El miedo es irracional y, por lo tanto, lógicamente manipulable, algo que suele engendrar monstruos de reacciones calculadamente incontrolables. A veces el monstruo adopta formas grotescas de burda presentación y brutos modales, y en otras ocasiones ese mismo Cerbero sabe mimetizarse con exquisita delicadeza para adoptar unos supuestos buenos y educados modales fuera de toda sospecha, aunque, sin perjuicio de la vía adoptada, la resultante siempre sea la misma.
Los tiempos convulsos son muy dados a la eclosión de movimientos llamados populistas que, o bien dicen lo que la mayoría quiere escuchar poniendo de moda las cruces gamadas, o bien son propicios a la victoria de formaciones que venden humo para, siempre de forma institucional, instaurar una suerte de Democracia ilustrada legislada a golpe de decreto ley. Basados en nuestra nula implicación en la vida política y nuestra cuasi castrada capacidad de contestación, ambos posibilismos logran el mismo propósito: arrinconar la Libertad. Y así caminamos, a veces a golpe de golpes y otras a base de subliminales mensajes de que siempre podríamos estar peor y/o que, al menos y por ahora, aún hay mierda que repartir, cosa que no todos pueden decir, a la vista está. Situaciones como la de Bankia provocan, inevitablemente, que el cenagal económico cada vez huela más a porquería en forma de especulación, chanchullos, intereses cruzados y bonos basura. A los ciudadanos se nos engaña, convenientemente -y, lógicamente siempre por nuestro bien- en asuntos como, por ejemplo, la nacionalización del hasta hace poco feudo de Don Rodrigo. Bankia, con pérdidas mil y una veces negadas hasta ayer mismo, debe ser, ahora, nacionalizada para evitar el caos y la vuelta a las cartillas de racionamiento. ¿Datos claros? Ninguno. Nada de todo esto se acaba explicando y, consecuentemente, todo lo que no se expone a luz pública es altamente susceptible de ser tomado como opacos arreglos bajo cuerda entre amiguetes de formaciones políticas teóricamente adversas y temerosas de levantar la alfombra y/o ajustes de cuentas entre familias del mismo partido; eso entre otras cosas, claro...
¿Consecuencia prima y directa? Que todo lo inexplicado es un arma en manos de los manipuladores, y bien que la utilizan.
La irrupción de los neonazis en el Parlamento griego o el casi 20% de los sufragios de la ultraderechista Le Pen en Francia (dispuesta, por cierto, a pactar con la conservadora UMP del dimitido Sarkozy en las legislativas) son datos, sin duda, tan espeluznantemente evidentes que deben hacernos reflexionar, máxime cuando se sabe de dónde proceden sus apoyos. Como siempre, las clases más desfavorecidas -y hasta marginales- son su caldo de cultivo, su preferente lugar de reproducción, siendo, por ejemplo en Francia, los barrios de las ciudades dormitorio (las llamadas “cités”) de mayoría magrebí y los antiguos militantes del estalinista Partido Comunista Francés los que han basculado claramente hacia la extrema derecha, por muy increíbles que puedan parecer estas circunstancias. Mensajes simplones y machaconamente reiterativos, un ultranacionalismo a ultranza y la caza del inmigrante son las consignas que han conseguido que el Frente Nacional sea la tercera fuerza más votada en el hexágono. De la misma forma, las duras condiciones impuestas a Grecia por el Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y “compañeros mártires”, con la crisis como perfecto telón de fondo, han provocado la irrupción de los neonazis en el parlamento heleno con unas maneras que no dejan lugar a la duda: en la primera rueda de prensa los periodistas hubieron de ponerse en pie a la llegada del líder nazi en señal de respeto, y el que se opuso fue expulsado con violencia por los cabezas rapadas del servicio de seguridad. ¿A que les suena la puesta en escena de tiempos no tan pretéritos?
Sin embargo, no todo es brutalidad y conspiración judeo-masónica, y más preocupante, mucho más preocupante, resulta cuando el fascismo alcanza esas sutiles cotas de prácticas en las que ni siquiera es necesario pegar, insultar o maltratar para vencer porque, sencillamente, nadie queda por convencer de las bondades de un sistema cada vez más alejado de quien paga y vota. Tanto es así que las élites, cual dictadores plenipotenciarios, hacen y deshacen a su antojo sin apenas resistencia. Además, en ese movimiento de desarme se procura que todo lo público se desguace convenientemente, empezando por la Educación, no vaya a ser que la plebe aprenda a pensar por sí sola y la jodamos… y lo más lamentable es que -#Marea Verde aparte- pocos parecemos dispuestos a exponer nada para defender lo fundamental, lo básico, lo esencial: una escuela pública de calidad…y al paso que vamos, tan simplemente una escuela pública con mínimos recursos.
Así, y a poco que se analice la fase en la que nos encontramos, no podemos menos que darnos cuenta de que la larva del fascismo ha dejado de ser un repugnante invertebrado para pasar a una fase de metamorfosis en la que, sutilmente, se ha transformado en crisálida que prepara su posterior e inevitable eclosión.
Los nuevos Señores, lejos de ser unos imbéciles y holgazanes vividores, saben perfectamente lo que se hacen. Todos ellos han sido amamantados en la Doctrina del Schock del gran gurú del neocapitalismo globalizado, Milton Friedman, uno de los rostros más visibles de la tristemente famosa Escuela Económica de Chicago.
Con el control absoluto de lo que hoy se llaman Mercados, libran la tercera guerra mundial en un mapa donde carros de combate, minas y cañones han sido trocados por balances, primas de riesgo y recortes mientras que, eso sí, las tropas seguimos siendo las mismas. Y por ahora, van ganando batallas y conquistando territorios.
Y mientras, la crisálida sigue su fase latente.
Cuando aquí, Al Sur del Edén, todo sea ya tierra quemada y sus habitantes nos hayamos transformado en meros peones prescindibles e intercambiables (más todavía, quiero decir) entonces la polilla emergerá para hacer su implacable trabajo destructivo.
Ya lo dice mi mañica preferida, no hay peor ciego que el no quiere ver, ni peor esclavo que el que no sabe vivir sin cadenas. Más evidente, imposible.
Verdad es que siempre se está a tiempo de reaccionar, o eso quisiera creer, pero no menos cierto es que la anestesia social cada vez gana más órganos vitales, a la misma velocidad que vamos abandonando parcelas que, hasta hace bien poco, eran consideradas absolutamente axiomáticas en una Sociedad concebida como democrática.
Neonazis a la griega, ultranacionalistas como los franceses o sutiles déspotas como el resto, es el panorama que nos ofrece la paleta política en la que nos dejan retozar como si fuésemos tan necios de no saber que la fuerza reside, aunque sólo sea númericamente, en que sencillamente somos más. Una ecuación fácil de entender argumentada por muchos que, sin embargo, no ven solamente cómo no prospera la fácil suma, sino que comprueban con asombro cómo millones de actitudes se alejan cada vez más del compromiso, prefiriendo darle el necesario calor a la paciente crisálida. De seguir así, la eclosión sólo es cuestión de tiempo…