El Hobbit: un viaje inesperado
Peter Jackson dio un enorme golpe de timón cuando el mundo se rindió a su faraónica adaptación de la obra de fantasía más famosa jamás escrita. Valentía, cuidado extremo de los detalles y abrumadora propuesta visual marcaron un acento en la historia del cine.
Era cuestión de tiempo que se embarcara en el rodaje de El Hobbit, preludio extendido en forma de trilogía de aquello que ya se nos ha contado pero con un tono más laxo y distendido, aunque igualmente abusón en lo presupuestario con grandes resultados.
En esta especie de episodio primero de las aventuras por la Tierra Media de Tolkien, el protagonismo recae en sir Ian McKellen, estupendo como siempre (aunque se le note que está nueve años mayor y no ayude a la coherencia temporal) en el papel del mago Gandalf, que guiará a un grupo de trece heroicos enanos en busca de su reino perdido, y con ellos, a Bilbo Bolsón (Martin Freeman), un hobbit que dará el toque distinto a la empresa, además de nombre a la archifamosa obra. Por supuesto, se enfrentarán cargados de armas y valores a un sinfín de adversidades (Gandalf pasa gran parte del metraje instando a salir por pies), y a un inquietante final que atisba la latente amenaza que va más allá de quien les está esperando para ser el enemigo de la siguiente entrega y que se irá desvelando paulatinamente.
Los fieles de El Señor de los Anillos, ya sea en su vertiente literaria o cinematográfica, disfrutarán como enanos (nunca mejor dicho) esta propuesta que debe tomarse como un maravilloso extra de más de dos horas y media. Jackson pone a nuestra disposición nuevamente la épica, el Anillo Único, los elfos con Cate Blanchett y Hugo Weaving dando lustre (sobre todo ella, siempre elegante), Frodo (Elijah Wood) y muchos, muchísimos bichos terribles que las maravillas de la informática hacen reales. Mención especial merece Gollum, un Andy Serkis más expresivo que nunca que aporta minutos de calidad a la obra. Por el contrario, el cinéfago de a pie que busca menos referencias y momentazos y más el simple hecho de ver una película que le facilite un rato de entretenimiento bien podría decir que la cinta no aporta mucho más allá de una interesante e inédita hasta ahora visión del mundo enano y un espectáculo para la vista que podríamos declarar que no tiene igual si no fuera porque existe la trilogía de El Señor de los Anillos, que es igual de impresionante, pero con mayor enjundia.
Con todo, y yendo bien preparados para salir extenuados del cine por la intensidad, el 3D y el ritmo particularmente parsimonioso, no se puede cometer la ligereza de asegurar que este Hobbit no merezca el valor de nuestro tiempo. Bendito demente este Peter Jackson que mantiene en el candelero el cine épico. Si alguien no ha tenido la oportunidad de ir a verla todavía, sólo me queda decirle… ¡Corre, insensato!
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