La británica Charlie Covell, responsable de la irreverente The End of the F***ing World, responde como firmante de esta sarcástica y también a su manera irreverente serie de ocho capítulos para Netflix, que, sin ánimo de spoiler, queda bastante abierta como para una posible continuación (e historia para la misma, hay, es lo que tiene la mitología griega). El formato de la serie es el de capítulos de una hora aproximada de duración (8 en total), metraje habitual en la manera de concebir las series en el Reino Unido.
La premisa sitúa una realidad alternativa en la que se muestra a los dioses griegos en el mundo actual en lo que a temporalidad se refiere, donde se les seguiría adorando como antaño. De ellos, claro está, destaca Zeus, el rey de todos, que vive atormentado por una arruga nueva que se ha descubierto ante el espejo y que presagia la decadencia/ocaso de su mandato y despierta a la vez su peligrosa paranoia.
Narrado por un Prometeo cuya complicidad con la cámara y el espectador derribará la cuarta barrera con enormes dosis de ironía, a medida que va avanzando la trama se va descubriendo que todo está más calculado de lo que parece y que varios son los mortales que tienen algo que decir en los planes conspiratorios…
La historia posee dosis de originalidad e ironía que la hacen fresca y atractiva, además de un reparto estupendo encabezado por Jeff Goldblum (Zeus) y que resulta clave en el éxito narrativo. Sin embargo, en su debe queda la irregularidad del camino trazado, cuyos altibajos de interés son bastante habituales dentro de cada uno de los capítulos, realizados todo sea dicho de paso, con una manufactura impecable y un despliegue de medios acorde con lo ambicioso del proyecto.
Se puede reconocer de entre las localizaciones habituales la Plaza de España de Sevilla (y olé), cuya grandiosidad aporta su gota de épica a esta tragedia griega, nunca mejor denominada, y entre sus puntos a favor cabe destacar que la propuesta de Netflix consta con una banda sonora que merece muchísimo la pena y a la que hay que dedicarle la atención que merece como una parte importante más del conjunto de la obra.
Mucho tiene de onírica, bastante de extravagante y bien podría haber sido gestada por Neil Gaiman, ya que le puede apreciar un aire a su querido Sandman o a Good Omens, se trata de un producto especialmente recomendado para los amantes del sentido del humor ácido-corrosivo o de los amantes de la historia griega que piensan que algunas historias ni pasan ni deben pasar de moda.
De un punto de partida más clásico que el teatro de Mérida, Kaos acaba siendo una serie sorprendentemente fresca y actual, tan oscura como divertida, sin caer en la chufa y con algún defectillo por pulir a la hora de decantarse por el tono y el nivel de seriedad con el que tratarse a sí misma, pero, desde luego, no dejará indiferente al respetable.
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