Con la esperanza no perdida del todo continuamos expectantes ante el advenimiento (puesto que más parece un acontecimiento de altos vuelos teniendo en cuenta como están dilatando su presentación) del nuevo y renovado PGOU.
Como en algunas ocasiones hemos hablado con la actual consejera de Fomento que es uno de los pocos miembros del actual gobierno municipal del PP que se preocupa por escuchar nuestras opiniones y las de muchos otros para intentar incorporarlas al proyecto común. Podemos decir abiertamente que con Susana Román hay sintonía y nos genera buenas expectativas para poder intercambiar opiniones de cara al futuro. En urbanismo y territorio esto de conversar con los demás es muy importante para tomar decisiones. Pensamos, por tanto, que necesitamos políticos que estén al cabo de la calle, comprendan cómo funciona la ciudad y desconfíen de los diseños de despacho que esconden en muchas ocasiones personalismos y egos desaforados que nos conducen a proyectos poco operativos cuando no destructivos fomentando el desarraigo entre las gentes de una calle o barrio determinado. Por ejemplo, ¿se ha preguntado a la gente del Príncipe que espera de la rehabilitación de su barrio? ¿Cree alguien que en el barrio se aceptará la reubicación en grandes edificaciones y la pérdida de la vida en casas bajas con todas su cosas positivas? Para dar respuesta a estas cuestiones hay que conocer el funcionamiento de los barrios y no solo tratar el problema mecánicamente y de una forma distante a pesar de las buenas intenciones. Según Jane Jacobs, activista en pro de la vitalidad de las ciudades y autora del ensayo Muerte y vida de las grandes ciudades, estas cosas no suelen funcionar bien si las dejamos en manos de tecnócratas alejados de las realidades socioeconómicas y mucho menos si además estos se creen tocados por las musas artísticas. Estas intervenciones suelen terminar con unas inversiones inmensas de dinero público y la carencia de efectividad en la solución de los problemas que supuestamente habían motivado la intervención urbanística. Como indica Jacobs, estas planificaciones no contemplan la complejidad de la vida en las ciudades y tienden a simplificarlas con un conjunto de bloques y avenidas arboladas. En el caso de Ceuta, se puede decir que somos una inmensa mole de cemento rodeada por dos espacios verdes de grandes dimensiones aunque muy alterados y ambos amenazados por los especuladores y otros devotos del dinero. Estamos perdiendo señas de identidad y en contrapartida está emergiendo una ciudad inventada en un barullo de improvisación y egoísmo sumo ante la mirada atónita de algunos y la pasividad de muchos. Una ciudad plena de desaguisados y moderneces horteras y claustrofóbicas que ya ha perdido la anterior convivencia ciudadana y cohesión de los barrios de casas bajas o bloques con poca altura. Este ambiente ya prácticamente perdido o muy pervertido por la excesiva motorización todavía se puede atisbar y palpar en zonas que han quedado al margen de la fabulosa inversión y transformación urbana como por ejemplo un parte de la barriada del Sarchal y el sí pequeño, bonito, dulce y marinero barrio de Fuentecaballos. El comportamiento de las planificaciones urbanísticas en muchas ocasiones se parece a una mala praxis de un médico por desconocimiento de lo debido. Es decir, hoy en día es inimaginable que un cirujano no tenga los conocimientos necesarios sobre fisiología para poder operar correctamente a un paciente y resolver sus problemas de salud. El Ayuntamiento y sus técnicos son cirujanos sin conocimientos de fisiología urbana. Desconocimiento del funcionamiento de las ciudades y de sus barrios es lo que les falta a los planificadores urbanísticos puesto que de otra manera no se explican los resultados negativos de sus intervenciones. Uno de los mitos modernos que circulan por los despachos oficiales como excusa ante los desaguisados autorizados es la razón del progreso imparable y de la modernización de la vida urbana. Pero perder centros de congregación ciudadana que ayudan al mutuo conocimiento permitiendo las relaciones entre las gentes no tiene una fácil justificación. La plaza de Villa Jovita ha sido una pérdida para un barrio de casas bajas y medianas que ha quedado enclaustrado detrás de enormes y feos edificios que dan una enorme sensación claustrofóbica y de peligro cuando se pasa por allí debido al tráfico de vehículos y a la exigua separación entre vía y edificaciones. En cuanto a este último aspecto podíamos poner como ejemplo la calle Escuelas Prácticas, cuya acera es inexistente y dónde transitan los vehículos a toda pastilla, los escasos vecinos que quedan estarán atemorizados. Ya tenemos paseos que no van a ninguna parte y edificaciones inapropiadas en pleno centro de la ciudad como el complejo de la manzana del Revellín, que tanto hemos criticado. Con esta obra el Ayuntamiento se sumaba a los grandes proyectos que han dilapidado tanto dinero público y se convertía en émulo del Estado central que como todos los estados occidentales adoran el gigantismo urbano. Un ejemplo es la gran Biblioteca Pública de Ceuta construida en pleno centro, enorme y con un fabuloso equipamiento pero que con esta concentración no atiende conveniente, por falta de diversificación de bibliotecas menores, a los barrios. Además se construyó muy cerca de otra biblioteca muy céntrica y frecuentada que es la de Caja Madrid. En sí mismo, este tipo de gestos políticos dice mucho del estilo de ciudad centralizada que se quiere desarrollar. Sin embargo, a veces, tenemos la impresión de que existiera una ausencia de intención concreta sobre lo ejecutado en el territorio al margen de la simple improvisación o también puede que la intención de los sucesivos gobiernos del señor Vivas sea una imitación de la gran ciudad sobre saturada de gente, plena de servicios comerciales alienantes y postrada ante el consumo compulsivo. Sin embargo, todo es tan contradictorio que más bien nos parece una mezcla diversa de intenciones con una base de gran improvisación pero bien sazonada con la presión de los lobbies económicos. Un ejemplo desconcertante de delirio urbanístico puede ser la combinación de la peatonalización del Paseo del Revellín con el parking subterráneo de la Plaza de los Reyes. Actualmente tenemos una plaza desangelada con una fuente molesta y una puerta pretenciosa, un aparcamiento inapropiado por concentrar tráfico en una zona con vocación peatonal y con una ubicación irresponsable con respecto a la seguridad. Con la obra del parking se ha puesto en peligro una edificación histórica como la iglesia de San Francisco y el tráfico rodado de servicios públicos por la vía peatonal está dañando el costoso pavimento que por otra parte ha provocado ya numerosas caídas por inapropiado y por el deterioro debido al continuo tráfico de vehículos.