Conmemora la victoria de los sacerdotes sobre los seléucidas que gobernaban Israel
Representantes de la Comunidad Israelita asistieron ayer al acto de presentación del cartel de la Janucá, festividad judía que rememora dos acontecimientos ocurridos en el año 167 antes de esta Era. Por un lado, la victoaria de un grupo de sacerdotes sobre las tropas de Antioco IV Epífanes, rey seléucida que en esa época gobernaba Israel. “A pesar de la diferencia numérica y la preparación, vencieron y eso lo recordamos como algo milagroso”, explicaba el rabino Jacob Levy.
Un segundo acontecimiento que festeja la Janucá surge a tenor de la entrada de los soldados seléucidas en el templo de Israel, “que impurificaron todos los aceites que se usaban para encender los candelabros de siete brazos”. Fue entonces cuando se produjo un segundo milagro, tal y como apuntaba el rabino: “Cuando quisieron purificar todos los candelabros encontraron un solo frasco de aceite puro que, supuestamente, tenía que durar un día y duró ocho”. De ahí el origen de la Janukía o encendido del candelabro con aceite durante un periodo de ocho días.
En el año 5777 del calendario judío, el presidente de la Comunidad Israelita, León Bentolila, subrayó la importancia de encender las velas en el interior de cada hogar que es donde debe llevarse a cabo la purificación. “La educación religiosa de cada persona debe llevarse hacia fuera”, insistió.
Además, agradeció la colaboración de la Ciudad en la difusión de la información sobre esta festividad de cara a conseguir una “sociedad que se desarrolle en hermandad y conozca el resto de culturas que conviven en la ciudad”, añadía.
Durante ocho días seguidos se enciende una vela al atardecer, con un nuevo propósito. La lámpara de aceite o una vela está hecha de tres elementos: combustible (aceite o cera), mecha y llama. La mecha corresponde al cuerpo, la llama representa el entusiasmo de la chispa Divina que todos llevamos dentro, y las mitzvot (los preceptos) de la Torá son el aceite que alimenta la llama.
Las luces de la Janucá se prenden al lado de una puerta o una ventana, que son las salidas de la casa, ya que no es suficiente encender nuestras propias vidas, sino ser generosos con otros, ya que el egoísmo espiritual es el peor de todos.
Las luces de la Janucá se encienden cuando oscurece, de modo que se disipe la oscuridad particular que vemos en nuestras vidas y propias comunidades.