es demoledoramente elocuente. Por otra parte, algunos episodios de infausta memoria, como el caso de la Chirigota (judicializado) o la reciente (y no corregida) declaración del Gobierno en el Senado, reflejan con asaz nitidez el pensamiento que subyace bajo una cínica parafernalia de corrección política.

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