Tú sabes que a mí me gusta muchísimo irme cada dos por tres a la Península Ibérica para salir de la rutina de esta isla que tenemos por patria chica. Esta vez me tocó visitar las provincias andaluzas de Málaga y Granada. Yo iba con la ilusión de ver lo que aquí no vemos desde hace muchísimos años, la nieve. Alquilé una cabaña en plena Alpujarra granadina, donde la verdad que había una exageración de nieve, de esas antiguas hecha de troncos de árboles. Una monería la verdad. Con sus escaleras para tener la seguridad que la nieve no pudiera obstruir la salida del umbral de la casa. La verdad que las babas se me caían tanto a mi como a mi acompañante. Empecé a llevar las maletas desde el coche hacia la parte de arriba de la misma, donde se encontraba la alcoba para pasar la noche. Subiendo las escaleras sentí algo que me tocaba las espaldas, giré rápidamente la cabeza y no había nada allí, sólo mi pareja se encontraba al principio de la misma, fue un primer impacto y la verdad muy fuerte, donde ya me encontraba yo con la escopeta bien cargada.
Yo presentía que aquí podía haber algo sobrenatural, pero esto no era sólo lo que iba a ocurrirme durante la larga noche que me esperaba. Me encontraba en la alcoba y eran sobre las tres de la mañana cuando de repente sentí que algo, o alguien me empezaba a acariciar la planta de los piés, fue al principio una cosa muy rara que la verdad sea dicha quise creer que podría ser mi mujer pero cuando abrí los ojos observé que mi consorte se encontraba completamente dormida boca a bajo con la boca completamente abierta y roncando, cosa que siempre dice que es mentira. Pero esa noche la estuve escuchando un buen rato roncar.
Todo el tiempo que estuve pensando quien podría haber tenido la osadía de tocarme los pies con esta templanza para hacerme reír. Busqué con la mirada por toda la habitación. Pero no había nada y la verdad que con lo calentito que me encontraba dentro del nórdico que me había traído de casa yo desde luego no me levantaba de ese lugar ni a tiros. Al cabo de un buen tiempo, y con la mezcla de aburrimiento y del cansancio del viaje y de la escena pornográfica que como es lógico no voy a contar, me quedé dormido. Eran aproximadamente las cinco y media de la madrugada cuando sentí un poco de frío y observé que el nórdico había resbalado y se encontraba caído fuera de la cama. No lo podía creer pero estaba muerto de frío y me tuve que levantar para poner otra vez en su sitio de costumbre la pieza que se había caído. Pero entonces es cuando empecé a pensar y la verdad que esta vez muy sólo ya que la parienta seguía enfrascada en su sueño terso, suave y profundo y a mi comiéndome literalmente esta nueva puesta en escena de algo que yo desde ese momento consideré no normal. Tuve que aguantar un buen rato primero para entrar en calor y luego para poder poner mis ideas en orden. No me cuadraba lo que había sucedido aquella noche en ese lugar tan maravilloso. Pero todas las cosas buenas tienen siempre una contra y esta vez había tenido que sufrir en mis carnes una serie de cosas que no encuentro explicación. Por la mañana cuando me desperté sobre las diez y media de la mañana nos duchamos y fuímos al pueblo a tomar un desayuno, que por cierto la verdad sea dicha que llevaba mucho tiempo que nadie me había alimentado con esa fuerza como lo hizo la cantinera del único bar que según parece había en ese lugar. Me puso unos huevos fritos, con un trozo de chorizo, otro de morcilla, patatas fritas y un buen trozo de beicon, además nos trajo un zumo de naranja calentito y un cafetito, se nos quitó el hambre durante un buen rato ya que las calorías que habíamos ingerido en unos instantes equivalía al régimen de una persona por una semana por lo menos. Allí preguntamos a unos jóvenes que estaban por allí y que tenía ganas de hablar si alguna vez habían tenido alguna experiencia de las que te he narrado y me dijeron todos que eso no es nada. A uno de ellos me dijeron lo habían echado de la cabaña, literalmente a patadas, hacía unos años. No me pusieron un buen cuerpo estos hombretones de la zona pobre granadina, y pensé en renunciar a la segunda noche que me quedaba en este lugar.
Pero mi mujer insistió que quería repetir la experiencia según ella maravillosa que había tenido esa noche. Yo la verdad que las ideas de gran pícaro se me pusieron en órbita, pero a la vez me entraron unos repelús bastantes grandes ya que me dí cuenta que el único que había sentido todo en esa cabaña según parece había sido yo. Pero monté un plan de los míos y que la verdad que me vino a las mil maravillas. Cuando llegó la noche y empezamos el romance me propuse que siempre estuviera ella despierta como yo estaba y así procuré que ocurriera. La fiesta terminó a las cinco de la mañana con las copas de vino y whisky que había traído para esta noche y fue efectiva ya que nos despertamos a los doce la mañana y porque el hombre nos vino a despertar sino estuviéramos todavía allí. No se si te valdrá para algo lo que te he narrado pero la verdad que lo pasé mal esa noche. Menos mal que la otra tuve el truquillo de la bebida que sino no hubiera tenido dinero para buscar en la farmacia algún producto para tranquilizarme”.