Tengo un amigo - Federico - que siente verdadera pasión por irse a los caminos de su tierra en los días de descanso y yo mismo, al igual que otras muchas personas más, disfrutamos recorriendo caminos en nuestro diario quehacer ya que no tenemos la posibilidad - por diversas razones - de salir a los campos más o menos próximos a nuestro lugar de residencia. En la ciudad en la que se vive hay muchos caminos llenos de belleza material, así como la vida que le proporcionan quienes por ellos transitan o tienen abiertos puestos de venta de muy diversas características; churros para acompañar a un café servido unos metros más allá, flores, frutas y alguna que otra novedad. Siempre hay algo nuevo en ellos, en esos caminos, que muestran la variedad de la vida y que te hacen pensar - vivir al unísono con cada una de esas personas que por allí pasan y que no conoces - que no eres más que una persona que camina sola por los caminos de la vida.
Si bellos son esos paisajes que aparecen ante la vista, en el caminar por los senderos de los campos y de las montañas, bellos son también los pensamientos que llenan el alma con lo que se suele ver durante los paseos callejeros. ¿Quién no siente una llamada en el alma cuando ve a una persona anciana sentada en el suelo y con su mano extendida en gesto de petición de unas monedas? Ahí tienes la imagen viva de la humildad; no hay necesidad alguna de acudir al mejor Museo del mundo para admirar una extraordinaria pintura de un gran maestro, y tú mismo puedes añadir algo con tu generosidad y especialmente con tu sufrimiento al contemplar que una persona - igual que tú - padece el rigor de la derrota. Tú formas parte de esos impresionantes cuadros que se muestran en el Museo que es esa calle por la que caminas.
La belleza de los caminos por los que a diario transitas depende de tí mismo, de tu amor por la gente, de toda la que vas encontrando a tu paso y que muchas de ellas son personas corrientes, como tú mismo.
Alguna vez el camino está solitario, tal vez por la hora o porque no es un camino principal, uno de esos que son los ejes de la circulación. En ellos, en los solitarios, quizás puedas ver el patio de la planta baja de alguna casa que te muestra el esplendor de otra época así como otro estilo de vida. Mantiene su belleza y te lleva a pensar que todo hay que hacerlo, en esta vida, para que siempre - en cualquier momento - pueda haber alguna persona que admire esa excelente obra y que trate de seguir ese ejemplo en su vida. Hacer todo bien, perfecto si cabe, para que los demás se sientan felices.
Hay un reportaje, en TV, en el que aparece un hombre que camina solo por diversos lugares de una pequeña ciudad. Pasea lentamente por el puerto y se fija en los detalles de los muelles y barcos. Lo hace igual por alguna plaza en la que hay una fuente y algunas otras cosas más.
Cuando llega a su casa se sienta al piano y va tratando de transformar en música aquello que fue captando, con sus sentidos. Tal vez culmine ese trabajo en una bella sinfonía que emocione a mucha gente al oírla. Será la belleza del camino que siguió - tal vez varias veces - y nos puede servir de ejemplo para que cada uno de nuestros caminos en la vida sean también verdaderamente bellos en generosidad y amor a toda otra persona. De cada uno de nosotros depende llenar de belleza el sendero de nuestra vida.
Algo tiene que cambiar, profundamente, en la vida de relación que llevamos. Todo es crítica a los otros - los que sean - y no hay el más pequeño detalle de comprensión, generosidad y estímulo.
La belleza no existe en esos caminos. ¿A qué esperamos para que la belleza se haga dueña de esos ásperos caminos que debemos llenar de vida?